El lado oscuro de la Justicia de Gualeguay: Capítulo V – El compromiso
Más allá de las presunciones e intuiciones, lo cierto e innegables es que existe una innegable carencia de compromiso con la Justicia, tanto de los agentes de Justicia como del foro local de abogados. Lamentablemente, la historia inmediata, con un sinnúmero de ejemplos, juega en contra de unos y otros, ya que el compromiso de las dos partes con la Justicia ha estado ausente, tanto durante los procesos, como en sus desenlaces. Por acción u omisión, acusadores, defensores y juzgadores le dieron la espalda a la verdad y a los derechos.
A los fiscales nunca les importaron los hechos, sino la viabilidad de la acusación, y sus estadísticas, y los abogados nunca supieron contrarrestar con su trabajo la falta a la verdad y la vulneración de derechos, mientras que los jueces solo se sacaron de encima los casos cuidando no los afecte en lo personal. Ésto en la más inocente de las alternativas.
Los acusadores
En el caso de la Fiscalía, la lista de casos en lo que expuso su falta de compromiso con la justicia es extensa. Desde la causa del fideicomiso de Ascar, fabricando una acusación que que nadie desconocía que era falsa, hasta la causa contra Casualde, con miles de dudas y una pena exagerada, fueron muchos los casos de alevosa indiferencia hacia la ley que exhiben la falta de compromiso con la Justicia.
El caso de los celulares contra la administración Erro, el entonces jefe de fiscales, Tortul, impidió el allanamiento del domicilio de Paola Rubattino, funcionaria de aquella gestión y su esposa en ese momento, aprovechándose de sus fueros, es una clara demostración de abuso, al igual que lo es el proceder de Ramírez Carponi llamando a exparejas de imputados para invitarlas a sumarse a las causas.
Del mismo modo, también fue una falta de compromiso con la justicia, sino una traición a esta, con incumplimiento de sus deberes, cuando no quisieron atender la denuncia de una víctima de acoso por parte de Wagner, días antes de que secuestrara a Micaela. Al igual que el haber incorporado a la familia de Benvenuto como querellantes cuando recién había desaparecido, y al igual que las desprolijidades en la causa del robo a la escribanía Lacorazza, que le valió la libertad a los autores capturados con gran esfuerzo.
En todos los casos, los acusadores exhibieron una total falta de compromiso con sus responsabilidades.
La defensa
En el caso de las defensas, más allá de la desigualdad de armas que las afecta, esta no es suficiente excusa para la performance de injusticia que exhibe Gualeguay en la última década, sino que, por acción u omisión, desnuda cierto grado de complicidad para con jueces y fiscales. Dicho de otra forma, tanta falta a la verdad, tanta violación de derechos, tanta doble vara, no puede tener lugar sin una connivencia, voluntaria o no, de parte de los abogados defensores.
Son muchos los casos en que la inocencia de sus defendidos tuvo que ser probada por el Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos. Son muchos los casos en que sus clientes fueron condenados sin pruebas suficientes. Son muchos los juicios abreviados, pactados por su recomendación, que significaron una injusticia. Son muchas las causas elevadas a juicio sin haber colectado todas las pruebas suficientes. Son demasiadas.
Más allá de esto, un capítulo aparte merecen las malas prácticas profesionales de algunos de éstos abogados, como no cumplir con su defendido, o como renunciar y abandonar intempestivamente a sus clientes, o como no trabajar en la producción de pruebas, o como promover juicios abreviados cuando su defendido es inocente, o como acordar con los fiscales estrategias que afecten a sus clientes.
Por ejemplo, en las causas Ascar, Kablan y Pavón resulta difícil comprender cómo no pudieron hacer nada contra el atropello jurídico de la Fiscalía y del Tribunal. También son difíciles de entender los demasiados casos en los que se conocen pruebas y testimonios que no fueron incorporados a las causas, como en los casos Díaz y Casualde, o procesos en que no se agotó la búsqueda de la verdad, como el de Villabona, o el de Pérez, o el de muchos condenados livianamente.
Cabe señalar que quienes atraviesan este tipo de procesos, junto a sus familias, se encuentran muy vulnerables, tanto por el desconocimiento como por el miedo producto de éste, y ponen su vida en las manos de los abogados defensores, muchas veces hipotecando los ahorros de una vida. Lamentablemente, no son pocos los casos en que se habrían aprovechado de esta debilidad.
Claro está que sería comprensible que en algún caso no hayan podido defender a sus clientes. ¿Pero en tantos?
Los juzgadores
En el caso de los jueces, el pecado es aún mayor, porque consumaron las injusticias sin escrúpulo o piedad alguna por los procesados, solo cuidaron sus intereses particulares, faltando a su compromiso con la justicia. Es prácticamente imposible que en las múltiples injusticias consumadas en el Tribunal, los jueces no supieran que se estaban equivocando, y que le estaban arruinando la vida a inocentes.
Tal es así que, ante algún cuestionamiento de alguna de sus víctimas han respondido con total impunidad: “Total, en la instancia superior zafan”, indiferentes al daño que ese desprecio les causó.
Conclusión
Sin lugar a dudas, las estadísticas demuestran que a quienes deben contribuir a la Justicia con su compromiso, ésta es lo que menos les ha importado. Solo sus abultados salarios, o sus exagerados honorarios. Sino basta ver cómo viven, cómo se mueven, y cómo se conducen.
Lo que sigue
VI – Los móviles
VII – Otras justicias
VIII – Los costos
IX – Los casos
X – Conclusiones
Norman Robson para Gualeguay21