23 enero, 2025 12:59 am
Rectángulo Image

Rescate de Pájaros de nuestra tierra

Este libro se publicó en 1944, o sea hace 65 años, y es el tercero de los libros Marcelino Román. En 1941, Calle y cielo; y en 1943, Tierra y gente. Recordemos que Cantar y soñar (1931) fue excluido por el propio autor de su bibliografía, “no por una viaraza, sino por un sereno dictamen autocrítico”, como él mismo lo dijo.

Se editó con el sello de “Ediciones Comarca”, que era un “ensueño”, como una vez lo calificara Carlos Alberto Álvarez, iniciado por Amaro Villanueva, seguido después de décadas por el autor de Donde el tiempo es árbol, y que hemos tratado de continuar con algunos amigos.

 

 

Está integrado por cuarenta composiciones, todas romances octosilábicos, asonantados, monorrimos (al mejor estilo del romancero español, que todos leímos, por lo menos, en aquella célebre recopilación de Menéndez Pidal, Flor nueva de romances viejos.

Estas cuarenta composiciones están acompañadas por dibujos ilustrativos del plástico paranaense Francisco Ferrés, y sus correspondientes fichas técnicas elaboradas por el propio autor.

Un ejemplo de las fichas técnicas:

La lechuza común, llamada lechuza de las cuevas o de las vizcacheras, es la especie denominada (Spotyto cunicularia cunicularia). Resabios supersticiosos hacen que se la considere ave de mal agüero y se mantenga contra ella cierta malquerencia. Es, sin embargo, una de las aves más útiles para la agricultura, por la gran destrucción que hace de insectos y ratones. El nombre de lechuza de las vizcacheras no es el que mejor le viene, pues raramente anida en vizcacheras abandonadas. La hemos observado largamente trabajar en la construcción de su propia cueva.Los griegos consagraron a la lechuza como el “ave simbólica de la sabiduría”.

Ahora bien, ¿cuál fue el propósito de Marcelino al escribir este libro? ¿Tiene valor poético o sólo pedagógico? ¿Cuál es su verdadera significación?

Para respondernos esto, debemos tener en claro que toda la obra de Marcelino Román es el resultado –como él mismo lo manifestara en diversas oportunidades- de un programa de labor, de un programa de búsquedas, en estrecha relación con su idea del proceso creador (1) y de la responsabilidad social del poeta. (2)

(1) En Reflexiones y notas sobre poesía y crítica, y en una nota publicada en El Diario de Paraná el 17.12.1968, MMR desarrolla ampliamente este tema del proceso creador, adhiriendo a la idea de Stefan Zweig: “No basta que el artista esté inspirado para que produzca. Debe, además, trabajar y trabajar para llevar esa inspiración a la forma perfecta. La fórmula verdadera de la creación artística no es, pues, inspiración o trabajo, sino inspiración más trabajo, exaltación más paciencia, deleite creador más tormento creador”, y a la afirmación de André Maurois: “La inspiración nace del trabajo”.

(2) Solamente en lo relativo a los problemas de la expresión -dice- puede considerarse la poesía como asunto personal del poeta; como renglón del arte y la cultura es un asunto social; interesa a toda la comunidad y no tan sólo al autor de obras poéticas. En lo que el poeta produce entran en juego intereses que exceden la esfera individual, pues se trata de un trabajador social: no escribe para sí mismo sino para los otros, para la colectividad, para la ilimitada muchedumbre. (Si halla o no lectores, ya es otra cuestión). Aunque el poeta fracase, no por ello la poesía dejará de ser socialmente importante: la poesía en general, por supuesto, no la que escribe un determinado poeta. Pero tampoco “su” poesía es una cosa exclusivamente suya; desde que la entrega a publicidad ya no es suya: es de todos, como el paisaje. Como todas las formas de arte y pensamiento, como toda expresión espiritual, como todo hecho cultural, tiene íntima ligazón con intereses de índole social. Por ello le asignamos a la poesía la mayor importancia y al poeta la más grande responsabilidad.”

