Cuando los genes políticos quedan a la vista
Las reacciones ante hechos imprevistos ponen en descubierto la genética de los actores políticos.
Así ocurrió por estos días con la sorpresiva consagración del Papa Francisco al dejar en evidencia, descarnadamente, la naturaleza intrínseca del hacer y pensar kirchnerista.
En primer término lo demostró la presidenta con su desdén; luego agravado por acólitos empecinados en agraviar la trayectoria pastoral y personal irreprochables de Monseñor Bergoglio, erigido por mérito propio y para orgullo de la nación argentina en el compatriota con mayor reconocimiento en el orden mundial que registre nuestra historia.
Con esta torpeza típica de los que se creen iluminados el nucleo duro del kirchnerismo fue más allá al soslayar las cercanías de Monseñor Bergoglio hacia la doctrina justicialista y al movimiento obrero peronista.
De este modo, hoy como ayer la historia vuelve a repetirse y encuentra a facciones de la izquierda nativa empecinadas en marchar en contra de las mejores y genuinas expresiones populares: ocurrió con el advenimiento del yrigoyenismo, para repetirse tras la conformación del peronismo, también, con la impronta intolerante y violenta de los setentistas, e incluso, ya más contemporáneo, hasta con el repudio al gobierno de Raúl Alfonsín.
La novedad de este contrasentido es que, ahora, la afrenta provino de quienes se dicen gobernar en representación del sentimiento nacional y popular; sin advertir, eso sí, que cabalgan sobre un relato ficticio con síntomas ciertos de agotamiento.”
Gustavo Altinier para El Debate-Pregón