Estas Pascuas, tan judías como cristianas
La Última Cena no fue otra que la celebración de un seder de Pesaj, la cena tradicional de la Pascua judía. Jesús, como rabino y maestro, conducía en su comunidad de vida junto a sus discípulos la cena festiva resignificando los símbolos tradicionales judíos en lo que constituiría la eucaristía.
Así el pan ácimo, la matzá, la ofreció como cuerpo, y el vino del kidush de la santificación del tiempo y de la memoria lo hizo evocación de su sangre. El cordero pascual ofrendado en Pesaj y compartido con el pan ácimo y las hierbas amargas eran recuerdo tanto de la esclavitud en Egipto como memoria y celebración de la liberación de la opresión humana. Así, con profundas y claras raíces judías, la tradición cristiana proclamó a Jesús cordero de D-s y su ofrenda, el sacrificio del hijo, para la redención de los pecados humanos.
Para ambas tradiciones, la humanidad es un devenir, un camino en el que debemos desplegar lo humano que decimos ser y que aún esta pendiente en nuestro hacer. Estos días de celebración son de reflexión respecto a los valores esenciales que proponemos desplegar en una Argentina por la que rezamos y trabajamos en su más plena bendición, la de la redención. Redención en nuestro país que no es sólo celebración litúrgica sino redimir lo humano en la dignidad del pan y del trabajo, para ser invitados todos sin exclusión alguna al banquete festivo de la vida y la mesa compartida como bendición de ser humanos.
Celebramos en estos días la redención como memoria y la comprometemos como presente, en la obra de nuestro ser. Redención judía, por la celebración del éxodo en el que cada generación debe verse saliendo de Egipto hoy como ayer, liberándose de las actuales opresiones y velando por la libertad del ser humano; fiesta de la primavera para un nuevo renacer en la imagen y semejanza de lo divino y en la bendición del suelo que dé sustento a nuestro ser.
Estas Pascuas, tan judías y tan cristianas, tienen la celebración común de lo mesiánico. Implican redimir el mundo y lo humano en imagen y semejanza de lo divino. Son una celebración del tronco común judeocristiano, en el que podemos ver la raíz profunda que compartimos, mas allá de las ramas que dieron diferentes frutos para una misma cosecha, la de la gran familia que somos.
Si al Mesías lo espera con fe completa la tradición judía y si fue recibido y proclamado en Jesús como Cristo por la tradición cristiana, esta importante diferencia —que debemos aceptar y valorar como tal en la riqueza singular de cada una de nuestras tradiciones— no deben alejarnos de la común unidad que somos.
Juntos rezamos y trabajamos por hacer mesiánico un nuevo tiempo donde el amor, la justicia y la paz nos encuentren celebrando como hermanos.
Rabino Sergio Bergman