Reintegran otra niña escapada de un hogar, y ya es una costumbre
El pasado sábado por la noche, una patrulla policial de Larroque encontró, a la vera de la ruta 16, una menor de 16 años de edad, sin documentos, que dijo residir en el Hogar San José de Gualeguay. Más allá del horror que esto pueda causar, la fuga de menores, tanto niñas como niños, y de cualquier edad, de las residencias socio educativas (hogares) gualeyos es una triste costumbre que se repite desde hace tiempo sin que nadie parezca saber o querer resolver.
Según la ley N° 9.861, norma ejemplar vigente en la provincia desde 2008, el Copnaf es el responsable de velar por la protección de todos los derechos de todos los niños entrerrianos, en particular aquellos en estado de vulnerabilidad, entre ellos, por supuesto, aquellos que se encuentran institucionalizados en los hogares. De este modo, esa entidad es la que define las políticas aplicadas en los hogares y la que tiene a su cargo el personal dedicado a la contención y protección de las criaturas a su cargo.
Por su parte, las instituciones anfitrionas de estos menores, asociaciones civiles sin fines de lucro representadas por sendas comisiones, solo brindan la esteuctura, sin responsabilidad alguna.
Ahora bien, las fugas de niños y niñas de los distintos establecimientos locales se viene dando, cada vez con mayor frecuencia, desde hace años. Pasaba en el viejo hogar de niñas, y hoy pasa tanto en los hogares donde residen niños como en donde están las niñas. Ésto, sin dudas, desnuda que hay algo que no está resultando en la política aplicada por el Copnaf dentro de estas residencias, y que a las comisiones directivas les es indiferente.
Según los especialistas en el tema, la situación emocional de los niños y niñas alejados de sus hogares es particularmente delicada, y en muy difícil reemplazar la contención familiar con una estructura pública, mucho menos si la estructura de ésta está dedicada a otros intereses.
En la realidad, se trata de menores que se “almacenan” por años en grandes casas, con mamás postizas que se turnan como tales por 8 horas, condicionadas por normas que en nada las ayudan a ser mamás, y por ambientes que en nada consideran la fragilidad que atraviesan las niñas y niños internados.
De acuerdo a éstos profesionales, es natural que la situación emocional de quienes están siendo criados en un contexto de cuasi encierro, bajo la tutela de extraños, los incite a huir de ese escenario en busca de otras cosas, tengan la edad que tengan, sean del género que sean.
Para competir con esa tentación, es preciso que la estructura que los contenga sepa, pueda y quiera darles lo que necesitan, no lo que demandan, con consciencia sobre quienes son, de dónde vienen, cómo vivían, cómo llegaron, qué sienten, y qué expectativas tienen sobre su vida, y entendiendo qué se siente a esas edades entre extraños. Es una cuestión de profunda empatía.
“Hay que comprender bien las tormentas emocionales que estos gurises atraviesan al enfrentar la vida solos, entre ajenos”, explican, y recuerdan que muchos de ellos sufren haber tenido una familia que no pudo ser tal, y cargan con ello sin la debida asistencia profesional.
Del mismo modo, los consultados refieren la incertidumbre de estas niñas y niños internados, quienes no saben qué será de sus vidas. “Conforme crecen, cada vez se sienten más un peso que nadie quiere llevar, y se sospechan, sino saben, condenados a esa incertidumbre hasta que lleguen los 18 y sean liberados a su suerte”, explican.
En síntesis, no se escapan porque sean malas o malos, ni porque son malcriados o malcriados. No se escapan por culpa de ellas o ellos, sino porque se encuentran en una situación emocional que las condiciones de internación insisten en no contemplar, más allá del cariño que puedan brindarle quienes las cuidan día a día.
Es lamentable que pasen los años y el Copnaf no resuelva esta situación que atraviesan niñas y niños alojados en sus residencias socio educativas, que pase ésto y que las comisiones, el Juzgado de Familia, y la Defensoría de Menores no hagan nada. Es imperdonable siendo que son innumerables e inimaginables los peligros a los que están expuestos ese tiempo que va desde que huyen hasta que son reintegrados.
Norman Robson para Gualeguay21