Gualeguay: Un reclamo ignorado desnuda que la salud pública no es prioridad
Profesionales de enfermería del servicio de salud pública municipal reclamaron por nota al Poder Ejecutivo gualeyo por no haber sido incluidos en las recategorizaciones dispuestas para la planta permanente, ni haber pasado nadie a planta, ni que se haya reemplazado el personal jubilado, y pidieron una audiencia con la Intendenta. Los antecedentes del problema, más la indiferencia demostrada por la gestión actual, y las estrategias aplicadas para neutralizar el reclamo, exponen el desinterés político por la calidad de un servicio público tan importante para la ciudadanía gualeya.
Antes de abordar el problema, vale señalar que los servicios municipales dependen mayormente de su personal, en particular el servicio de salud pública en estos tiempos tan críticos luego del covid. Ahora bien, a pesar de todo esto, en Gualeguay, el acceso a la salud pública de sus vecinos es cada vez más complicado.
Es válido señalar que la salud pública, en esta ciudad, no la concentra un solo Estado, sino que está repartida entre el Estado provincial, en el Hospital San Antonio y dos salitas barriales, y el Estado municipal, con la Asistencia, los dos Cics y los Centros de Atención Primaria en otros barrios.
En cada uno de estos efectores trabajan ordenanzas y profesionales de medicina y de enfermería, sobre quienes recae la responsabilidad de ese servicio. En el ámbito de la salud pública municipal gualeya, trabajan entre 15 y 20 profesionales de enfermería, de los cuales la mitad siguen siendo contratados a pesar de los muchos años en el puesto.
Cabe destacar que este servicio municipal, tan importante para los vecinos, como quedó demostrado en la pandemia, adolece de vicios históricos: uno es que está en manos de los políticos, que poco comprometidos están con el bienestar de la ciudadanía; otro es que, al estar compartida la responsabilidad, se tiran la pelota unos a otros; y otro es que no se distinque a los profesionales, o a quienes se capacitan.
Todo esto llevó a la situación actual. Como ejemplo vale recordar que, antes de los recortes presupuestarios de esta gestión, antes de la pandemia, el acceso a la salud era más amplio. La Asistencia Pública atendía los sábados, con profesionales de la talla del pediatra Mario Moreno, y a las salitas, o Centros de Atención Primaria, llegaban más profesionales que atendían hasta de tarde. Hoy, después de la pandemia, un profesional de enfermería vale 50 mil pesos mensuales.
Qué pasó ahora
En Gualeguay, el Decreto municipal 1422 del 29 de diciembre dispuso, frente a “la necesidad de reconocer el buen desempeño de sus agentes”, y de acuerdo a lo informado por sus secretarios, las recategorizaciones de su planta permanente.
Viendo que nadie de enfermería había sido tenido en cuenta en estas recategorizaciones, el pasado 13 de enero, estos trabajadores municipales de la salud manifestaron por nota su disconformidad a la Intendente Verónica Berisso, y le solicitaron una reunión urgente para plantearle la injusticia de que su desempeño no haya sido reconocido dignamente, en particular después de todo lo brindado durante la pandemia.
En la nota, enfermeras y enfermeros reclamaron por haber sido exceptuados de la medida siendo que hay casos con mayor antigüedad que muchos de los beneficiados, a la vez que remarcaron que tampoco habían sido pasados a planta permanente ninguno de los trabajadores de la salud que llevan años de contratados, ni habían sido cubiertas las vacantes dejadas por quienes se jubilaron el año pasado.
En función de todo esto, éstos trabajadores resolvieron, momentáneamente, un quite de colaboración en los eventos organizados por la Municipalidad, como el carnaval, en los que usualmente son contratados.
Qué respondió la Municipalidad
Nada. Ignoró la nota y, en el Corso, reemplazó a su personal disconforme con enfermeras jubiladas, a la vez que, aprovechando las necesidades de los trabajadores, temerosos de perder su sustento, por más indigno que sea, y la indiferencia de los médicos y del propio sindicato, operaron para desarmar el reclamo. Lo más grave es que la política logró así neutralizar un legítimo reclamo que serviría para mejorar la calidad de un servicio tan importante como el de la salud pública.
Conclusión
Lamentablemente, todo esto lleva a sospechar que, hoy, a nadie le interesa la calidad de los servicios, mucho menos el de salud pública, sino que apuestan a las conveniencias políticas de la mediocridad.
Norman Robson para Gualeguay21