Padres agreden y humillan a jugadores del fútbol infantil
Lamentablemente, a nuestros niños y niñas nadie los defiende, como defiende a cualquier mujer un Ministerio, o como defiende a un transexual el Inadi, o como defiende a un preso la APDH. Si alguno de estos grupos fuera agredido como lo son lo niños que juegan en el fútbol gualeyo, ya habría marchas y manifestaciones reclamando Justicia. Pero no, aquello de “con los niños no” no es más que un cuento más, y, en Gualeguay, a los chicos los insultan sin que nadie haga o diga nada. La violencia está naturalizada.
Los hechos. En Gualeguay, cada vez con más frecuencia, padres y madres que, mientras sus hijos juegan a la pelota dentro de la cancha, se dedican a insultar, degradar y humillar a los niños del equipo contrario con total impunidad. Pero esto no ocurre en un potrero del barrio, sino en la cancha de un club, donde inocentes niños, vistiendo camisetas de uno y otro club, juegan un partido “oficial”, organizado y fiscalizado por una asociación conformada por clubes.
La ley 26.061 sobre derechos de los niños establece, entre otras cosas, que éstos tienen derecho a hacer deporte, a jugar y disfrutar de un ambiente sano; a no sufrir humillaciones ni abusos de ningún tipo; y a que se respete su honor y se proteja su imagen.
Es por ese marco de derecho que, cuando un padre o madre insulta a un niño en el marco de un partido de fútbol infantil oficial como los que se desarrollan en el ámbito local, más allá de su repudiable y miserable actitud, está vulnerando los derechos de ese niño, lo cual obliga a las instituciones que compiten, a la asociación organizadora, y, sino, a la propia Justicia, a actuar en consecuencia.
Más allá de las patologías psicopáticas de los henergúmenos agresores, sean padres, madres o no, cualquier ataque verbal contra un niño debe ser respondido con vehemencia por las autoridades involucradas: el club anfitrión, por ocurrir en su cancha; los clubes que se enfrentaban, por ser de uno los agredidos y del otro los agresores; y la asociación de clubes por ser la organizadora, fiscalizadora de sus competencias.
Esto no es una cuestión antojadiza o caprichosa, sino que obedece a un marco legal, bien claro, que garantiza la protección de nuestra infancia. En estos tiempos en que la violencia asola a nuestra sociedad con innumerables consecuencias, cobrándose hasta vidas inocentes, todo brote agresivo debe ser respondido de forma concreta e inmediata, mucho más cuando las víctimas son niños inocentes y vulnerables, en un espacio creado para su sana formación deportiva.
Por último, vale bregar porque, de una vez por todas, los clubes locales se pongan los pantalones largos y tomen cartas en estos asuntos, que tanto mal le hacen a nuestros gurises, a nuestro fútbol, y a nuestra sociedad. Con los chicos, no, pero en serio.
Norman Robson para Gualeguay21