Circo sin saldo: ¿Qué busca la política de entretenimientos de Gualeguay?
En pocos meses, Gualeguay ha contratado importantes grupos musicales: La Beriso, La Bersuit, Los Totoras, Peteco Carbajal, Turf y Kapanga. Más de 20 millones de pesos, que, a su vez, exigen otro tanto en infraestructura, como escenario, baños, sonido, etcétera. A esto se suman más millones para el autódromo, para un parque acuático, etcétera. ¿Cómo beneficia esta política de entretenimientos públicos a Gualeguay? Lo entretiene, al igual que su carnaval, pero en nada desarrolla su turismo y sí empuja al quebranto a su oferta privada. Un circo sin saldo a favor del pueblo.
Para comprender esto debemos entender primero cómo funciona el negocio del turismo para una ciudad. Se trata de lograr la llegada de personas a gastar en ella en gastronomía, alojamiento y entretenimiento. Precisamente, ese ingreso de dinero al circuito local es el negocio del turismo, y lo que invita al sector privado a invertir en camas, cubiertos y propuestas.
Ahora bien, cuando esas personas llegan a una ciudad, no pagan el entretenimiento, comen fuera del circuito que invirtió para ello, y se van sin quedarse a dormir, el negocio turístico deja de ser tal, y el espectáculo deja de responder a alguna política turística. Ese es el caso de Gualeguay y sus fiestas del Asado y la Galleta, de la Cerveza, etcétera.
Dicho de otro modo, cuando un entretenimiento es gratis y convoca por igual a gente local como de afuera, éstas comen allí de la mano de instituciones, y, luego, se van cada una a su origen, se atenta contra toda la infraestructura turística privada de gastronomía, hostelería y ofertas que invirtió en la ciudad.
No es distinto cuando el esparcimiento copa la oferta cobrando la entrada, como en el caso de los corsos locales, ya que esa entrada queda para el Estado organizador, la Municipalidad. En este caso, en el que se monopolizan casi todas las noches de sábado de la temporada, desde antes de las 22 horas hasta entrada la madrugada, nada queda para el resto de la infraestructura privada. Tal es así que en el Corsódromo hay espectáculo, hay gastronomía, y hay boliche cuando termina, mientras la ciudad queda desierta.
De este modo, en Gualeguay, esta política de entretenimientos, de claro tinte popular, o populista, es, en realidad, un negocio monopolizado por la Municipalidad para sí misma, ya que con la plata del Estado contrata el espectáculo y dispone la estructura, y, a la vez, le cobra a los clubes por la gastronomía. Al comprender esto se entiende porqué la comuna redobla su apuesta invirtiendo en un patio cervecero, en un parque acuático, y en un autódromo.
Claro está que esta monopolización del entretenimiento por parte del Estado atenta contra cualquier tipo de desarrollo turístico, ya que nadie va a invertir en cubiertos, camas o propuestas de entretenimiento de algún tipo para competir con el gobierno.
Frente a este escenario, cualquiera tiende a mirar hacia los costados, y ver cómo proceden los pueblos vecinos. Por ejemplo, destinos turísticos como Colón y Gualeguaychú, que reciben más de 30 mil turistas por fin de semana de temporada, no han ofrecido tantas estrellas como Gualeguay. Las que ofrecieron fueron contratadas por privados, no fueron gratis, y ninguna compitió contra la gastronomia, sino que se integró a la propuesta turística del destino.
Otro ejemplo es el carnaval de Gualeguaychú, el más grande del país, que cada una de sus diez noches convoca a 25 mil espectadores, sin afectar al resto de la propuesta turística. Pasa que la oferta supera al carnaval, y, por cada turista que está en el Corsódromo, otro está gastando en la ciudad.
Lo cierto es que la política turística de estos destinos, a lo largo de los años, ha sabido arbitrar un justo equilibrio. Por ejemplo, en esos casos, ni el Carnaval, ni sus fiestas o recitales, son negocios del Estado, ni concentran o monopolizan toda la oferta de prestaciones, ni, mucho menos, son gratuitas. La realidad es que cualquier destino turístico entrerriano logró serlo a partir de un compromiso político con el sector privado, que no solo les permitió convivir en paz, sino que, también, los llevó a crecer en conjunto y ser lo que son hoy.
Entonces, al cabo de todo este repaso, uno se pregunta cuál es el sentido o el objetivo de tan millonario gasto y tan millonario movimiento de plata, si a la vista está que en nada beneficia a la ciudad ni a sus ciudadanos, salvo para distraerlos por un rato, y, a la vez, afecta negativamente a toda la oferta turística. Sin dudas, nadie puede confundir esta política de entretenimientos con una política turística, ya que ésta en nada propicia o promueve la actividad, sino que la degrada.
En síntesis, toda esta maratón de eventos e inversiones millonarias no responde a una estrategia política, sino que se trata de circo, de mucho circo, popular o populista, pero sin saldos positivos. Por lo menos, sin saldos positivos a favor de la ciudad.
Norman Robson para Gualeguay21