Cuando los grandes medios malinforman y lastiman
El cronista, si le cabe el mote, sosteniendo impune el micrófono con el reconocido logotipo de su gran medio, dice con voz segura y sabionda que el río creció 13 veces. El zócalo de la pantalla lo pone entre comillas, por las dudas se lo pierda alguno de los millones de espectadores. No importa si es cierto que un río crezca tantas veces, y menos importa informar, solo interesa captar raiting. Ese es solo uno de tantos ejemplos de lo difundido por medios masivos lastimando el turismo provincial.
La creciente de los ríos Uruguay y Paraná ha comenzado su tan postergado ciclo de crecientes, y el impacto sobre las poblaciones costeras es el acostumbrado. Como cada vez desde siempre, familias vulnerables sufren el impacto del desborde, y se disparan los aparatos asistencialistas del Estado, quien nunca resolvió el problema. Como siempre, ésto es noticia, y así debe ser. La sociedad debe saber sobre la desidia de los gobiernos y sobre el sufrimiento de los pueblos.
No se discute que la libertad de prensa es un derecho inalienable que no se negocia, pero que sí exige, sin excepciones, que la información sea cierta y concreta, en particular si ésta es sensible y puede afectar injustamente a terceros inocentes.
Cuando por estos días los medios hegemónicos nacionales vinieron a la provincia para registrar la crisis hidrológica causada por la creciente y el desborde de las aguas, no se ocuparon de transmitir la dimensión y el real impacto del problema, sino que pervirtieron la realidad para llamar la atención de su audiencia y levantar el raiting.
Así fue que, de forma absolutamente negligente, todos los medios hicieron lo mismo: exagerar el impacto de la realidad, como si ésta no fuera suficiente. La noticia no les alcanzó, y todos, a coro, la sobredimensionaron, sin importarles que con esas mentiras espantaban a quienes tenían previsto venir a visitar la Provincia, con las consecuencias negativas sobre otro sector de la población.
De ese modo, los medios transmitieron al país la idea de que la provincia estaba sumergida y, por ende, invivible. Que no se podía venir y, si se podía, era peligroso. Gracias a esto, se asustaron esos miles de turistas que planeaban venir a disfrutar de las multiples propuestas, gran parte sobre las costas de esos ríos, pero que en nada están afectadas por la creciente del río.
Se asustaron y se fueron para otro lado, mientras las miles y miles de familias que viven de esa actividad, y los esperaban, se quedaron sin trabajar. O sea que, mal informando, duplicaron el daño de la creciente, sumando a las víctimas de la inundación las víctimas de su amarillismo desmedido.
Ahora bien, no es la primera vez que pasa esto, sino que se repite en cada ciclo. Siempre la misma exageración, la cual despierta las dudas sobre si se trata de una inocente negligencia editorial, o de una intencional funcionalidad a otros destinos turísticos. De una u otra manera, frente a este atropello mediático que lacera el trabajo de un importante sector de la economía entrerriana, es el Estado provincial el que debería liderar inmediatas acciones correctivas y aclaratorias.
Norman Robson para Gualeguay21