El otro patrimonio gualeyo: Más allá de la galleta, el carnaval y su cultura
Todas las ciudades del mundo atesoran algún patrimonio, algo que las caracteriza y, a la vez, las enriquece. En general se refiere a cuestiones tangibles o intangibles vinculadas con el lugar, su historia, o sus costumbres. Las pirámides de Egipto, la torre de Pizza, el carnaval de Río, la fiesta de San Fermín, el Taj Mahal de India, el sushi de Tokio, la tarantela de Nápoles, la tribu Watussi de Sudan, y los mariachis de Guadalajara son buenos ejemplos de patrimonios. Gualeguay también tiene algo que la distingue, aparte de su galleta, de su carnaval, y de ser capital de la cultura entrerriana.
Se trata de un patrimonio poderosamente llamativo que tiene lugar en la ciudad, y que se puede apreciar, o experimentar, tanto de día como de noche, pero en particular en las lunas de los fines de semana. Para poder descubrirlo, basta salir al circuito gualeyo de lugares de encuentro y eventos. Cuando ocurre de día, este fenómeno patrimonial puede encandilar más que el sol, mientras que si se da de noche, puede opacar a las estrellas y avergonzar a la luna, pero de ninguna manera tiene algo que ver con los astros, ni con nada de la bóveda celeste.
Por otro lado, aunque no se trate de construcciones, este patrimonio cuenta con exquisitos monumentos. Aunque no se trate de excéntricas fiestas, siempre es el centro de ellas. Aunque no se trate de comidas, incluye sabores inolvidables. Y, aunque no se trate de piezas artísticas, definitivamente, cada uno de los componentes de este fenomenal patrimonio es una obra de arte.
Para poder disfrutar de este patrimonio, basta visitar el Parque o la Costanera, o mezclarse entre los espectadores de algún encuentro deportivo. Pero es de noche cuando este fenómeno despliega todo su esplendor, y se lo puede apreciar en algún evento del Club Social, o en una bailanta popular en Yaguarí, o en algún baile de club, o en algún pub, restó o boliche. En cualquiera de estos casos, esta maravilla extraordinaria se despliega con todo su brillo, sustanciándose como un patrimonio de belleza y sensualidad sin igual, y por el cual Gualeguay se destaca más que por su galleta, su carnaval, y su cultura.
Sí. Son ellas, sean jóvenes o veteranas, altas o bajas, flacas o gordas, blancas o morenas, rubias, pelirrojas o morochas, el alma de nuestro patrimonio, nuestra riqueza sin igual: las mujeres. Todas y cada una, a sus ya atractivos atributos naturales, y de por sí seductores, le suma makeup, peinado, el ropero, y las cadencias y poses particulares de su percha. Y, como si esto fuera poco, cada una le agrega su dosis secreta de ese no sé qué, y una precisa pizca de sex-appeal, que van dosificando con su mirada, y sus movimientos, durante toda su exhibición.
En definitiva, se trata de un fenómeno de magia y luz, una extraordinaria maravilla de encantos, que deja en quienes lo descubren una inolvidable experiencia.
Mujeres, sí, hermosas mujeres gualeyas, nativas o por opción, que, aunque la costumbre no nos deja apreciarlo en nuestra rutinaria vida diaria, componen un extraordinario patrimonio que enriquece a nuestra ciudad y, muy particularmente, a sus hombres, que aún no saben lo ricos y afortunados que son.
Norman Robson para Gualeguay21