7 octubre, 2024 1:02 am
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Otro caso que desnuda la ineficiencia judicial local

Rambo es un muchacho de barrio con severos problemas de adicción, con un frondoso prontuario, y con sendas condenas a prisión efectiva. Pero ninguna de las penas recibidas parece haber servido para resolver sus graves problemas de consumo. Tal es así que, a poco de salir libre, en un solo fin de semana, clavó cinco delitos graves y volvió a caer preso, esta vez con elementos suficientes para quedar guardado un buen tiempo. Pero la Justicia local volvió a hacer mal las cosas y Rambo quedó libre.

Este muchacho, de unos 30 años, lleva más de una década en el consumo y en el delito, a la vez que su caso es, desde entonces, bien conocido por la Policía y la Justicia. Tal es así que, en 2014, resultó condenado a 4 años de prisión por robos acumulados, y, en 2018, con libertad condicional, volvió a caer preso, también por robos, y, ésta vez, también, le dieron 4 años. A estas condenas se le suman múltiples contravenciones, muchas entradas a Jefatura, y denuncias por violencia de género.

Sin lugar a dudas, Rambo no resolvía su problema, ni, tampoco, el Estado hacía algo por resolvérselo. Así es que, al mes de recuperar la libertad, y en un solo fin de semana, el incorregible muchacho cometió 4 robos a mano armada, y una amenaza con arma. Así fue que, al rato, terminó nuevamente preso, pero nada de lo robado pudo recuperarse porque ya lo había vendido para comprarse drogas.

Como en un allanamiento se le secuestró el arma y la ropa que utilizó en los distintos hechos, todos registrados por cámaras, y como fue reconocido por sus víctimas en las rondas de reconocimiento, todo estaba dado para guardarlo por un buen tiempo, y hasta alguien podría haber hecho algo para rehabilitarlo. Tal es así que las víctimas quedaron tranquilas con las promesas de las fiscalía.

Pero esa tranquilidad no duró mucho, ya que el abogado defensor, rápidamente, supo hacer bien su trabajo, o, por lo menos, mejor que la Fiscalía, y toda la causa se cayó, quedando Rambo libre para irse a su casa. De este modo, una vez más los victimarios vuelven a la calle a convivir con sus víctimas, quienes deben esconderse en su casa para eludirlos.

Norman Robson para Gualeguay21

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