4 octubre, 2024 5:58 pm
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La calidad de vida como único índice de calidad de gobierno

Desde que tengo consciencia política (hace 45 años), todos los gobiernos, locales, provinciales o nacionales, se han jactado siempre de sus buenos gobiernos según la asistencia social dispensada y la obra pública erigida, y así han engrupido sienpre a sus gobernados sobre la excelencia de sus gestiones. Ahora bien, naturalizada entre los gobernados esta concepción de un buen gobierno a lo largo del tiempo, hoy, éstos solo han recibido postergación en todas sus formas. Hoy es tiempo de replantear qué concepto de buen gobierno entendemos todos y así exigirlo. Un buen gobierno es cuando la gente puede y no debe vivir lamentando que no puede.

Un buen gobierno no es aquel que hace obras públicas, cuando las hace porque es un gran negocio para él. Tampoco lo es aquel que distribuye una bolsa de comida entre los pobres, y trata de que éstos sean cada vez más para servirse de su voto. Ésto creo que ya lo estamos aprendiendo. Pero tampoco es un buen gobierno aquel que solo junta la basura y pone flores en sus plazas y parques, al igual que tampoco lo es aquel que renueva los servicios para unos y no para otros.

El buen gobierno es solo aquel que logra que absolutamente todos sus gobernados tengan una buena calidad de vida, en toda la dimensión del concepto. Esto quiere decir que todos y cada uno puedan convivir en orden, seguros, en un ambiente sano, con igualdad de oportunidades para desarrollarse en todas sus facetas, y accediendo a la salud, a la educación, a un empleo digno, y a todos los servicios del Estado.

Un buen gobierno es cuando todos y cada uno de los gobernados no se lamenta a cada rato de que no puede esto o no puede lo otro.

Es por eso que, en el mundo, los gobiernos en serio que gobiernan para sus gobernados están conformados por cuadros decentes, capacitados y comprometidos con un determinado proyecto de gobierno que tiene por objetivo la calidad de vida de todos los ciudadanos. En estas gestiones nada es al azar, ni improvisado, sino que todo está planificado con objetivos reales y dignos ajustados periódicamente. Tal es así que allí la corrupción es un hecho extraordinario, no una costumbre cotidiana.

Cuando un vecino y su familia pueden realizarse gracias a un trabajo o a una actividad dignos, y no tienen impedimentos a la hora de acceder a sus derechos básicos, alcanzan una buena calidad de vida, se realizan y viven felices. Pero cuando una familia no tiene agua corriente, ni cloacas, cuando no puede salir si llueve, o tiene que evacuarse, cuando tiene que contar con 10 mil pesos para un remise si tiene que ver a un médico, o salir a la ruta porque la ambulancia no entra, y cuando llega debe esperar horas a que lo atiendan, sino le dan un turno para dentro de semanas o meses, no se realiza, ni tiene una buena calidad de vida.

Tampoco es un buen gobierno aquel que sus gobernados no consiguen un buen trabajo, remunerado dignamente, o no pueden desarrollar una actividad por la presión impositiva, ni cuando sus hijos deben migrar para conseguirlo. Tampoco cuando no saben qué va a pasar mañana. No hay calidad de vida cuando el “no puedo” predomina en sus vidas llenas de necesidades. Un buen gobierno es orden, trabajo, paz, seguridad, salud, educación, justicia, familia, etcétera. Es futuro.

Y un buen gobierno debe ser exigido por los propios gobernados. Empecemos por reconocer la calidad de nuestros gobiernos y solo así empezaremos a mejorarlos, y, solo de ese modo, mejoraremos nuestra calidad de vida.

Norman Robson para Gualeguay21

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