Que poco les importa
A partir del reclamo de mamas vecinas de distintos barrios de nuestra ciudad, desde hace unas semanas venimos recabando testimonios sobre la realidad de los doce comedores municipales que funcionan en barrios de nuestra periferia.
Los tan indignantes como sorprendentes relatos de estas mamás sobre una realidad que deben soportar los sectores más vulnerables de nuestra comunidad nos llevaron a profundizar sobre esta presencia asistencial.
A partir de ahí, la recopilación de diferentes testimonios de vecinas cuyos niños acuden, o acudían, a alguno de los 12 comedores municipales, junto a la de vecinos y comerciantes cercanos a cada uno, fueron desnudando un escenario de desidia y abandono por parte del estado.
Consultadas al respecto, las cocineras municipales, quienes cumplen 4 horas diarias, de ocho a doce, y realizan milagros por mil doscientos denigrantes pesos, se negaron, entre lágrimas de súplica, a confirmar la realidad que viven día a día.
Lágrimas de miedo a que las represalias les hagan perder ese trabajito que, por más indigno o marginal que este sea, ellas lo necesitan desesperadamente.
Así, entre miserias y mezquindades, la triste y lamentable realidad de los comedores municipales gualeyos fue desnudándose ante nosotros. Una realidad de falta de mercaderías y de falta absoluta de interés por ese sector.
Tal es la miseria que, semanalmente, un supermercado local les hace llegar la mercadería a cada comedor, la cual, según el promedio de las últimas semanas, ronda los 50 grs. arroz por gurí, igual cantidad de fideos, 30 grs de tomate en conserva por chico, 30 mls de aceite, unos 50 grs entre papa, zanahoria y anquito por cabeza, y alguito de queso cremoso para hacer unas pizzas sin harina.
Nada de carne, nada de pan, nada de harina, nada de jugo, mucho menos una fruta o algo dulce de postre. Nada de vergüenza.
Ante una mercadería semanal insuficiente para conformar un menú medianamente digno, las cocineras deben pedir a la coordinadora, vía whatsapp, algo más de lo que sea, aunque siempre obtienen por respuesta que no hay presupuesto, que no hay plata, aunque lo que no hay es interés, ya que los recursos vienen del Gobierno provincial.
A pesar de esta desconsiderada negligencia, se supo de las madres que son las mismas cocineras quienes compran con plata propia algunas cosas, un paquete de harina para hacer una pizza o un poco de carne picada para un guisito, para así poder completar un menú digno, algo de lo cual almacenes y carnicerías cercanos al comedor pueden dar fe.
Ante esta situación de abandono, y ante la imposibilidad de lograr que algún responsable de la cara por los comedores, los gurises se ven cada vez menos por el lugar.
En este sentido, madres y vecinas coinciden en destacar que hasta hace un año y pico atrás, si bien no sobraba nada, se daba la leche bien servida y se brindaba un menú completo donde nunca faltaron la carne ni la galleta, aunque de un tiempo a esta parte, todo cambió.
Incluso destacan que la presencia de los responsables, sea la coordinadora o la directora o secretaria, era más frecuente y se notaba un interés más cierto y concreto en las necesidades nutricionales de los gurises de los barrios.
En definitiva, desde hace mucho, bastante más de un año, unos doscientos gurises, y algunos abuelos, de los barrios Rocamora, Hipódromo, Pancho Ramírez, Malvinas, Defensa Costera, El Molino, La Rosita, Puerto Ruiz, San Roque, 17 De Octubre, 25 De Mayo y el CIC no reciben más la leche, y apenas les dan algo de comer, sin carne, sin pan, sin fruta, pero, eso sí, con el sello inconfundible del desprecio y del desinterés.
“Estamos donde hay una necesidad” suele mentir quien es responsable directa de este abandono, cuando, en realidad… que poco les importa…
Norman Robson para Gualeguay21