21 abril, 2025 2:50 am
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Celebrar la Diferencia. Unidad en la Diversidad

Me inclino por entender que la sexualidad, aún con inspiración divina, es una práctica cultural humana, ejercida y desarrollada bajo a responsabilidad individual en el contexto sociocultural donde está inmersa.

No será posible asumir que este derecho pueda ser limitado sino inscripto en los valores de la comunidades de pertenencia y, al mismo tiempo, regulados por las leyes que las sociedades van desarrollando en la construcción del Estado de derecho donde instituyen las normativas que regulan la vida en común.

(…)En nuestra particular visión, sin renunciar a la importancia trascendente que la religión y la sociedad le asignan a la heterosexualidad como base constitutiva de la familia, no es menos importante asegurar que una sexualidad libre y responsable en términos de identidad, sea considerada una expresión espiritual que debe contar con la garantía de desplegarse en la singularidad sagrada de cada individuo. Sagrada como la unión de un hombre y una mujer para formar una familia, debe ser la libertad del individuo para definirse en una sexualidad plena, que le permita desarrollar su espiritualidad y humanidad en la dignidad de hacerse responsable de su ser, respetándose y respetando las diferencias. Para ello, la sociedad debe también asumir que sexualidad no es genitalidad sino una dimensión espiritual y cultural del ser. Una sociedad que celebra la diferencia debe, tanto en lo formal de la ley como en lo cultural, propiciar sin prejuicios la coexistencia, integrando esas libres elecciones como parte indivisible de la experiencia del ser que nos hace humanos.

(…) Nuestra propia experiencia comunitaria ha sabido desarrollar programas y proyectos para incluir esta diversidad en el libre ejercicio de la identidad sexual, a aquellos que, habiendo optado por desarrollarla de manera alternativa a la heterosexualidad, son plenos integrantes de la construcción y participación comunitaria. Quienes han optado por una práctica e identidad de su sexualidad homosexual o lésbica –entre otras alternativas–, conocen nuestra disposición a reconocerles su legítimo lugar entre nosotros, comprometiéndolos a sumarse en su diferencia, y no apartarse de la vida social, educativa y religiosa de la comunidad.

En una visión de integración de estas diferencias no sólo se desarrolla una apertura amigable y amistosa sino también una normatividad para que la misma no se transforme en reivindicación, exhibicionismo o establecimiento de comunidades, prácticas o espacios exclusivos o excluyentes para otros participantes. Si bien hay espacio de estudio, reflexión y orientación propios, estos se encuentran dentro de una cosmovisión comunitaria incluyente.

Respecto de las garantías y derechos que en tanto minorías tienen estas opciones alternativas de diversidad sexual en la sociedad deben analizarse dentro de la competencia de las políticas de Estado. Una democracia plural y plena debe asegurarlos para que todos los ciudadanos puedan apelar a la ley, y que ésta encuentre en los ámbitos legislativos un profundo debate y consideración para tomar posiciones que en las garantías constitucionales son menester consensuar.

Si la Constitución Nacional asegura la libertad de conciencia como una garantía, ¿no debería serlo el hecho de libre ejercicio de la sexualidad en cuanto a la identidad individual? Quienes somos parte de denominaciones religiosas y todos aquellos que, con firmes convicciones culturales, políticas, sociales e ideológicas, tenemos opinión formada, debemos encontrar los medios institucionales para proponerla y defenderla.

Rabino Sergio Bergman

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