El primer contacto con la gripe define la respuesta inmunológica
El sistema inmune atraviesa cambios a lo largo de la vida: evoluciona desde una fase de desarrollo y adaptación en bebés y niños, alcanza su máxima madurez en la adultez y experimenta una disminución gradual de funciones durante la edad adulta. Por lo tanto, la calidad de la respuesta inmune inicial al virus de la gripe es crucial, ya que determina cómo nuestro sistema inmunológico responderá en el futuro. Para un virus que cambia todos los años como el de la influenza, es clave contar con vacunas antigripales capaces de otorgar una primera inmunidad amplia contra una variedad de cepas de influenza estacionales y pandémicas.
Se estima que cada año unas mil millones de personas en todo el mundo se infectan con el virus de la influenza, una enfermedad respiratoria muy contagiosa que puede ser muy grave especialmente en ciertos grupos de alto riesgo. Se calcula que las epidemias anuales de gripe causan en el mundo de 3 a 5 millones de casos graves y entre 290.000 a 650.000 muertes. Se trata de un virus que cambia todos los años por eso la vacunación antigripal anual es la mejor herramienta para reducir las complicaciones, hospitalizaciones, secuelas y muertes ocasionadas por el virus influenza, ayudando a proteger a las personas vulnerables y reduciendo su impacto en el sistema de salud.
Recientemente durante el “Flu Forum” (Foro de la Gripe), un encuentro anual de actualización científica que reúne a los principales expertos del país donde se presentan las últimas novedades en torno a la influenza, los especialistas abordaron el impacto que tiene en el sistema inmunológico el primer contacto con el virus de la gripe e introdujeron el concepto de `immunoimprinting`. “Este término refiere a la calidad de la respuesta inmune que se genera luego del primer contacto con un virus, ya sea por vacuna o una infección por el virus salvaje. Hablamos de la memoria inmunológica que tenemos frente a un virus y cómo este primer contacto condiciona y limita la respuesta posterior”, explicó el doctor Jorge Geffner, inmunólogo, director del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS) de la Facultad de Medicina (UBA) e investigador superior del CONICET.
El concepto “immunoimprinting” fue descripto por primera vez en 1960, por Thomas Francis Jr. (bajo el nombre de: “pecado original antigénico”), al estudiar la respuesta del organismo frente a la vacunación antigripal, y donde pudo observarse que las personas revacunadas presentaban una menor respuesta inmune frente a los que no se habían vacunado previamente, dando cuenta de que la huella inmunológica dejada por el primer contacto con el virus, determina la futura respuesta frente a cepas similares.
“Si nosotros tenemos un primer contacto con un virus influenza A y a los dos años tenemos nuevamente un contacto con un virus influenza A que ha mutado aún cuando nos vacunemos contra ese segundo virus, vamos a seguir teniendo una respuesta muy eficiente contra el primero y un poco menos eficiente contra el segundo. En un sentido genérico lo viejo se impone frente a lo nuevo y, en el campo de la influenza que es un virus tan cambiante por el que actualizamos las vacunas año a año, es una problemática a superar”, ejemplificó Geffner.
Las respuestas de anticuerpos a las infecciones por influenza en la primera infancia se recordarán más adelante al exponerse a cepas virales antigénicamente distintas del mismo virus. Durante la pandemia de gripe A/H1N1 de 2009 pudo observarse un impacto menor en el sistema inmunitario de los adultos mayores, protegidos por respuestas generadas frente a cepas más similares que habían circulado antes de 1957. Sin embargo, tuvo un mayor impacto en las personas de 30 y 40 años, cuyos sistemas inmunitarios no habían visto nada similar antes.
En este sentido, las vacunas que sean capaces de otorgar una primera inmunidad amplia, deberían ser el objetivo de las vacunas actuales y futuras buscando una importante “huella inmunológica” inicial para respuestas protectoras futuras contra una variedad de cepas de influenza estacionales y pandémicas. “La efectividad de la vacuna antigripal claramente se ve afectada por el inmunoimprintig pero también, entre otros factores, va a depender del nivel de compatibilidad o ´macheo´ que existe entre el componente de la vacuna y el virus circulante. Cuanto más cercano sea el macheo mayor será la eficacia”, detalló Geffner.
Según su tecnología de producción, en Argentina existen dos tipos de vacunas, aquellas desarrolladas con la tecnología tradicional de producción en huevo y la desarrollada con tecnología de cultivo celular. “Hay ciertas técnicas usadas para la fabricación de vacunas que dan un pasito adelante. Cuando uno produce vacunas en huevo hay un proceso de adaptación del virus y en algún sentido le damos tiempo a que cambie; mientras que la producción de vacunas sobre líneas celulares limita esa variabilidad y tienen un mejor macheo”, afirmó Geffner.
Gualeguay21