Kosteki y Santillán: Un crimen que, más allá de lo político, debe conocerse en toda su dimensión
Era un día como hoy de 2002, y los coletazos del 2001 seguían sacudiendo al país. La Argentina estaba tan incendiada como hoy. En Avellaneda, al sur de la ciudad porteña, se juntaban distintas organizaciones sociales para marchar a la Plaza de Mayo. Unas cuadras antes de subir al puente Pueyrredón, un grupo policial al mando de un comisario enfrentó a los manifestantes con balas de goma y plomo. El saldo de esa represión fue de 30 heridos y dos muertos, abatidos a sangre fría por dos policías. Maximiliano Kosteki, de 22 años, y Darío Santillán, de 21 años, murieron de balazos en la espalda. Las fotos de dos cronistas testigos del hecho valieron para hacer justicia y torcer la historia.
La policía disparaba y la horda de manifestantes se dispersaba desbocada por las avenidas Mitre, Belgrano y Pavón. Era el 26 de junio, a mitad de la mañana. En la Estación Avellaneda del Ferrocarril Roca, los muchachos de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón arrastraban hacia adentro el cuerpo sangrante de un compañero. Unos cronistas vieron eso y fueron hacia allí a registrar lo que ocurría. Dentro de la Estación, unos manifestantes trataban de reanimar al joven caído, cuando fueron sorprendidos por unos efectivos policiales. Algunos huyeron, uno se quedó asistiendo al caído.
Las fotos de Pepe Mateos y Sergio Kowalewski muestran, en una, al comisario Alfredo Fanchiotti apuntando con su arma a Kosteki, agonizando en el piso, y a Santillán, en cuclillas y de espalda a la foto. En otras, se lo ve, también, al cabo Alejandro Acosta junto a los cuerpos. En aquel momento, Santillán fue ejecutado, también de un balazo en la espalda. Sus ejecutores arrastraron el cuerpo afuera, lo dejaron en la calle, y recogieron los cartuchos, especialmente los rojos, evidencia del crimen por corresponder a balas de plomo. La idea del comisario era que parecieran muertos en un enfrentamiento entre ellos mismos.
“Los piqueteros se mataron entre ellos”, fue la versión oficial motorizada desde el despacho del Secretario de la Presidencia, Aníbal Fernández, hoy, insólitamente, Ministro de Seguridad de la Nación. Al mismo tiempo, Felipe Solá, entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, y, hasta hace poco, Ministro de Relaciones Exteriores de la Nación, aseguraba que ese fue “un enfrentamiento entre pobres contra pobres”, y felicitó al Comisario Fanchiotti.
Pero las fotos desnudaron la verdad, y la mentira, aquella vez, tuvo patas cortas. Solo 24 horas después, los diarios Página 12 y Clarín, curiosamente de perfiles editoriales opuestos, mostraron las imágenes del cruel crimen, las de Kowalewski en el primero, y las de Mateos en el segundo.
Aquellas imágenes no solo sirvieron para condenar a Fanchiotti y a Acosta como asesinos de Kosteki y Santillán, junto a otros encubridored, sino que apuraron el desenlace político de aquella crisis nacional. Duhalde, entonces senador elegido como presidente interino, se vio obligado a convocar a elecciones anticipadas para abril de 2003, en la cuales resultó electo Néstor Kirchner. A pesar de aquel crimen, y el escandaloso encubrimiento por parte del gobierno, los autores materiales terminaron presos, pero los encubridores siguieron en los sucesivos gobiernos hasta el día de hoy.
“El hambre, la desocupación, la inflación y el dólar disparado hacían imposible la vida de millones de argentinos y las protestas se multiplicaban día tras día”, dice una crónica de aquella época, cuando este crimen torció nuestra historia hacia la actualidad. Una historia en la que crecieron los movimientos sociales, patrocinados por quienes aquella vez los atacaron. Curiosudades del devenir de la política argentina.
Norman Robson para Gualeguay21