Origen y presente de la invasión de ciervos, jabalíes y cerdos

En la primera mitad del siglo pasado, distintas especies animales fueron introducidas a la Argentina con fines cinegéticos, pero su control fue imposible y los ejemplares ganaron la libertad rural. Al mismo tiempo, cuestiones operativas y climáticas provocaron que el cerdo también abandonara sus entornos productivos hacia los campos. Al no ser sus hábitats originales, éstas especies carecen de depredadores naturales que las controlen, y la superpoblación fue inevitable. En Entre Ríos, estas plagas ya atentan contra las personas y su producción. La naturaleza es sabia, pero no resiste las sorpresas que inventa continuamente el ser humano.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, hoy existen en el mundo un centenar de especies exóticas que invadieron hábitats ajenos produciendo grandes daños. Ejemplos de estas especies son el ciervo Axis y el jabalí europeo, los cuales fueron traídos al país, y a la provincia, a principios del siglo XX. Pero su reproducción no fue contenida dentro de los cotos y los ejemplares, hace años, ganaron la libertad de los campos.
Por otro lado, con la colonización, llegaron a las américas múltiples especies domesticadas destinadas al consumo humano, entre éstas la porcina. Rápidamente, su producción se desparramó por todo el continente, especialmente en pequeños fundios. Entre Ríos no fue ajena a esta cultura productiva, y por toda la provincia se reprodujeron las unidades productivas de este tipo. Pero, por distintas razones, entre ellas los estragos climáticos, las crisis económicas y el éxodo rural, los animales abandonaron sus granjas y también se fueron al campo, donde recuperaron su carácter salvaje.
En este contexto, sin ningún control poblacional natural, y con alimento de sobra, todas estas especies se reprodujeron libremente, llegando a la superpoblación actual.
Para el caso, cabe recordar que las poblaciones de ciervos y jabalíes, en sus hábitats originales de Asia y Europa, eran controladas por sus depredadores naturales: el tigre, las aves rapaces y otros, junto con la propia disponibilidad de alimentos, mientras que la población de cerdos domesticados lo eran por el propio manejo del granjero.
Ahora bien, una vez que todas estas especies recuperaron su libertad, sin tigres o pumas, ni águilas o cóndores, que diezmen sus poblaciones, y con una amplia variedad de alimentos a su disposición, su presencia se expandió por todo el territorio. En ese escenario, el único depredador que mantuvo su población a raya fue el hombre, quien lo cazaba para comer y vender su cuero. Esta práctica resultó medianamente efectiva durante un tiempo, pero, en las últimas décadas, muchas familias abandonaron el campo, se cayó el precio de los cueros, y la caza comenzó a ser perseguida por las fuerzas públicas, provocando que la reproducción comenzara a superar a la mortandad.
Tan grave se ha vuelto la superpoblación de estas especies, que hoy abundan los accidentes viales por la presencia de estos animales en la ruta, a la vez que compiten con vacunos y ovinos por las pasturas, y arrasan con los sembrados, mientras pocos se animan a cazarlos con la Policía, Gendarmería y Prefectura procurando interceptarlos para quitarles las armas y las presas.
Conclusión
El problema de la superpoblación de estas especies invasoras no solo es un hecho, sino que cualquier pronóstico o proyección indica que se agravará, pues no hay políticas a la vista que apunten a contener el problema. A partir del reclamo de los productores, este problema se visibilizó, pero las decisiones que debe tomar el Estado no son fáciles, ni sencillas. Eliminando la exterminación de las mismas, se vuelve imprescindible controlar su reproducción, para lo cual debe restaurar sus depredadores.
Para ello, el Estado puede optar entre importar tigres, pumas y aves de rapiña, o por liberar al hombre a cazarlos. Para ésto último, lo que sería que se está buscando con todos estos reclamos, se deberá legislar al respecto, por un lado blanqueando armas en la sociedad, y, por otro, liberando la caza de estas especies. Caso contrario, estas especies avanzarán cada vez más sobre las ciudades entrerrianas.
Norman Robson para Gualeguay21