Denuncias y renuncias en la UTI local
No son pocas las vidas que están en las manos de los enfermeros de la Unidad de Terapia Intensiva local, donde el rigor y el ritmo no les deja tiempo ni para gritar sus reclamos. Pero ese silencio no es de paz, sino de respeto, es un silencio impuesto por las prioridades de la situación. Hasta que todo explota, desborda. Ayer miércoles por la mañana, los jefes de los enfermeros de la UTI, cansados, presentaron su renuncia a la dirección del Hospital San Antonio. Denuncian persecuciones y maltratos.
Tal sería la gravedad de la situación que, durante más de un año, y a pesar de las contingencias de su tarea, ninguno se contagió el virus, pero, producto del contexto laboral que les imponen desde hace un tiempo, comenzaron los problemas, y estos trajeron errores en las tareas. En el último mes sufrieron tres contagios, y, según señalan, son producto directo de las persecuciones, maltratos y otros abusos laborales que sufren. Una situación que ya consideran insostenible.
Según se pudo saber, los dedos apuntan contra el cuerpo de supervisores, algo desproporcionado para el caso. Media docena para supervisar algo más de quince enfermeros. Un supervisor cada 2 o 3 enfermeros. Pero ese no sería el problema. Las voces escuchadas cuentan que “se está trabajando, desde hace tiempo, al cien por cien de la capacidad”, y agregan: “lo único que nos agota es la desidia, el maltrato y las represalias de estos personajes”.
Se infiere de los relatos que, mientras ellos atienden la crisis operativa propia de una UTI desbordada por el covid, donde el funcionamiento en equipo es vital, en todo el sentido de la palabra, quienes supervisan ni siquiera ayudan, lo cual no se debería solo a una cuestión de voluntad, sino, también, a un tema de capacitación. “La mayoría de los supervisores no sabe como trabajar con un paciente covid positivo”, confiesan.
Hablan de “sometimiento psicológico” porque a los reclamos les responden con amenazas de que se los va a sacar de Terapia, a la vez que les argumentan que, en pandemia, están autorizados a hacer lo que quieren. “Nos damos abasto y su única respuestas es que cortemos los francos”, “nos dicen que si estamos cansados nos sacan del servicio”, reclaman los enfermeros. “Nunca nos ayudan en nada”, se lamentan.
Por esta situación, ayer miércoles, a primera hora, los jefes de enfermería presentaron su renuncia al frente de la UTI. Decisión que, de concretarse, significaría una importante pérdida de calidad en el servicio. Si bien no se trata de un tema nuevo en el Hospital San Antonio, en estos dramáticos tiempos de profunda crisis sanitaria, el mismo demanda una urgente solución.
Cabe destacar que se trata de una tarea intensa, de mucha responsabilidad, en la cual las ocho horas están vestidos con los trajes de seguridad, atendiendo dos o tres pacientes cada uno. También vale apuntar que cada paciente demanda la atención de las 4 o 5 bombas de infusión que tiene con omllejas combinaciones de medicamentos, una tarea que solo ellos saben hacer; y, a veces, demandan la pronación, ponerlos boca abajo, lo que realizan junto a un médico y un kinesiólogo. A estas tareas se suman la higiene de los pacientes, entre 2 o 3 enfermeros, el registro detallado de todo lo realizado, y los traslados de los pacientes para realizar les estudios.
Todas estas tareas se realizan ante la atenta mirada de la supervisión, la cual tiene la responsabilidad de armar programas de capacitaciones, de organizar cada servicio de acuerdo a las necesidades, de definir lineamientos de trabajo y bajarlos al personal, pero, según lo que reclaman, “solo nos persiguen, kos aprietan, nos apuran, y nos amenazan”.
Por último, cabe remarcar que esta situación sorprende a la sociedad gualeya, la cual, ante el silencio de los gremios y la mediatización de una falsa realidad, descansaba confiada en que todo estaba bien. Sin lugar a dudas, todo esta situación suma inquietudes al ya agravado problema del desborde del sistema de salud.
Norman Robson para Gualeguay21