“No es verdad que el poeta maneje únicamente palabras. Las palabras representan ideas. El poeta no es un simple ordenador de sonsonetes ni un funambulesco practicante de juegos imaginativos y retóricos. Cualquiera sea su organización mental, es también un hombre de pensamiento. Y el pensamiento, por su propia condición dinámica, es siempre militante.”

Y, entonces, dentro de ese programa surge Pájaros de nuestra tierra que recibió el Segundo premio de la Comisión Nacional de Cultura 1943-1944, y fue muy elogiado por la crítica. Lo celebraron, entre otros, Luis Gudiño Krámer y Juan L. Ortiz.

Gudiño Krámer señala, justamente, que este libro es el “primero de una serie sobre motivos regionales desarrollados sistemáticamente”.

Y además de observar que los pájaros son descriptos “en su forma y características zoológicas, con sentido didáctico y evidente intención de que lleguen a ser conocidos y apreciados por los que no suelen reparar mucho en la vida de las especies, y con ánimo de enseñanza escolar”, resalta que “no son pájaros de vida inerme ni constituyen un muestrario intelectual, anecdótico, literario, de fábulas o citas, ni mucho menos una serie de animales disecados, expuestos a la curiosidad por su morfología o utilidad.”, sino que por el contrario  son pájaros vivos “convivientes” de nuestra realidad, de nuestro mundo.

“…son los compañeros del campesino;(…)la alegría del campo, el adorno de los paisajes (…) Son los pájaros que trabajan, cantan, luchan por subsistir. Amenazados por el hombre, perseguidos, o en lucha contra la naturaleza, ellos ofrecen un ejemplo de optimismo vital. Cantan y procrean, hacen sus nidos, remontan sus vuelos o desarrollan sus minúsculas existencias sobre el suelo o las aguas, como el tero o el biguá. Son los pobladores de nuestras campañas, los que emigran y vuelven; los que configuran un clima o una geología; los que retornan de sus misteriosas migraciones y dan sello a la región de sus antepasados, o los que quedan en las islas, sobre los arroyos, en las planicies ardorosas, y allí anidan, o cuelgan sus flotantes palacios, como el boyero”

Y  todo ese mundo alado del litoral, aparece en este libro de Marcelino, quien dice que en estos romances ha trabajado “la expresión en marco sencillo”, a la vez que cumple con “el propósito –por encima de lo puramente descriptivo- de exaltar la libertad y la alegría en el mundo alado. Amor y conocimiento y principios éticos.”   Y remarca  que estos poemas “no son versos infantiles, pero sí apropiados para los pequeños lectores” y que así “lo entendió la Dirección General de Escuelas de Entre Ríos al recomendar su lectura en los colegios primarios de la provincia.” (estamos hablando de la década del 40.  ¿Se leyó ¿Se sigue leyendo?¿Lo conocen los maestros, los profesores?)

“no hay que dar al niño –decía- nada nocivo para el desarrollo ulterior de su personalidad. No hay que educarlo para el temor y la sumisión, sino para la vida libre y plena.”  Y la libertad y la plenitud de vida, sin dudas, es lo que aparece en todos estos textos.

Es cierto que el propósito que se impuso el poeta se cumplió en las composiciones que integran el libro, pero quizás corresponda señalar que el afán pedagógico lo llevó a reiterar cierto esquema compositivo. No sólo la forma poética elegida (el romance monorrimo) sino también la manera de presentar cada una de las especies: su conformación física, plumaje, hábitat natural, sus modos de vida, virtudes, la construcción de sus nidos, las posturas, la alimentación, los diversos nombres que reciben en distintas zonas del país, etc.

Gudiño Krámer reconoce que “puede, a veces, parecer monótono por el mismo metro o la descripción minuciosa de las características formales del pájaro, pero –dice el crítico-  de inmediato ganan la emoción del lector las imágenes libres del poeta…”

Juanele, refiriéndose también a esas imágenes no dudó en calificarlas como “hermosas” y cita, por ejemplo las que describen al Juan Soldado:

…Llamas que del cielo bajanlo quemaron hasta el cuello y una noche de relámpagosabierta cayó en su cuerpo.

