21 abril, 2025 5:16 am
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Domingo de Ramos, de alegría y dolor


Los comienzos de momentos importantes en la vida suelen estar signados por expectativas, esperanzas. A veces también por angustias, temores y dudas. Emprender un viaje, comenzar un trabajo nuevo, cambiar de médico, mudarse, entrar al quirófano… En estas situaciones tan diversas, también son distintos los sentimientos y emociones.

Hoy comenzamos un tiempo particular, la Semana Santa. Para cada uno los sentimientos son también diversos según la intensidad de la amistad que sintamos por Jesús, y también de acuerdo con lo que estemos atravesando en la vida, en la familia.
Jesús, como cada año —en el fondo, como cada día— nos quiere manifestar el amor que nos tiene.
Entrar en Jerusalén, la última cena, lavar los pies, los artilugios del traidor, ser llevado preso, la negación del amigo, el juicio fraudulento, la pasión, el dolor de la madre, la cruz, la Pascua… Son momentos intensos de amor, elocuentes para algunos, tal vez no tanto para otros.
Hoy celebramos en el “Domingo de Ramos en la Pasión del Señor” el momento festivo de entrada de Jesús en Jerusalén, la ciudad del culto, de la fe, de la paz. La ciudad de las promesas y bendiciones de Dios. También ciudad de la Pascua de Cristo.
La gente sale a recibirlo con alegría porque lo reconoce cercano, humilde. Un profeta —rey con rasgos de servidor— pacífico. Alegría porque se percibe en el aire que algo grande está por suceder.
El sol y las nubes parece que se pelean para ganar protagonismo, aparecen y salen de escena con rapidez. Cantos de pájaros y silencios, ladridos de perros peleando y silencios, niños jugando y corriendo y calles en soledad. Los más ancianos perciben que algo no percibido antes está rondando, casi sobrevolando por Jerusalén. “¿Qué pasa? ¿Qué nos pasa?”.
La celebración de hoy tiene dos momentos importantes: en el comienzo, la bendición de los Ramos y la fiesta, y luego en el Templo la proclamación de la Pasión en el evangelio de San Mateo. Vamos a hacer memoria de la entrega del traidor y la negación del amigo, el complot de los poderosos y el insulto de los pequeños. Todos se le animan a Jesús. Desde los fuertes soldados que lo azotan y empujan, hasta los ancianos más achacados que le tiran sin fuerza alguna piedra. Los jóvenes que lo insultan y escupen, y los niños que se burlan y lo cargan. La Madre y otras mujeres que lloran, contemplan y sienten que un gran desierto va ganando lugar en sus corazones.
Y el centurión, soldado romano, un pagano que al expirar Jesús hace profesión de fe: “¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!”. (Mt 27,54)
Acompañar a Jesús de cerca no nos deja de la misma manera.
Seguramente te vas a llevar un ramo de olivo a casa. Te recordará haber aclamado a Cristo como Rey. Es un signo de compromiso. Como un distintivo. Es mucho más que llevar la camiseta de tu equipo favorito. Es como un regalo o un recordatorio de amor de tu mejor amigo. Pero además es un signo de haberlo aclamado como pueblo en una alegría comunitaria.
En estos días muchos aprovechan para confesarse, pedir perdón por los pecados.
Todos tenemos cosas de las cuales arrepentirnos. Dios es amor, es misericordia. Quiere abrazarnos y hacernos sentir en casa. Si todavía no te confesaste o hace muchos o hace muchos años que no lo hacés, preguntate si este no será el momento. Para Él siempre es buen tiempo.
En estos días volví a meditar un pasaje del hermoso “Cántico espiritual” del místico y poeta español San Juan de la Cruz. Te regalo unos pocos versos:
“la noche sosegada,
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora”.
Jesús te llama para mostrarte, una vez más, su amor infinito por vos. Que tengamos una Semana Santa en Paz y una Pascua feliz.
Este Domingo también celebramos la Jornada Mundial de la Juventud, bajo el lema “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,3). El Papa invita en el mensaje de este año a lo jóvenes a “que respondamos a la propuesta de vida que Jesús nos hace, que decidamos cuál es el camino que queremos recorrer para llegar a la verdadera alegría. Se trata de un gran desafío para la fe. Jesús no tuvo miedo de preguntar a sus discípulos si querían seguirle de verdad o si preferían irse por otros caminos (cf. Jn 6,67)… Si saben decir ‘sí’ a Jesús, entonces su vida joven se llenará de significado y será fecunda”.
¡Vivamos este Domingo unidos a tantos jóvenes del mundo que compartiendo la fe quieren anunciar a todos su alegría!
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

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