Confesiones y secretos de Laura Vacs
Noches atrás, Laura Vacs presentó su ópera prima literaria no solo ante la comunidad gualeya sino ante su madrina literaria, nuestra escritora Elsa Serur de Osman. En esa noche, emotiva por cierto, Laura abrió su alma a los gualeyos y al legado de Don Carlos.
Laura comenzó manifestando “Me fascinan los árboles y los rincones”, y confió “Por eso suelo irme por las ramas siguiendo las intuiciones que me ofrece la literatura, y practico la lectura y la escritura en lo más arrinconado de mi casa o del lugar en el que esté.”
De este modo, se reconoció “adepta a las maduraciones necesarias de las vivencias; a desconfiar del ya mismo o de las modas impuestas no solo en las vidrieras de indumentaria, sino, peor aún, en las mesas de las librerías.”
Luego de presentar su esencia, Laura brindó una pequeña autobiografía literaria, la que ella dio en llamar “una mini historia de maduración lenta…”
Erase una vez…
“Desde pequeña hurgué en la biblioteca de mi madre, y tomé libros a criterio de mi edad y de mi ánimo para leerlos en algún rinconcito de la casa. Lo de las ramas también comenzó a temprana edad, cuando el autor del libro de turno nombraba a otro autor con admiración y entonces yo trataba de encontrar a ese otro autor y de a poco iba entendiendo eso de las afinidades electivas, de los universos particulares e irrepetibles que cada ser lleva en potencia, y de la capacidad de desplegarlo intensamente, de rama en rama, saltando y reposando en el maravilloso árbol de la literatura.”
“En una de esas incursiones, durante mi adolescencia, quedé atrapada por el título de un libro: El Silencio Primordial. Leerlo provocó en mí un embeleso tal, que he seguido hasta el día de hoy los pasos de su autor, Santiago Kovadloff.”
Varios libros de él distinguen ahora mi propia biblioteca, y tengo el privilegio de contar con su amabilidad y su consejo desde el momento en que me descubrí escritora.”
“Aquél embeleso fue injertándose lenta y expansivamente mediante frases como esta: la poesía procura sostener en la palabra la inasible presencia de lo incógnito.
Santiago me recomendó a su amigo Luis Tedesco como editor para mi libro; – pero sobre todo, me dijo, es un gran poeta.”
“Y si alguien capaz de considerar a la poesía en términos tan bellos me recomienda a un poeta, ¿cómo no salir corriendo a buscarlo?”
“Es así que di primeramente con otro título que me cautivó: Hablar Mestizo en Lírica Indecisa. Poemas hondos, de una riqueza lingüística admirable. Luego descubrí en una librería de usados otro libro de Luis Tedesco, Lomas del Mirador, subtitulado Diccionario temático de voces, donde Luis arma su propio universo alfabético-poético-conceptual, y en él recorre con una densidad emocionante sus ligazones con Lomas del Mirador, localidad en la que transcurrió su infancia.
Cuando llega a la letra M, la dedica a un poeta: Hágase un tiempo, dice, para consultar el casi inhallable tomo de las Poesías Completas de Carlos Mastronardi…”
“Y si Luis Tedesco, gran poeta sin pelos en la lengua, me pide un tiempo para leerte, allá voy Carlos Mastronardi.”
“Esto sucedió hace un par de años; comencé con las Memorias de un Provinciano y no paré hasta encontrar y leer todo lo que de Mastronardi se había publicado. De rincón en rincón, al leerlo mi tiempo y mi existencia se expandieron con la anchura de la felicidad. Voy a decirlo sin rodeos: me enamoré de Mastronardi.”
“De a poco, el dibujo de una constelación se hizo muy claro:
Juan L. Ortiz, que llegó mucho antes que Don Carlos a mi sensibilidad, Onésimo Leguizamón, el patrono de mi querida escuela primaria, donde aprendí a leer y escribir, y mi nuevo amor, Mastronardi, tenían algo en común: Gualeguay.”
De este modo, finalmente, Laura concluye, con total convencimiento, “Gualeguay pasó a ser la zanahoria de mi trayecto literario. Y como las confabulaciones planetarias existen, mi veta de pintora permitió concretar el mordisco en este querido lugar, el Museo Quirós, en mayo del año pasado, armando una muestra en homenaje al poeta de Luz de provincia, en el mismo momento que la Universidad Nacional del Litoral lanzaba, después de diez años de trabajo en conjunto, su Obra Completa.”
