4 octubre, 2024 5:11 pm
Rectángulo Image

El crimen de Jesús Fernández: El saldo íntimo de la tragedia entre ausencias y abandonos

El brutal homicidio de Jesús Fernández en las primeras horas del año nuevo dejó a una madre y a sus dos hijos solos frente a la vida. El mundo, tal cual lo concebían cuando brindaban en familia por un mejor año, en instantes se derrumbó en pedazos sobre ellos mismos. Pero el tiempo no se detiene, y la familia, en su intimidad, debe lidiar con las consecuencias y, así, sobrevivir a la situación. La pérdida impensada, su ausencia en la rutina diaria, la economía familiar, el proceso judicial, y los miedos, se sobrellevan estrechando los vínculos, entre ellos, y con el resto de su familia. Cómo juegan en este proceso la sociedad y el Estado.

Se trata de una joven mujer y sus dos hijos que, súbitamente, se vieron sumergidos en la locura de la tragedia. Irreversibles, los hechos impactaron en sus vidas, sencillamente, para siempre. De repente, se descubrieron en una realidad inesperada, donde reina el desconcierto y la injusticia. Una mañana se despertaron y Jesús ya no estaba entre ellos. El marido, el padre, el hijo, el trabajador, el amigo, el vecino, ya no estaba, y solo quedó en su entorno un revoltijo desordenado de emociones: tristeza, dolor, vacío, angustia, y los infaltables miedos.

A partir de aquella mañana, debieron enfrentar el desafío de sobrevivir a la ausencia repentina e inesperada del hombre de la casa, del socio en ese emprendimiento llamado familia, y de sus roles: desde su compañía, su confianza, y su aliento, hasta su aporte en las decisiones, en la economía y en la seguridad. Una de las dos patas con que marchaba la familia ya no estaba, y de ella solo quedaban sus inolvidables huellas señalando su destino.

El problema es que, por más grande que sea nuestro dolor, el mundo no se detiene, y sigue girando como si nada, impiadoso, hasta indiferente. Así es que al trauma emocional se suman los gastos: los propios del momento más los de siempre, y hay que afrontarlos. Ese es el desafío entre el sufrimiento y la responsabilidad de seguir. El luto no detiene la vida.

Valeria y sus hijos hoy enfrentan sus compromisos, sus necesidades, y su búsqueda de justicia, aferrados unos a otros, blindados por el resto de la familia y amigos. Afortunadamente, ese trozo de barrio en calles Patagonia y Narvarte, sobre la Ruta 136, se ha convertido en un fuerte para ellos, dentro del cual los ayudan y los protegen. Pero eso no exime a la sociedad, ni al Estado, de estar presentes.

En el caso de los Fernández, quienes por cuestiones legales no podrán percibir la quincena que Jesús no pudo cobrar, ya dejan de gozar de la obra social, y deben esperar los debidos procesos para obtener alguna pensión, el Sindicato de la Carne, gremio al cual estaba afiliado Jesús, se hizo presente desde un principio colaborando con lo que esté a su alcance. Pero nadie más, ni nada más, y la demanda es grande, ya que esta situación, aparte de complicar su sustento diario, los deja desprotegidos justo cuando más lo precisan. Por ejemplo, no le permite a la familia acceder al apoyo sicológico necesario en el marco de este trauma.

Por otro lado, enfrentar el proceso de la Justicia contra la horda de energúmenos que le quitaron la vida a Jesús no es fácil. Amenazas en gritos y señas, una entrada a la casa, y otras situaciones afectan el ya debilitado ánimo de Valeria y los chicos. Los miedos, quieran o no, se resistan o no, se filtran en sus vidas derribando sus voluntades. La idea de algún gurí pasando en moto, ya no haciendo señas, sino a los tiros de verdad, estremecería a cualquiera. Pero, en su caso, la valentía va por otro lado: en la búsqueda de justicia, como una obsesión que le da sentido a su vida en estos delicados momentos.

Ahora bien, la pregunta es qué pasa cuando la familia de un asesinado queda sola, vulnerable, sin un gremio o una gran familia y amigos que la blinden. ¿Cómo hace para sobrevivir? Acaso no debería existir algún sistema de protección general e integral que se dispare en estos casos. Un sistema que los proteja económicamente hasta se resuelva su situación, que los proteja emocionalmente con la asistencia profesional necesaria, que proteja su integridad de cualquier represalia de parte de quienes ocasionaron su situación.

¿En ese amplio abanico de derechos y beneficios por el que todos los políticos se rajan las vestiduras, no debería existir alguno que proteja a la creciente cantidad de familias devastadas por la cada vez mayor inseguridad…?

Norman Robson para Gualeguay21

× HOLA!