Entre la alegoría de las cavernas y la realidad del living con tele y play
La Alegoría de la Caverna, escrita por Platón en el siglo IV antes de Cristo, sigue siendo, sin dudas, la representación más gráfica y completa sobre la relación del hombre y el conocimiento. En ese relato, el filósofo griego ejemplificó la actitud del ser humano frente a la realidad. Para una mejor comprensión de aquel ejemplo puede resultar útil recrear aquella historia de ficción en una caverna con lo que ocurre en la realidad de un living con televisión, cable y playstation. Lo forzado ahora es voluntario.
Al igual que en la alegoría de la caverna de Platón, donde hay que imaginar a esclavos en una cueva oscura donde enfrentan una gran pared en la cual se reflejan sombras de la vida, en nuestra realidad del living imaginamos a personas, también a oscuras, enfrentando una gran pantalla. Si bien, en aquella caverna, la gente estaba atada desde chiquita, de modo que solo pudieran mirar hacia la pared delante de ellos, sin poder girar la cabeza, en el living las personas se entregan voluntariamente al encanto de los aparatos.
Un encanto tal vez más fuerte que las ligaduras y cadenas utilizada en la caverna de Platón, pues domina la propia voluntad de estos esclavos modernos, quienes eligen la pantalla por sobre cualquier otra actividad.
Por esa pantalla, en lugar de la vida representada por las sombras de hombres y mujeres yendo y viniendo con cosas, hablando y gritando, como en las cavernas de Platón, estos esclavos voluntarios del living ven una vida en vivos colores. La pantalla les ofrece películas, series, novelas, competencias, informativos y juegos, pero el rectángulo solo solo les puede mostrar una parte de la realidad, y desde un lugar determinado, oriwntacion y ángulo que nadie puede cambiar. Nadie puede girar el lente y ver qué pasa atrás, o a los costados, o ver lo que pasa desde otro punto.
En ambos casos, tanto en las oscuridad de las cavernas de Platón como en la de un living moderno, lo que ven los esclavos son solo reflejos distorsionados de una realidad que, quienes la miran, de tanto mirarla, y por ser lo único que ven, están convencidos de que es la realidad. Tanto en la pared como en la pantalla, los espectadores ven una versión muy sesgada, parcial, o incompleta, de la realidad.
Ahora bien, al igual que en la caverna de Platón, imaginemos que en algún momento, una de esas personas se suelta, va hacia la realidad y la enfrenta. ¿La creerá? Sin dudas, no la aceptará. Así como en la caverna no reconoce el origen de sus sombras, tampoco podrá reconocer aquello que no muestra la pantalla, y solo creerá lo que ésta le muestra.
Pero si, con gran esfuerzo, y mucha suerte, el destino, o la casualidad, lograra convencer a alguno de éstos esclavos de que lo que estaba viendo no era la realidad, seguro volvería corriendo a advertirle a los otros que lo que ven no es toda la realidad, y, sin dudas, terminaría linchado por interrumpir lo que estaban viendo con alocadas estupideces.
De este modo, aquello expuesto por Platón en la alegoría de la caverna queda convalidado por la realidad de un living cualquiera de la modernidad, donde, sin siquiera ser obligados, sino voluntariamente, se privilegia el ver y oir por sobre el sentir y experimentar, lo parcial o sesgado, por sobre lo real. Hoy, en el living, eligen la comodidad de creer y confiar por sobre el esfuerzo de saber y conocer. Eligen ser esclavos por sobre ser libres.
Norman Robson para Gualeguay21