Ensayo sobre gobierno y participación
De cara al futuro, y para enfrentar los desafíos que éste nos depara, una mejora sustancial de nuestra calidad institucional se hace indispensable, sino vital. Para lograr esa mejora, es requisito “sine qua non” una mayor participación política, tan masiva como madura y comprometida, fundada en un conocimiento cabal y completo de la realidad. Masiva porque el desafío así lo exige, ya que de a uno no salimos de este entuerto. Madura porque debemos estar a la altura de la nueva realidad. Comprometida porque debemos entender que de esa participación depende nuestro porvenir. Este ensayo brinda una visión sobre el tema.
En un taller sobre Diagnóstico Participativo organizado ayer, en el marco del Programa Entre Ríos 2030, por la Fundación Hacemos y la Fundación Konrad Adenauer, se abordaron la calidad institucional y el presupuesto público con el objeto se idear mejoras en la realidad provincial. De ese ejercicio, moderado por la Dra. María Alejandra Viola, Presidente de la Fundación Hacemos, y por el Mgter. Alejandro Mildenberger, responsable del programa, resulta el siguiente ensayo.
Entre Ríos ha sido bendecida con fortalezas y oportunidades únicas que la distinguen del resto del concierto nacional. Patrimonios naturales y culturales que, sumados a un valioso capital social y a una conveniente ubicación geográfica, hacen de esta provincia un estado de gran valor estratégico para la región. Pero el Estado ha sido indiferente a eso y ha desperdiciado décadas de oportunidades. Prueba de esto es nuestra realidad social y económica
Es muy común que escuchemos, o digamos, que la Argentina es un país generoso. Ciertamente, esa generosidad para con sus riquezas y la que le ha permitido al país sobrevivir sin gobernar. Ni los gobiernos locales, ni los provinciales, ni, mucho menos, los nacionales, de los últimos siglos, necesitaron gobernar para sobrellevar sus gestiones. La riqueza del suelo siempre bastó y sobró para solventar las pretensiones de las distintas castas políticas que gobernaron. Pero el nuevo orden post-pandémico impone un nuevo escenario, en el cual es indispensable afinar el lápiz.
Cualquier escenario a futuro que se plantee hoy exige un nivel de gobernanza al cual no estamos acostumbrados, menos preparados, ni los dirigentes, ni los gobernados. Para adquirir ese nivel de gobernanza olvidado, necesitamos, de modo urgente, mejorar la calidad institucional, y, para eso, debemos lograr una participación masiva en política, concertada a partir del compromiso y del conocimiento. Sin lugar a dudas, el desafío es grande.
De este modo, el punto de partida es una sociedad más politicamente consciente, y, a partir de allí, más comprometida y con más conocimientos sobre la realidad. Entonces, la pregunta del millón es cómo lograrlo. No es tan difícil. Primero hay que informar para formar. Es preciso que la sociedad sepa que sufre las consecuencias de no saber porqué debe participar. Del siguiente ejemplo se desprende que la responsabilidad en la información pública no se agota en publicarla o difundirla, sino en explicarla en toda su dimensión.
Por ejemplo, muchos conocemos la importancia del presupuesto público, muchos podemos leerlo, analizarlo y evaluarlo, pero son muchísimos más los que no tienen idea de lo que es, ni de lo que hay en juego cuando se hace y se vota. O sea que el presupuesto público puede ser público, pero la gran mayoría desconoce que eso definirá su vida y la de sus vecinos. No saben que ese presupuesto determinará cuánto pagará de impuestos, y cuál será, en contrapartida, su acceso a la salud, a la educación, a la seguridad, a la justicia, etcétera, etcétera. Entonces… ¿De qué sirve que el presupuesto sea público?
Una vez que la sociedad comience a magnificar la importancia y trascendencia de la política en sus vidas, entenderá que no puede dejar en manos de cualquiera su realidad y su porvenir. De ese modo, no solo se predispondrá a participar, sino que, también, se comprometerá con sus objetivos, y, así, se irá revirtiendo esta cultura de abulia e indiferencia que deja al país, a las provincias y a sus pueblos, a la deriva.
De esta participación política, sea de la forma que sea, y en el contexto que se dé, pero canalizadas a través de la sociedad civil, deberán surgir propuestas que puedan traducirse en políticas públicas, que nutran una planificación estratégica consensuada que imponga una agenda a los gobiernos. En otras palabras, una participación enriquecida en conocimiento y compromiso deberá obligar al poder político a gobernar según las pautas de una planificación estratégica consensuada.
Ahora bien, entendiendo que la realidad se conoce íntimamente en el territorio, y allí es donde se conocen las necesidades y expectativas, es allí donde deben surgir las propuestas que se conviertan en políticas públicas. Éstas, de cada territorio, son las que deberán nutrir la agenda política de la provincia, la cual, junto a aquellas de las demás provincias, deberán nutrir la agenda nacional. Dicho de otra forma, un gobierno provincial, y menos uno nacional, tiene el conocimiento de primera mano que tienen aquellos gobiernos municipales.
Por lo tanto, la participación política masiva debe gestarse en los territorios, a partir de un extensionismo, o apostolado, que forme a la sociedad en política y, a partir de esa formación, se genere el compromiso necesario. Una vez lograda, ésta develará necesidades que se convertirán en políticas públicas que las resuelvan, imponiendo así una agenda a los gobiernos. De ese modo, por la prepotencia del conocimiento y del compromiso en consenso, la calidad institucional en general se verá obligada a mejorar.
En definitiva, cualquier mejora de la calidad institucional, o de la gobernanza, nunca será por iniciativa de algún gobierno, sino que, indefectiblemente, será por iniciativa de la sociedad a través de su participación política.
Norman Robson para Gualeguay21