El Destino Entre Ríos: Una oportunidad que está siendo desaprovechada
Si bien se acostumbraba entender como economía regional a toda aquella otra actividad agrícola no tan masiva, otras definiciones, más actuales, ya la consideran como una cadena de alto valor agregado, con una mayor participación de la mano de obra, e identificada con un territorio o región. Al concebir el sistema turístico entrerriano como una economía regional descubrimos que estamos perdiendo una valiosa oportunidad.
En la actualidad, el concepto de economías regionales ya no se circunscribe solo a aquellas producciones agrícolas que no son masivas e intensivas de commodities, sino que ya se trata de distintas cadenas de valor que pueden involucrar producciones agropecuarias, industrializaciones, comercios, servicios, o, bien, combinaciones de éstas.
Se trata de pymes y mipymes que basan su competitividad en las ventajas que encuentran en su región, integrando cadenas de alto valor agregado, en particular de mano de obra, aunque trabajando en condiciones a veces precarias, gerenciadas por gestiones familiares y artesanales, sin los recursos de las grandes empresas, pero compartiendo con ellas los mismos problemas. A pesar de todo eso, son sectores que se distinguen por su gran potencial de empleo y crecimiento.
Por su parte, el servicio receptivo del turismo moderno, en su evolución, hoy ya ha incorporado a su tradicional transversalidad diversos argumentos vinculados a la producción, a la industria, al comercio, y/o a otros servicios. En la actualidad, dentro de un mismo destino, múltiples actores de distinto tipo y tamaño aportan su grano de arena a la cadena de valor del turismo, desarrollándose como economía regional.
Destino Entre Ríos
En la provincia, así como conforman economías regionales las cadenas de valor del arándano, de la miel, de la leche, también puede conformar la suya el turismo, integrando a ésta no solo las termas, las playas, la pesca, los carnavales, las fiestas, etcétera, sino, también, todo el universo del alojamiento y la gastronomía, e, incluso, todo el espectro comercial de oportunidad.
Cuando un turista ingresa a Entre Ríos, sea en su auto, o en colectivo, o como sea, lo hace con sus ahorros, con los cuales carga nafta, paga su alojamiento, contrata un guía, o paga su entrada a las termas, o a alguna fiesta, almuerza o cena en un restaurante, compra algo en el kiosco, un remedio en la farmacia, alguna artesanía de recuerdo, etcétera.
Al cabo de unos días, cuando el turista se va, dejó sus ahorros en el destino, generando ingreso de divisas, empleo, e inclina la balanza comercial, a la vez que aumenta el tributo al Estado en términos de impuestos.
De este modo, el sistema del turismo entrerriano, como economía regional, conforma una cadena de valor integrada por esos prestadores directos, semidirectos e indirectos. Tal vez la más amplia de la provincia.
Es por esto que el Destino Entre Ríos no puede medirse solo por sus 50 mil camas y otras 30 mil de camping, ya que sería muy injusto, sino que debe ser valorado, también, por los cientos de prestadores con sus atractivos, por los cubiertos que éstos disfrutan, por sus infinitos consumos, y, más que nada, por las miles y miles de personas que se ven beneficiadas en estos procesos económicos.
Es a partir de esta concepción del sistema, y reconociendo el potencial de sus patrimonios natural y cultural distribuidos por igual en todo el territorio provincial, que se deben plantear, y ejecutar, las políticas públicas que amplíen el destino, el cual se encuentra mucha más desarrollado en la costa del río Uruguay que en el resto de la provincia.
Tal es ésta desproporción que un 70 porciento de las camas totales están del lado del Uruguay, un 25 porciento del lado del Paraná y apenas el 5 porciento a lo largo del corredor central.
De esta manera, se concluye que la economía regional del turismo está subexplotada, abandonada por las políticas públicas, dejando afuera de su eventual potencial a miles de entrerrianos, y desperdiciando la valiosa oportunidad de desarrollo que representa la actividad turística.
Norman Robson para Gualeguay21