21 abril, 2025 1:07 am
Rectángulo Image

Los gauchos van marchando


No es una cuestión de amigos, me enseñaron a reservar eso para lo muy muy íntimo, pero sí es una cuestión de afecto y de respeto. Ese afecto y ese respeto que solo reservo para la gente gaucha.

Cuando uno va creciendo, y, de repente, deja de crecer, comienza a sostenerse como puede en el sendero de la vida, remendando aquello y disfrutando esto, todo en la medida que cada uno va pudiendo.
En este tramo, vamos encontrando paisanos de distinto culto, cantores de distinta tonada, pero, sin quisquilladas de viejo, nos apegamos a aquella gente gaucha con quien comulgamos por contemporaneidad y coincidencias varias.
A esos gauchos cercanos me refiero, a esos que cuando se nos van marchando nos van desnudando una realidad que muy pocos queremos ver.
Realidad amarga por cierto, pero por vicios y costumbres de quienes la vivimos, quienes a la hora de comprobar su contundencia, no sabemos qué hacer.
Vemos boquiabiertos como nuestro bosque se va raleando, vemos como, con cada árbol que cae, un escalofrió nos recorre el alma, y cuando, encima, le embocan a alguno cercano, al susto se le suma la tristeza.
En esta instancia siempre recordamos que nosotros seguimos en pie, pero que, tarde o temprano, indefectiblemente, los seguiremos.
En esta instancia, también, revivimos momentos con escalofriantes detalles que nos conmueven hasta los huesos al saber que no se repetirán.
Entonces, así se nos juntan ese fantasma de la impostergable partida y los recuerdos de esos gauchos y de sus gauchadas.
El miedo al final y la tristeza por la nueva partida se nos entremezclan, y juntos nos azotan, nos conmueven.
Pero, infaltable, como para cortar el gusto seco y amargo, siempre se entromete una sonrisa, esa que surge oportuna ante el recuerdo de la anécdota, de la mueca, de las costumbres.
Una tímida sonrisa, casi vergonzosa ante el circunspecto dolor que encierra el momento.
Pero al final del día, una vez despejadas las emociones, el recuerdo supera a la tristeza y lo atesoramos en la intimidad de nuestro espíritu, donde solo lo reviviremos, whisky de por medio, con algún otro gaucho contemporáneo.
Y como el mundo no para, ni la vida se detiene, y el show debe continuar, guardamos cariñosamente nuestros más sentidos afectos, dibujamos nuestra mejor sonrisa y salimos nuevamente a la vida. Acá no pasó nada…
Norman Robson para Gualeguay21

× HOLA!