5 octubre, 2024 3:41 am
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Los argentinos y Cristina: Su culpabilidad o inocencia más allá de lo cierto

Hoy condenaron a Cristina a 6 años de prisión, pero el problema acá no es su condena. Acá la cuestión es la percepción de justicia de los argentinos. Mientras unos creen que era cierto que robaba, y otros niegan que haya robado, hay otros que creen que robar es injusto, y es justo castigar al que roba, y otros que creen que es justo robar, e injusto castigar al que roba. Estas son las distintas poses adoptadas por los argentinos, a un lado y otro de la grieta, pero nadie puede demostrar que su posición es la cierta, prueba de que han destruido la República, y eso es lo realmente grave.

Discutir hoy si Cristina hizo o no lo que dicen que hizo, o si merece o no ese castigo por lo que sea que haya o no haya hecho, es un ejercicio estéril, absolutamente en vano. Nadie puede esgrimir un argumento válido que no pueda ser rebatido por otro igualmente válido. ¿Porqué? Porque impera la duda, el descreimiento. ¿Y porqué? Porque desapareció el orden público que los ciudadanos respetábamos. ¿Y? Se esfumó aquel orden en que el Juez era un señor impoluto e intachable, incapaz de traicionar sus fueros, y, en su lugar, hoy hay un funcionario como cualquier otro.

Ahora bien, antes de continuar refresquemos qué es la República, ese sistema que elegimos hace más de dos siglos para que nos gobierne. Se trata de un ordenamiento, fundado en leyes, que garantiza los derechos y obligaciones de todos los individuos. Un marco jurídico que, entre tantas cosas, condiciona y limita el abuso de los poderosos por sobre los ciudadanos. Es por eso que los sucesivos poderosos han trabajado tan arduamente en desbaratar la credibilidad de la República, y de su sistema de Justicia, para poder abusar sin ningún impedimento.

Para comprobar esto basta observar cualquier república civilizada del primer mundo, donde nadie osaría nunca dudar de la Justicia. Esto es así porque, sabiendo que la República protege todos los derechos y obligaciones de todos, siempre la protegieron de cualquier posible perversión. Sabían que tener una Justicia corrupta que hoy jugara a favor y mañana en contra no beneficiaba a nadie. Por eso, salvando alguna excepción, en los países vivos existe la Justicia y nadie duda de lo que ésta dispone. 

Pero en este rincón del mundo, los distintos poderes, a lo largo de la historia inmediata, se han ocupado en consolidar su impunidad dinamitando la República a partir de la degradación del poder judicial. A modo de ejemplo vale recordar que, cuando quienes hoy peinamos canas éramos chicos, la figura del Juez era incuestionable, mientras que hoy un juez es cualquiera, cuando no un militante, y su sentencia vale tanto como la del kiosquero de la esquina.

De este modo llegamos a este escenario, en el que ser corrupto es una cuestión política y no un crimen. Un escenario en que haber estafado al pueblo responde a la visión caprichosa que quien se para de un lado u otro de la grieta. Así, Cristina, hoy, es culpable para quienes no la quieren, y es inocente para quienes sí la quieren, pero ni unos ni otros pueden saber, a ciencia cierta, si es inocente o culpable, pues demolieron el sistema que les garantizaba la justicia: la República. 

Hoy, nadie puede estar convencido, más allá de cualquier duda, de la inocencia o culpabilidad de Cristina, y, por ende, nadie puede convencer a nadie de una u otra cosa, lo cual alienta la confusión y el desorden que favorece el enriquecimiento y la perpetuación de los poderosos. Hoy es imperativo restaurar la República, y recuperar un sistema judicial que sea justo y confiable, sino el futuro no será del pueblo, sino de las oligarquías que lo gobiernen.

Norman Robson para Gualeguay21

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