Gualeguay, Argentina: Donde los virtuosos y destacados deben ser buenos mendigos
La pasión, según en qué lugar del mundo se te ocurra nacer, sí que puede ser ingrata. Si te tocó nacer argentino, tener condiciones parece un castigo, y si te tocó nacer gualeyo, ni te cuento. A nuestro tenor Flavio Fumaneri lo invitaron a cantar en Corea del Sur, y a nuestro jugador de hockey Horacio Peccin lo invitaron a jugar con el seleccionado argentino master en Sudáfrica. El mundo los quiere ver porque demostraron que hacen bien lo suyo, pero lo que no sabe el mundo es que Flavio y Horacio nacieron en Gualeguay, en la provincia de Entre Ríos, en la Argentina, donde nada de todo esto vale. Por estos pagos, los virtuosos, los destacados, deben ser buenos mendigos.
En la noche de ayer viernes, dos eventos tuvieron lugar en la ciudad de Gualeguay: un concierto en el Club Social y una conferencia en el Teatro Italia. En el primero, el concierto “De Gualeguay al mundo” convocó al tenor Victor Echeverria, a la soprano Ivana Ledesma, al pianista César Rojas, y al propio Flavio Fumaneri, para recaudar dinero para que éste último pueda viajar a Corea del Sur, a donde fue invitado a cantar. En el segundo, la conferencia “Superarse es ganar”, convocó al ultramaratonista argentino Sebastián Armenault a compartir su historia de vida para recaudar dinero para que Horacio Peccín pueda costearse su viaje al Mundial de Sudáfrica con el seleccionado máster de hockey sobre césped.
Convengamos que ser invitado a cantar en Corea del Sur, o a jugar un mundial con la selección nacional, no es algo que le pase a cualquiera todos los días, sino que es el fruto de un talento, el cual, a su vez, es producto del esfuerzo, de la conducta, de un camino de virtudes en el cual solo unos pocos virtuosos se destacan. En otras palabras, en la noche de ayer, el talento gualeyo debió salir a mendigar, a “manguear”, a “pedigüeñar”. O sea que Flavio y Horacio, por estos días, en lugar de estar ensayando o entrenando para su oportunidad en la vida y en el mundo, debieron, y aún deben, estar “con el corazón en la mano” haciendo “malabarismos” para juntar la plata y, así, poder viajar.
Si de este tipo de oportunidades se trata, y del desafío de poder financiarlas, mucho pueden contarnos otros muchos hijos de Gualeguay. Por ejemplo, Daniel Dalbo, el palista local reconocido en el mundo, debió “remarla” y mucho para poder viajar. O Maxi Gómez y Sebastián Tolosa, la pareja de ciclismo adaptado que, días pasados, sin pena ni gloria, quedó tercera en la copa del mundo realizada en Alemania. O Dylan Giménez, la promesa gualeya en danza que hoy hace maravillas para capacitarse en el Teatro Colón. O Las Guitarras Gualeyas de Juan Martín Caraballo, Nadia Ojeda y Valentín Cosso, que hoy, en silencio, están de gira por España y Francia. O Pablo Cosso, para cumplir a nado algún desafío.
Si el Estado debe o no costear estas oportunidades para sus hijos puede ser una cuestión de debate, pero una mirada al mundo demuestra que el destino de los subsidios en el primer mundo es muy distinto al que se le da por estos pagos. Mientras en muchos países se premia, alienta y financia a los virtuosos que se destacan en el deporte y en la cultura, en nuestro país, en nuestra provincia, en nuestra ciudad, éstas cosas “no garpan”. Por acá es “mejor negocio” financiar militantes y potenciales votos. Ni siquiera “garpan” como noticias, ya que sus proezas o éxitos apenas ocupan algún tibio titular en los medios, cuando deberían ser motivo de celebración de toda la sociedad.
Ayer, el capitán de la selección master de hockey sobre césped, que acompaña a Peccín en toda está peregrinación financiera, compartió con el auditorio del Teatro Italia las emociones contradictorias de quienes representan a la Argentina en el deporte amateur. Contó que así como se enorgullecen hasta las lágrimas al cantar el Himno Nacional con la camiseta celeste y blanca, se avergüenzan cuando después de cada partido, no solo no pueden regalarla, sino que deben lavarla, porque es la única que tienen. A pesar de ser terceros a nivel mundial, las diferencias con las demás delegaciones son abismales. Ni uniformes tienen, cuando las demás hasta plotean sus colectivos.
Lamentablemente, el mensaje de todo esto para nuestros hijos queda dolorosamente claro: por estos pagos, “garpa” más militar para algún político, y ligar algún “carguito”, que sacrificarse y esforzarse en ser virtuoso en algún arte, o destacarse en algún deporte.
Norman Robson para Gualeguay21