“Al penetrar en el libro –dice Juanele- nosotros sentimos que la claridad y la inocencia del campo nos visita”

Tampoco deja de observar que si la pretensión de Marcelino hubiera sido otra, no el propósito modesto, muy modesto: el de una simple prueba de amor o el de un obsequio provechoso a los niños o a los mayores (…) de algunos gustosos conocimientos ornitológicos, resultado de una delicada, de una viva, de una fervorosa experiencia.”, si hubiera sido otra su intención, decía como dar una equivalencia en el plano de la lírica de la libre gracia alada, (…) hubiera exigido entre otras cosas cierta variedad de medidas rítmicas.

Al respecto, no podemos dejar de vincular esta obra de Marcelino Román con los poemas que integran el capítulo Alas del Libro de los paisajes (1917), de Leopoldo Lugones.  Ambos poetas, sin dudas, exaltan la libertad y el canto en el mundo alado; ambos describen no sólo con amor sino con momentos de admirable belleza plástica a las diversas criaturas, pero mientras en Lugones prima la variedad (Pentasílabos, heptasílabos, eneasílabos, endecasílabos, dodecasílabos; redondillas, cuartetos, serventesios, tercetos, etc., es decir distintos metros y diversidad estrófica), en Marcelino se reitera, con exclusividad, el romance octosilábico.

Pero, en definitiva, si bien estos romances -vistos en conjunto- pueden dar esa idea de monotonía formal y esquemática, no sólo están justificados por el amor, el conocimiento y los sustentos éticos que alentaron al autor, sino que también, y fundamentalmente, porque –vistos individualmente- la presencia de la poesía es innegable. Como muestra, uno solo de estos romances:

El pirincho

Bastante flaco y coludo,

plumaje esponjado y ralo,

tiene el pirincho una facha

de vagabundo simpático,

con la ropa deslucida

y el copete despeinado.

No le sirven para el frío

su blusita de verano

ni las flotantes hilachas

de su ponchito listado.

Se agrupa en pequeñas tribus,

y su nido, hecho entre varios,

se alegra con tanto huevo

color de cielo veteado.

En hermandad se reparte

la dicha como el trabajo,

el amor y la atención

de sus hijos bien cuidados.

Friolento, juntando sol

el pirincho despilchado,

en el sol tiene expansiones

y retozos de muchacho.

Se traslada en lento vuelo

de un árbol a otro cercano,

o revisando la tierra

busca insectos y gusanos.

Cuando el sol asienta más,

él está de mejor ánimo.

Suelta por las arboledas

el pregón de su entusiasmo,

acuchillando los aires

con su grito agudo y largo.

Marcelino M. Román

Marcelino M. Román, poeta, periodista, ensayista e investigador folklórico, nació en Victoria(ER), 1908 y  murió en Paraná, en 1981.

Se realizó en el Museo de la Ciudad de Paraná la Muestra presentando de esta manera cada poema, ficha técnica y dibujo ilustrativo; con el agregado de la foto correspondiente (gentileza “Chino Martínez). (año 2009).

Obra Literaria: Poesía: Calle y cielo (1941), Tierra y gente (1943), Pájaros de nuestra tierra (1944), Coplas para los hijos de Martín Fierro (1949), Tierra de amor (1950), América Criolla (1953), La querencia y los caminos (1961), Comarca y universo (1964), Tiempo y hombre (1967), Nuevas coplas para los hijos Martín Fierro (1968) y Vida y canto (edición póstuma, 2003).

Prosa: Sentido y alcance de los estudios folklóricos (1951)Itinerario del payador  (1ª Edición 1957;  2ª Edición, 1997)Reflexiones y notas sobre poesía y crítica (1966)

Juan Manuel Alfaro para Entrerrianísimo

× HOLA!