Caso Mondragón: Después de un cuarto de siglo, tendrá justicia
Pasada la medianoche, ya 19 de mayo de 1999, internos de la Unidad Penal 5, para jóvenes de entre 18 y 21 años, de Victoria, Entre Ríos, desataron el motín más sangriento en la historia de esa provincia. Tomaron las instalaciones y tres rehenes. Cuando en la mañana, éstos lograron escapar, las fuerzas de seguridad recuperaron el lugar. El saldo fue de tres reclusos muertos. Desde entonces, nunca se reconoció ni la valentía ni lo sufrido a los funcionarios involucrados. Días pasados, las autoridades penitenciarias provinciales decidieron reparar el daño causado reconociendo el desempeño de estos servidores públicos. ¿Cambio de política?
A pesar de que pasaron 26 años de aquella noche sangrienta, nunca se reconoció al celador Alberto Gil, al jefe de guardia Anibal Calderón, y al Oficial Adjutor César Mondragón, jefe de seguridad y responsable del penal en ese turno, su leal proceder, ni los daños sufridos. No lo hicieron a pesar de que en 2012, a través de un proceso judicial a los amotinados, se confirmó en detalle todo lo ocurrido. En el caso particular de Mondragón, quien se llevó la peor parte, tanto en lo físico como en lo emocional, éste reclamó múltiples veces al Estado provincial, pero nunca fue atendido.
El hecho
Todo comenzó a las 0 horas del 19 de mayo de 1999, cuando el celador Calderón cerraba los pabellones. En ese momento, éste fue asaltado por cinco internos, quienes lo tomaron de rehén. Si bien trató de persuadirlos para que depusieran su actitud, solo logró ser apuñalado en una pierna por sus captores. Ante esta situación, el oficial Mondragón, responsable del penal esa noche, y aún afuera de la toma, se ofreció a cambio de Calderón para que este saliera a la calle a ser atendido. Los amotinados aceptaron, pero no cumplieron, y con Mondragón sumaron de rehén también a Gil. La idea era fugarse.
A partir de ese momento, mientras más reclusos iban saliendo de sus celdas, comenzó el incendio de las instalaciones y el saqueo de los almacenes, de donde se tomaron drogas y más de 30 armas largas y 10 pistolas. Tal es así que, a lo largo de las 8 horas que duró la crisis, se dispararon más de 800 tiros. En ese contexto, los tres rehenes fueron esposados, y el celador herido alojado en una de las celdas. Mondragón, por ser el oficial a cargo, fue quien sufrió todo tipo de torturas y apremios para informar donde estaban las armas, las drogas, y por puro rencor.
Finalmente, el primero en poder escapar fue Gil, quien, promediando la noche, aprovechó una distracción para huir hacia la calle por un garaje. Más tarde, Mondragón ofreció salir a la calle a exigir un auto para que huyeran, pero con Calderón, el herido. Así fue que una vez en la calle, el oficial distrajo a sus captores y facilitó la huida de Calderón y, al replegarse todos hacia el penal, antes de entrar, se tiró al piso para dar pie a la acción policial. En ese intercambio de disparos, uno de los amotinados cayó muerto y los otros se refugiaron dentro del Penal, pero ya sin rehenes, razón por la cual no tardaron en rendirse.
Como consecuencia de todo esto, Calderón sufrió heridas de consideración, mientras que Mondragón sufrió, aparte de las múltiples heridas de distinto tenor, un profundo daño sicológico a causa de las torturas y abusos sufridos.
Respuesta oficial
A partir de aquel momento, y a pesar de que Mondragón, el entonces oficial responsable de la Unidad Penal, se hizo cargo de la situación, aún en riesgo de su propia vida, las autoridades penitenciarias nunca le reconocieron lo actuado. En lugar de poner en valor la ejemplar conducta de éste oficial, gracias a la cual dos funcionarios y vaya a saber cuántos reclusos salvaron su vida, llegaron a humillarlo y a cuestionar su proceder.
En síntesis, nunca en estos más de 25 años atendieron sus reclamos judiciales y administrativos ni le brindaron un trato justo y digno, mucho menos fue recibido alguna vez por autoridad alguna, ni siquiera cuando su propio hermano era director penitenciario.
Reparación y justicia
Según se pudo saber de fuentes oficiales, la semana pasada, autoridades penitenciarias, encabezadas por el propio Director del Servicio Penitenciario de Entre Ríos, el Inspector General Aníbal Alejandro Miotti, visitó en Gualeguaychú a Mondragón para comunicarle que se estaban llevando a cabo los trámites necesarios para un merecido reconocimiento oficial y protocolar de su desempeño en la fuerza.
De este modo, en un proceder sin precedentes, la máxima autoridad penitenciaria de la provincia se trasladó personalmente a otra ciudad para conversar con quien representa un flagrante abandono del Estado para reparar lo mal actuado y llevarle algo de justicia.
Sin lugar a dudas, este sería un acto de grandeza muy poco común en el Estado, y podría significar un extraordinario cambio de política, desde el criterio permisivo y prodelincuente del pasado, hacia una filosofía de orden y justicia en favor de quienes, sino son héroes, son enormes ejemplos de compromiso y deber.
Norman Robson para Gualeguay21