El cambio de orden y las amenazas que enfrentamos

A partir de la asunción de Javier Milei como Presidente de la Nación Argentina, un nuevo orden general se instauró en el país, y, con éste, cambiaron drásticamente los escenarios económicos, sociales y culturales, junto con sus reglas de juego. En realidad, Milei interpretó aquello que querían los argentinos, y a ello se dedicó desde que asumió, casi un año atrás. Claro está que un nuevo orden de éstas características significó un traumático cambio de condiciones que desacomodó a todos los actores, y, a pesar del tiempo transcurrido, muchos aún no han comprendido de qué se trata, no han sabido adaptarse, y sintetizan una peligrosa amenaza al éxito del mismo.
De un día para el otro, el flamante Presidente de la Nación paró todas las imprentas y cerró todas las canillas, sacudiendo la realidad a la que se estaba acostumbrado. “Para que algo salga del Estado debe estar presupuestado y, para ello, debe haber recursos”, ordenó, a la vez que terminaba con prebendas oficializadas, y se acabó la joda. Tal como había dicho alguna vez el propio Perón, aquello de que “cada argentino debía producir, por lo menos, lo que consumía”, así comenzó a ser. Pero esa es solo una arista del nuevo orden.
Esa sola medida bastó para revolucionar todo el escenario argentino, y para derribar muchas enormes estructuras enquistadas en el Estado. Pero, más que nada, este nuevo orden significa un golpe contra una cultura comodista y facilista que había crecido apañada y patrocinada por el Estado para consolidar su dominio de la masa popular. Una costumbre que había contaminado todos los quehaceres de la sociedad naturalizando todos sus vicios.
Hasta la llegada de Milei y su nuevo orden, desde tiempo inmemorial, la clase política argentina, oficialista u opositora, siempre se había beneficiado, y sus referentes habían actuado siempre según lo que más le conviniera a cada uno, o a su sector. En ese rubro nunca importaron, ni las ideologías, ni algún interés superior, solo importó el beneficio personal. Así fue desde las bases hasta las cúpulas, mientras que quienes quedaron afuera mantuvieron sus esperanzas de acceder para salvarse. Tal fue así que la política se convirtió en la carrera más elegida por la juventud.
Por otro lado, el grueso de la dirigencia de la sociedad civil, el empresariado, el gremialismo, el periodismo, la justicia, y hasta la curia, supieron acomodarse a aquel modelo, abandonando cualquier fidelidad a la sociedad o comunidad que pertenecieran. O, mejor dicho, traicionándola lisa y llanamente. Desde los sindicatos hasta las cooperadoras de las escuelas, la mayoría cultivó la misma costumbre, en favor o en contra según conviniera el caso, pero todos divorciados de los intereses que debían perseguir.
De ese modo, todos ellos encontraron en aquel orden su zona de confort, y adscribieron a esa cultura populista sin importarles la realidad del resto de los argentinos, quienes terminaron pagando un costo alto en términos de pobreza, inflación, deseducación, inseguridad, injusticia, etcétera. Precisamente por eso el pueblo eligió a Milei: para teminar con esa cultura populista sin importar el costo que hubiera que pagar.
Ahora bien, hoy, a poco de cumplirse el primer año de este nuevo orden, y a pesar de múltiples señales de que estamos en el camino correcto, muchos aún no entendieron el nuevo orden, o se resisten al mismo, o aún tienen esperanzas de que se caiga para poder volver al pasado. Insisten en rechazar el nuevo orden, y con éste la meritocracia, la justicia, las obligaciones, el trabajo como generador de bienestar y desarrollo, la libertad, etcétera.
Tan naturalizado está todavía aquel modelo que, aún hoy, en todos los ámbitos, así en el Estado como en la sociedad civil, abunda gente que se aferra a los viejos dogmas, sea por ignorantes, sea por incapaces o sea por corruptos. Esa persistencia demuestra, precisamente, la gran falta de cuadros a la altura del nuevo orden, tanto en los gobiernos en sus distintos niveles, como en las instituciones intermedias. Una carencia que constituye el principal escollo del nuevo orden, y significa el principal enemigo que enfrentan, no solo Milei, sino, también, toda aquella dirigencia que interpretó el cambio y quiere sumarse al mismo.
Frente a ésto, la situación exige de mucho apostolado, convirtiendo a necios, ignorantes e incrédulos al republicanismo. Caso contrario, cualquier pronóstico es reservado.
Norman Robson para Gualeguay21