Y reconoce que estuvo “en el lugar justo, en el momento justo. En un acontecer crucial”, en el cual tuvo el placer de conocer a “los albaceas afectivos e intelectuales de Don Carlos”, Elsa y Eise Osman, quienes ahora son sus amigos y también el puente hacia el lado más humano de Carlos Mastronardi.
Su agradecimiento
Laura finaliza su presentación rescatando la nota que Don Carlos le entregó en mano a Elsa: “Le dejo estos recuerdos. Confío en usted”, había escrito Mastronardi, y reconociendo la influencia de Eise y Elsa como una nueva rama literaria en su vida. Así recordó los pensamientos concentrados de Eise, “un ser dotado de ideas y de finas intuiciones”, como había señalado Mastronardi, quien alabó lo agudo y certero de sus aforismos, su fluidez y su novedad, la imaginación sin fronteras de Elsa, envidiada por Don Carlos, en sus cuentos a prueba de asustadizos, con esos climas tan logrados y tan difíciles de crear con palabras, y también un maravilloso ser llamado Eisito, quien contribuyó a sus ramajes literarios presentándole a Emma Barrandeguy.
Por último, Laura prometió dedicarle atención a Emma, esa gualeya apasionada, ya que con solo haber leído algunos de sus poemas le inyectó su pasión, y se declaró honrada por haber presentado su libro en Gualeguay, “cuna y refugio de extraordinarios escritores, ciudad imantada de poesía”.
Y en honor a Nuestra Señora La Literatura…
Elsa Serur de Osman recogió el guante y retribuyó a Laura tan sentidas palabras agradeciendo, primeramente, a su Maestro por acercarle personas sensibles, con quienes puede compartir sus sueños.
Elsa también se confesó rescatando que Thomas Wolfe decía que el arte es una manera de ejercer la libertad, y que para ella la literatura es la libertad de escapar a la alienación de lo que llamamos realidad.
Luego de definir la vocación literaria como una servidumbre libremente elegida que hace de sus víctimas, de sus dichosas victimas, unos esclavos, y luego de explicar que la literatura, es una religión, en la que el escritor se entrega, como el creyente se entrega a Dios, sin preguntar, Elsa se concentró en la prosa de Laura.
“Nos encontramos con el divagar de la conciencia, donde las estructuras naufragan en los estímulos variados de la percepción y vemos un eco de Faulkner” dijo Elsa.
“Nos habla de unas vacaciones con sus primos, que le acercan reminiscencias de su propia infancia” recuerda Elsa sobre los textos de Laura, y, más adelante, también recuerda la referencia al colectivo 350, siempre destacando las percepciones de Laura sobre la aventura cotidiana, la vida en sí misma.
Elsa también rescata la instalación del tema del campo, un tema controvertido, con su fresca conclusión: “Yo no voy a opinar, yo quiero tratar de pensar. Puedo decir que el diálogo es imposible si los oídos están cerrados…”, al igual que lo hace “con los momentos trágicos que nos tocó vivir en los 70”, en el texto “Lados que duelen”, donde recuerda que a su alrededor “todo se tiño de un verde arrancado a la esperanza. Verde horroroso, verde tortura, verde persecución, verde Falcon, verde desaparición. Verde de cascos y de hombres ostentando ametralladoras. Verde miedo”.
Finalmente, Elsa asegura que “La prosa de este primer libro de Laura nos demuestra que el arte es la libertad de escapar a la alienación de los esquemas de lo que llamamos realidad y es la valentía y la libertad de atrevernos a decir lo que sentimos. Persistir en el ser, para que el ser sea.”
Quienes estuvimos presentes esa noche podemos testimoniar que Don Carlos estuvo presente, estaba sentado entre esas mujeres, yo lo vi desde atrás… impecable traje oscuro, imaginé su corbata ocre y su pañuelo al tono asomando del bolsillo superior izquierdo… pero si vi cuando frotaba emocionado sus lentes de carey claro…
Don Carlos estuvo ahí…
Norman Robson para Gualeguay21