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15 octubre, 2025 4:59 pm
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Los argentinos, la tortuga, el escorpión y el golpe

Tortuga y escorpion

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Bien demuestra la fábula de la tortuga y el escorpión que la naturaleza siempre es más fuerte que cualquier cosa. La moraleja de aquel relato nos dice que esa esencia natural es imposible de corregir, por más que esté en juego la propia vida. En semanas, los argentinos sabremos si somos como el escorpión y picamos a la tortuga, perdiendo así la oportunidad de salvarnos, ya que, desde hace algo más de un año, estamos consintiendo en silencio un golpe contra un gobierno que, mal que le pese a muchos, está haciendo bien las cosas.

Podemos negar nuestra historia, pero no por ello ésta va a dejar de ser la que es. Hasta diciembre 2023, llevábamos violentas décadas (unas ocho, por lo menos), en manos de milicos, radicales y peronistas (o muñecos disfrazados de tales) que corrompieron el Estado, y sumieron al pueblo en las peores realidades de su historia.

Pero lo peor fue que, mientras tanto, una gran parte de la dirigencia fue cómplice a cambio de enriquecerse con descaro. Fueron décadas de una injusticia gratuita que nada tenía que ver con ideología alguna.

En otras palabras, tantos años de una política nefasta transformó a la mayoría del establishment criollo en un verdadero parásito de un Estado corrupto, el cual supo coptarlo enriqueciéndolo, mientras, entre los dos, se consumían el patrimonio y la soberanía de uno de los países más ricos del mundo.

También podemos negarlo, pero, de forma consciente o inconsciente, sabíamos todos que, algún día, ese cáncer explotaría y alguien pagaría los platos rotos.

Ahora bien, ante ese pasado, y este presente, creo que por eso el pueblo argentino votó a Milei, aún sabiendo que sería él mismo quien pagaría todo eso, pero sabiendo, también, que los culpables no se la llevarían de arriba. Habría algo de justicia.

Y así fue. A partir del gobierno de Milei, aquel modelo perverso que generó récords de miseria e inflación, entre otros males, fue erradicado sin anestesia ni vaselina. Todo comenzó a cambiar, con un sacrificio enorme para la ciudadanía común, pero con un costo aún mayor para una buena parte de aquella cómplice clase dirigente, burguesía, establishment, o como se la quiera llamar. Se les había acabado el curro.

Los buenos resultados vienen sacando a flote al país, revirtiendo una realidad histórica tan funesta como extrema, a fuerza de imponer la república y el equilibrio fiscal, de encaminar la recuperación económica, y de terminar con todas las prebendas y los negociados. Pero esto, sin lugar a dudas, atenta senciblemente contra muchos intereses particulares, no comunes.

De este modo, hoy no solo se oponen a este modelo los kirchneristas, sino que, junto a ellos, se oponen los empresarios viales que antes la juntaban con pala con la obra pública, los industriales y sindicatos que en el pasado eran bendecidos por arreglos de algún tipo, los proveedores del Estado que ahora no tienen las oportunidades del pasado, y las instituciones intermedias que hoy no pueden vivir del subsidio.

A éstos también se suman los comerciantes que lucraban con la inflación, los medios hegemónicos que añoran la pauta, los radicales y socialistas que otrora se enriquecían por ejercer la oposición, y cuanto pescador que ande suelto y hoy extraña las ganancias de aquel río revuelto.

Hoy, todos éstos pretenden desestabilizar al gobierno nacional y derrocarlo. Tal es así que, a pesar de los logros que va conquistando, desde distintos sectores políticos, económicos y sociales, desde hace meses, vienen bombardeando la gestión por todos los medios a su alcance. Quieren que se vaya, y urgente. Quieren el golpe, no como los de antes, uno moderno, disfrazado de “democrático”.

En otras palabras, tal cual lo advertido y previsto, el pueblo está pagando todo esto, pero, como siempre la pasó mal, no la sufre tanto como la clase dirigente, que sufre desolada un inesperado final. El pueblo ve así que aquella dramática postergación e injusta pobreza a las que había sido condenado, las más extremas de la historia, pueden superarse y puede construirse un país más justo, inclusivo de verdad, y con oportunidades para todos, y no para unos pocos.

En síntesis, el pueblo sabe bien de sus penas pasadas, ya no hay relato qué valga, y descubrió que a esa clase dirigente que la sumergió en la miseria nada le importan la pobreza, la indigencia, la inseguridad, la ignorancia, ni el futuro, y solo quieren derrocar a Milei para volver al pasado y volver a vivir bien y fácil.

En este contexto nos vamos acercando al 26 de octubre, con el pueblo observando cómo se orquesta el golpe, cómo, a fuerza de todo tipo de estrategias alientan una derrota en las elecciones, y cómo sueñan que, después de ésto, se promueva la destitución en el Congreso.

De este modo, hoy está en las exclusivas manos de ese pueblo, de esa masa popular, el futuro de esta cara Nación, y de sus hijos y nietos. Esos nadies como los de Galeano, esos que pagaron siempre el pato y los platos rotos, esos que fueron siempre el último orejón del tarro, esos que ahora ven un poco de justicia, esos que, a pesar de todo, no quieren volver al pasado.

En las elecciones sabremos la verdad: si el pueblo argentino es o no como el escorpión, si pica o no a la tortuga que lo lleva a la costa, si permite o no que la oligarquía pegue el golpe y le extirpe ese poco futuro que con tanto sacrificio está reconstruyendo. Veremos.

Norman Robson para Gualeguay21

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