19 septiembre, 2024 7:04 pm
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Cada día nos une más la exclusión

En la actualidad, y desde hace un par de décadas, un universo de privaciones nos impone desde desnutrición e ignorancia hasta frustración y fracaso. Privaciones que excluyen a argentinos, de cualquier estrato social, de aprovechar las oportunidades que ofrece la vida para acceder a un bienestar digno y un merecido desarrollo. De este modo, la exclusión de hoy no solo significa no poder subsistir, sino que ya alcanza a no poder desarrollarnos. Sino, contemos cuántas veces por día escuchamos “no puedo”, como queja o lamento.

En la Argentina actual, el progreso es prohibitivo, y esta exclusión afecta a toda la pirámide social, comprometiendo no solo la subsistencia, sino, también, el desarrollo, ese que puede significar soluciones a esa misma subsistencia. De ese modo, crece, de forma desmedida, la impotencia y la frustración, afectando tanto a los de abajo como a los de arriba, sin distinción  de clases, en el presente y en el futuro.

Si bien los Derechos Humanos y la propia Constitución Nacional establecen derechos y libertades que garantiza nuestro acceso al bienestar y al desarrollo, esos son hoy bienes suntuarios que, en realidad, no están al alcance de todos, sino cada vez más lejos. Si bien pueden sonar más graves y preocupantes los derechos a la alimentación y a la salud, vitales para la subsistencia, no lo son menos los derechos a trabajar y dar trabajo, a ahorrar e invertir, y a comerciar, ya que, a partir de éstos, se resuelven los otros.

Tal es la exclusión que nos impone la realidad argentina actual que cada vez somos más los que no podemos algo, y esto no se circunscribe al 50 porciento de pobreza. Hoy todos sufrimos alguna privación que nos desvela, ya que es privativo para muchos hasta el asado del domingo, o comprarse un vaquero, ni hablar de salir de vacaciones, así como para muchos, también, es privativo comprar una maquina, mejorar la calidad de sus productos o servicios, o incorporar personal.

La modernidad política del siglo XXI nos prometió inclusión, esa forma democrática de poderlo todo, pero la realidad nos desnuda cada día más excluidos, más privados, más limitados, más condicionados. Definitivamente, menos libres, más frustrados, y más fracasados, mientras nos acostumbramos a los lamentos ahogados en la desesperada impotencia del “no puedo”.

Tanto nos lamentamos por no poder esto o lo otro que ya naturalizamos la privación, como si fuera algo normal, mientras el mundo nos deja afuera, parados en el anden, o en nuestro sofá, mirándolo por televisión. Muchos de nosotros sin siquiera un subsidio, o un plan, o un mísero puestito en el Estado. 

 Norman Robson para Gualeguay21

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