El modelo con que se protege a la mujer no está resultando

.
Hasta hace un par de décadas atrás, el equilibrio entre el sexo débil y el fuerte se mantenía naturalmente según un estricto reparto de roles y responsabilidades. Pero como, desde un principio, existieron conflictos entre los más fuertes y las mas débiles, llegadas las leyes impusieron orden, paz y progreso. Así funcionó por siglos, hasta que el feminismo propuso e impuso una desigualdad legal para enfrentar la desigualdad natural, y así llegamos a la realidad de estos días.
En la Argentina, hasta la llegada de los modernos conceptos progresistas hoy vigentes, no hace mucho tiempo atrás, se utilizaba la calificación de crimen pasional para aquellos homicidios de violencia extrema, generalmente por impulso repentino, con los celos o la ira como móvil. Pero, desde hace un par de décadas, en el caso de mujeres asesinadas, y solo en esos casos, se consideró que la calificación de crimen pasional no cargaba justicia suficiente para algunos homicidios de mujeres.
En otras palabras, se entendió que ese concepto minimizaba la gravedad de la violencia contra la mujer y ocultaba la premeditación o el contexto de abuso previo, llevando a un enfoque equivocado del agresor varón, pero no así cuando la agresora era mujer.
Nacieron las políticas de género
De ese modo, en la actualidad, la Justicia argentina, a través de la Ley 26.485, entiende que la violencia de género es toda conducta, acción u omisión, basada en una relación desigual de poder, que afecta la vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, así como la seguridad personal de las mujeres y diversidades.
En consecuencia, se entiende que el femicidio es la muerte de una mujer causada por un hombre en ese marco, definida legalmente como el homicidio doloso a una mujer cometido por un hombre. Se distingue del homicidio ordinario por el móvil y el contexto referido, incluyendo desequilibrios de poder, discriminación y la existencia de estereotipos de género.
Ahora bien, con este nuevo orden, el Estado, que sigue siendo responsable exclusivo de normar la convivencia, de garantizar la seguridad de los ciudadanos y de impartir justicia, siempre preveniendo la violencia y promoviendo la paz y el progreso, para evitar cumplir con todo eso, rompió aquel equilibrio entre hombres y mujeres, por cierto frágil, y colocó a las mujeres en una mayor desigualdad en honor a su debilidad, y se borró del escenario.
Dicho de otra forma, para equilibrar las cosas y romper esa desigualdad del más fuerte sobre la más débil, creó una desigualdad jurídica, la cual, al ausentarse, a la vista está, no pacificó la convivencia, ni trajo justicia para uno u otro lado.
Las consecuencias
Este nuevo modelo de dividir y enfrentar hombres y mujeres terminó violentando y agravando la realidad aún más y en contra de ambos géneros, al grado de que los conflictos se naturalizan cada vez más, atentando contra la propia naturaleza de los individuos, sean del género que sean.
Como si todo esto no fuera suficiente, al mismo tiempo, se traicionó la igualdad de oportunidades imponiendo la participación femenina con cupos. Cupos allá y cupos acá sin más acreditación o calificación qué ser mujer, como si faltaran argumentos para enfrentar aun más a los géneros.
Todo este desequilibrio contranatura viene demostrando desde hace años que no funciona, y eso se puede apreciar, y comprobar, en la cantidad de mujeres inocentes asesinadas por hombres y en la cantidad de hombres inocentes presos por mujeres.
En otras palabras, el modelo surgido de las famosas políticas de género, dándole a la mujer un poder legal por sobre el hombre que contrarreste el poder físico natural del éste sobre ella, ha instalado y naturalizado la injusticia y, a partir de ésta, ha normalizado la violencia en toda la convivencia social, política y económica, aumentando las víctimas de uno y otro género, unas muertas y otros presos.
Si querían dividir para reinar, sin dudas lo lograron, y las majadas no hacen ni meeee.
¿La solución?
Si aceptanos que uno de los problemas radica en la ausencia del estado, una de las soluciones, por lo menos, sería volver al orden original, pero con un Estado activamente presente que vuelva a ser el responsable exclusivo de normar la convivencia, que vuelva a garantizar la seguridad de los ciudadanos y que imparta justicia efectivamente, siempre previniendo la violencia y promoviendo la paz y el progreso. Solo así tendremos la justicia que todos merecemos, sin importar el sexo ni lo que querramos hacer con el.
Norman Robson para Gualeguay21