17 marzo, 2025 2:14 am
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El lado oscuro de la Justicia de Gualeguay: Capítulo V – El compromiso

Más allá de las presunciones e intuiciones, lo cierto e innegable a esta altura es que en la Justicia de Gualeguay existe una indiscutible carencia de compromiso con la propia justicia, tanto de parte de los agentes de Justicia como del foro local de abogados. Esto se ve reflejado en la realidad expuesta hasta ahora en un sinnúmero de ejemplos. En todos los casos el compromiso de unos y otros con la justicia ha estado ausente, tanto durante los procesos, como en sus desenlaces. Por acción u omisión, acusadores, defensores y juzgadores le dieron la espalda a la verdad y a los derechos.

A los fiscales nunca les importaron los hechos, sino la viabilidad de la acusación, sus estadísticas, o algún que otro aspecto, y los abogados, por alguna misteriosa razón, nunca supieron contrarrestar con su trabajo la falta a la verdad y la vulneración de derechos, mientras que los jueces solo se sacaron de encima los casos cuidando que no los afectara en lo personal. Ésto fue así en la más inocente de las interpretaciones.

El compromiso de los acusadores

En el caso de la Fiscalía, la lista de casos en lo que expuso su falta de compromiso con la justicia es extensa. Desde la causa del fideicomiso de Ascar, fabricando una acusación que nadie desconocía que era falsa, hasta la causa contra Casualde, con miles de dudas y una pena exagerada, fueron muchos los casos de alevosa indiferencia hacia lo justo que desnudan la falta de compromiso de los fiacames y, en especial, de sus jefes coordinadors.

Por lo tanto, si el compromiso es el interés en actuar respetando la verdad y los derechos, en el caso de los celulares, en 2016, contra la administración Erro, no hubo compromiso. En aquel entonces, el jefe de fiscales, Dardo Tortul, impidió el allanamiento del domicilio de Paola Rubattino, funcionaria de aquella gestión y su esposa en ese momento, aprovechándose de sus fueros. Esta fue una clara demostración de el compromiso es solo con ellos mismos.

Tampoco hubo compromiso en el caso Aldo Díaz, en particular en el proceder de Ramírez Carponi, quien llamó a una expareja de Aldo Díaz para convencerla de denunciar a su ex por violencia y abuso. Acá tampoco hubo compromiso.

Del mismo modo, también fue una falta de compromiso con la justicia, sino una traición a ésta, con incumplimiento de sus deberes, cuando la fiscalía de Tortul no quiso atender la denuncia de una víctima de acoso por parte de Wagner, días antes de que secuestrara a Micaela. 

Tampoco fue una muestra de compromiso cuando Tortul se apuró, por alguna razón, a incorporar a la familia de Benvenuto como querellantes cuando recién había desaparecido.

Por otro lado, las desprolijidades de la fiscal Josefina Beheran en la causa del robo a la escribanía Lacorazza, que le valió la libertad a los autores capturados con gran esfuerzo, tampoco indicó que existiera algún compromiso con la justicia.

La cantidad de ejemplos es larga. Demasiado larga: Los casos Veronesi, Pavón, Kablan, 80 Viviendas, Trezza, De Benedictis, Villabona, Grooming, Sombo, Perier, etcétera dan fe de esto. En todos los casos, los acusadores exhibieron una lamentable falta de compromiso con sus responsabilidades. 

El compromiso de los defensores

En el caso de las defensas, más allá de la desigualdad de armas que puede afectarlas, ésta no es suficiente excusa para la performance de injusticia que exhibe Gualeguay en esta última década, sino que, por acción u omisión, desnuda cierto grado de complicidad para con los jueces y los fiscales. Dicho de otra forma, tanta falta a la verdad, tanta violación de derechos, tanta doble vara, no puede tener lugar sin una connivencia, voluntaria o no, de parte de los abogados defensores. Por lo menos, deberían haber denunciado algo.

