Érase una vez un barrio, un gurí y una promesa insospechada
Es una mañana fría en el barrio. Es lunes, como hoy, y el cielo está azul. Por las calles de tierra marchan los vecinos cada uno a su trabajo. En la canchita se puede apreciar la helada caída. Ayer hubo partido y se habían encontrado todos. Hasta el Mencho jugó, retirado de Talleres el año pasado. En este barrio el fútbol no distingue géneros, lo juegan ellas y ellos por igual. Hoy están todos ocupados con una changa o un mandado, así que Franco los lleva a él y a la Aye a la salita. Ahí van, cada uno de cada mano. Los tres guricitos están impecables, prolijos, otra cosa serán a la vuelta. Es el primer julio del nuevo siglo.
El Molino es uno de los barrios más humildes de Gualeguay, pero se respira fútbol como en ningún otro. Si te descuidás, ahí las mujeres juegan más que los hombres, si no preguntale a las Medina Bello, a su mamá. Pajarito los cruza y los saluda. “Pórtense bien”, les dice, poniéndose serio. Al fondo, los primeros humos del basural llegan al cielo. Ya van llegando al jardín Rayito de Sol, donde los espera la Seño Nego, con los brazos abiertos. Es su primer año de jardinera, y es toda paciencia, es todo cariño.
El que entra a la salita, ahora de la mano de la seño, es él, el hijo de la Gogó y del Gringo, el regalón de la Pichi y el Carlitos, sus abues. Cumplió tres añitos en enero. Dentro de la salita es un señorito inglés, se porta super bien, pero cuando sale, lo primero que hace es buscar algo con que inventar una pelota y correr atrás. Ya es de Boca. Ya dicen que quiere ser como mamá y papá, ambos muy buenos jugadores.
Los corazones de ese barrio supieron latir junto al del Mencho, en Racing, en River, en la Selección, pero, retirado su ídolo, ya buscan uno nuevo. Los del Molino están acostumbrados a parir buenos jugadores, y seguirán estándolo. El Chueco Barreto, el Chulenga Bustamante, el Galería Albornoz, el propio Gringo Martínez, el Pelé Díaz, el Lobizón Osorio, el Damián Carcacha…
Lo que no saben en el Molino es que entre ese paisaje cotidiano de casitas modestas, calles olvidadas y sitios baldíos, con la fábrica abandonada de fondo, crece una promesa insospechada, inimaginable, de esas que el destino tiene guardada solo para premiar pasiones. Nadie sospecha que ese gurrumín que vuelve de la salita a los saltos, pateando lo que encuentre a su paso, será bicampeon de América y campeón del Mundo y superará al ídolo, al Mencho.
El gurí se llama Lisandro, pero le dicen Lichi, de apellido Martínez, hijo del Molino, que se criará en Urquiza y Libertad, que se formará en Defensa y Justicia, que lo bautizarán en Ámsterdam como el carnicero del Ajax, que se vestirá de rojo para hacer hinchas en el Manchester, que alzará copas, copas como las de América y la del Mundo, embanderado en celeste y blanco. Lichi, de Gualeguay.
Norman Robson para Gualeguay21
Fotos gentileza de Juana Corvalán