Los intentos por marcar la agenda
Una de las características recurrentes del pensamiento tradicional que prevaleció durante los noventa, y que nuevamente intenta recuperar espacio, está asociada a la idea de las reuniones que convocan a “exitosos” economistas para conocer qué sucede e indicar cuáles son las “soluciones para el país”.
Un buen ejemplo de este tipo de prácticas se dio el último martes, durante la reunión anual de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), reducto que suele alojar a académicos e intelectuales empecinadamente ligados al neoliberalismo.
Como no podía ser de otra forma, en el encuentro no dejaron de sonar pronósticos sombríos sobre la economía argentina, avizorando niveles de crecimiento exiguos. Esta pléyade de economistas son en realidad los mismos que en su momento sostenían fervientemente la fortaleza de la convertibilidad, que se hizo añicos en diciembre de 2001, generando con ello una de las peores crisis de las que se tenga memoria.
Allí desfilaron como asistentes ex ministros como José Luis Machinea y Ricardo López Murphy, y expusieron consultores estrella de la city de otros tiempos, como Miguel Ángel Broda, quien no descarta que Cristina llegue a 2015 atravesando una crisis “light” de la economía. Si quien se caracteriza por cargar las tintas en pesimismo asigna como el peor pronóstico una crisis tenue, no deja de ser alentador y puede pensarse que la realidad continuará marcando un crecimiento de la economía en los dos siguientes años. Dicho economista afirmó también que la Argentina tiene un bajo crecimiento potencial como consecuencia de “un mal clima de negocios”, del “aislamiento financiero”, del “excesivo gasto público clientelar”, y de los “cuellos de botella en infraestructura y logística”: típicos argumentos del noventista Consenso de Washington.
La liviandad con la que se vuelcan conceptos como “crisis” o “estancamiento” nos da una pauta de que el verdadero motivo para mencionarlos no radica tanto en su veracidad, como en la necesidad de condicionar la agenda del gobierno manipulando “el humor social”. Eventos como el de FIEL constituyen una excelente caja de resonancia para intentar transmitir el ideario al que adscriben las facciones dominantes del empresariado local, lo cual se expresa no sólo en la lista de auspiciantes del encuentro, sino también en la conformación de los paneles, donde sobresale la participación de los economistas de los bancos internacionales, y de destacados columnistas de periódicos centenarios. Todo un signo de lo que se encuentra en juego que no es más que el reflejo de las intensas controversias que se vinculan al modo de organización de la sociedad y a la distribución de los frutos del crecimiento.
Carlos Heller para Tiempo Argentino