Son muchos los casos en que la inocencia de sus defendidos tuvo que ser probada por el Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos. Son muchos los casos en que sus clientes fueron condenados sin pruebas suficientes. Son muchos los juicios abreviados, pactados por su recomendación, que significaron una injusticia. Son muchas las causas elevadas a juicio sin haber colectado todas las pruebas suficientes. Son demasiados los condenados o los presos inocentes. Son demasiados casos de injusticia.

Más allá de esto, un capítulo aparte merecen las malas prácticas profesionales de algunos de éstos abogados, como no cumplir con su defendido, o como renunciar y abandonar intempestivamente a sus clientes, o como no trabajar en la producción de pruebas, o como promover juicios abreviados cuando su defendido es inocente, o como acordar con algún juez o fiscal estrategias que afecten a sus clientes.

Por ejemplo, en las causas Ascar, Kablan y Pavón resulta difícil comprender cómo no pudieron hacer nada contra el atropello jurídico de la Fiscalía y del Tribunal. También son difíciles de entender los demasiados casos en los que se conocen pruebas y testimonios que no fueron incorporados a las causas, como en los casos Díaz y Casualde, o procesos en que no se agotó la búsqueda de la verdad, como el de tantos.

Cabe señalar que quienes atraviesan este tipo de procesos, junto a sus familias, se encuentran muy vulnerables,  tanto por el desconocimiento como por el miedo, y ponen su vida en las manos de los abogados defensores, muchas veces hipotecando los ahorros de una vida. Lamentablemente, no son pocos los casos en que se aprovecharon de esa debilidad para traicionar la confianza en ellos depositada.

Una operatoria normal en este sentido es abusar de inocentes, desconocedores de cuestiones legales, y llevarlos todo el proceso sin producirles pruebas, y consolidar su traición dejando que se eleve a juicio la causa sin posibilidad de defenderse. En esa instancia, sino renuncian y dejan al inocente a la deriva, acuerdan con el fiscal ofrecerle una pena corta aunque efectiva en juicio abreviado, reconociéndose culpable, o afrontar un juicio en el que le prometen obtener exageradas penas.

Claro está que es comprensible que en algún caso no hayan podido defender a sus clientes. Nos consta. ¿Pero en tantos no pudieron?

El compromiso de los juzgadores

En el caso de los jueces, el pecado es aún mayor, porque consumaron las injusticias sin escrúpulo o piedad alguna por los procesados, solo cuidaron sus intereses particulares, faltando a su compromiso con la justicia. La sociedad les confió la justicia y por esa confianza les paga una fortuna mensual. Poe eso no es prácticamente posible que en las múltiples injusticias consumadas en el Tribunal, los jueces no supieran que se estaban equivocando, y que le estaban arruinando la vida a inocentes.

Tal es así que, ante algún cuestionamiento de alguna de sus víctimas han respondido, con total impunidad: “Total, en la instancia superior zafan”, indiferentes al daño que ese desprecio les causó y todavía causa. 

Garantías

Los juzgados de Garantías, los cuales deberían proteger los derechos vulnerados en los procesos abordados, han fallado. Tampoco han protegido a los ciudadanos inocentes de la mentira conveniente, ni de la violación de sus derechos, ni de la perversión de los procesos, ni de la manipulación de los códigos. Ni siquiera han protegido a los ciudadanos de la desidia de irresponsables abogados que afectaron, de forma irreversible, y con alevosía, los procesos de sus defendidos.

Conclusión

Sin lugar a dudas, las estadísticas demuestran que a quienes deben contribuir a la justicia con su compromiso con ella, ésta es la que menos les ha importado. A la Justicia de Gualeguay solo parecen importarle sus abultados salarios, o solo sus exagerados honorarios al foro de profesionales, ya que siempre parecen haber primado otros intereses en sus decisiones, cuando no algún extra trascendido pero imposible de probar. Sino basta ver cómo viven, cómo se mueven, cómo se conducen, y cómo justifican, con total caradurez, todas sus acciones, medidas y procederes.

Lo que sigue

VI – Los móviles

VII – Otras justicias

VIII – Los costos

IX – Los casos

X – Conclusiones

Norman Robson para Gualeguay21

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