Robo a Lacorazza: Otro caso de ineficiencia judicial

El domingo era como cualquier otro, pero nunca se sabe lo que depara el destino para los mortales. Pasadas las 18 horas, el dueño de casa pasa en auto frente a la escribanía de su señora y observa que la puerta de entrada está abierta. Detiene la marcha, desciende, y se encuentra con que las puertas de acceso habían sido forzadas. Adentro, el desastre. Así comenzó, hace casi cinco años atrás, un proceso de eficiente desempeño policial, pero de aún inverosímil impunidad judicial.
Todo comenzó el 2 de diciembre de 2018, por la tarde, cuando la Policía local tomó conocimiento del robo a la Escribanía Lacorazza, doce horas después de ocurrido. La misma había sido encontrada con los accesos violentados, su interior desordenado, la caja fuerte dañada y abierta, el disco del sistema de video vigilancia desaparecido, al igual que un revolver 38, y una importante cantidad de dinero.
La investigación
A partir de ese momento, el personal de Investigaciones de la Jefatura local puso manos a la obra para esclarecer el hecho, y las primeras diligencias demostraron que habían entrado en la madrugada por un patio interno, al cual accedieron por calle Chacabuco, y que habían utilizado herramientas y guantes.
Al averiguar en el barrio, tomaron conocimiento de que un vecino, en la noche del sábado al domingo, había observado que una camioneta negra de alta gama, con una persona adentro, estaba estacionada en las inmediaciones, como esperando, y que, según su hija, seguía allí a la madrugada.
La causa recayó en la fiscal Josefina Beherán, quien, hasta completada la investigación y concretadas las detenciones, afortunadamente, cumplió con todas las medidas solicitadas por los investigadores, en Gualeguay y en CABA, en los registros de telefonía celular, en escuchas, y en todas las cámaras de seguridad.
De este modo, el registro de las cámaras comenzó a arrojar los primeros datos: una BMW X3 negra fue registrada entrando desde Buenos Aires, en el lugar durante el robo, y volviendo a salir en la misma dirección. También se vio claramente cómo se baja su conductor a abrir el baúl, y cómo salen del lugar dos otros sujetos, de los cuales uno dejó en el baúl, junto al botín, su peluca rubia, para terminar los tres subiéndose al vehículo y dejando el lugar.
Ampliando la observación antes y después del hecho, se observó a éstos sujetos en contacto con los ocupantes de un Citroën C4 blanco, al cual se lo registró varias veces merodeando la escribanía, y se lo siguió, al igual que a la BMW, hasta inmediaciones del Club Sportiva, donde se los perdió.
Esos datos permitieron conocer la identidad de sus titulares: un uruguayo, con domicilios en Buenos Aires, que había entrado al país y regresado al suyo múltiples veces con la BMW, y una mujer domiciliada cerca del club con el otro.
A partir de esa información, se allanó el domicilio en que vivían Viviana (53) y su hija Constanza (20), donde se secuestraron celulares, herramientas, un par de guantes, dinero en moneda local y extranjera, el Citroën C4 que estaba en el garage, y otros elementos útiles a la causa. Las mismas reconocieron que, en la tarde del sábado, allí había estado el BMW con los tres sujetos.
De la inmediata inspección de los celulares surgieron dos contactos que podían estar involucrados, y, al investigarlos, se ordenó su inmediata detención. Se trató de Mario (55) y su hijo Claudio (34), ambos oriundos de Gerli, en Lanús, provincia de Buenos Aires, donde Mario tenía un bar.
Con estos datos, una comisión de Investigaciones fue enviada a CABA y Quilmes para ubicar a Mario, su hijo, y al Uru. Con el apoyo de las policías de cada lugar, y de la Prefectura Naval, se procedió con las escuchas, y con la vigilancia de los lugares sospechados, muentras en Gualeguay se seguian revisando imágenes.
Gracias a estas tareas, para el jueves de esa semana, ya se sabía que Mario estaba en Córdoba, manejándose en un Gol, que Claudio andaba por Gerli, circulando en un Audi A4, y se identificó a su pareja, mientras las fronteras estaban alertas esperando la entrada del uruguayo.
A esta altura de la pesquisa, se sabía que Mario había sido el organizador, que Viviana y Costanza fueron las entregadoras, que el Uru hizo de chófer, y que Claudio y un sexto sujeto, aún desconocido, fueron quienes dieron el golpe. También se sabía que el jefe y el uruguayo habían estado presos.
De ese modo, el 9 de diciembre, a apenas una semana del hecho, por un lado, la Prefectura detectó al Uruguayo entrando al país y se lo detuvo, secuestrándole la BMW X3, y, por el otro, en Villa Sarmiento, capturaron a Mario, a quien le secuestraron el Gol, más dinero y su celular.
Así es que las diligencias continuaron, manteniendo la vigilancia, revisando imágenes, comunicaciones y testimonios, con el objeto de dar con Claudio, con un cuarto involucrado, aún desconocido, y con gran parte del dinero, aún faltante.
Mientras tanto, gracias al análisis de las imágenes y de los celulares, se determinó que Constanza había viajado a Buenos Aires dos días después del golpe, muñida de un bolso, el cual, al regresar a la noche del mismo día, no lo traía.
Del mismo modo, la vigilancia permitió ubicar a Claudio cerca del bar, para lo cual se ordenaron varios allanamientos simultáneos que terminaron con su detención y el secuestro del Audi.
Con los tres presos varones alojados en la Unidad Penal local, y sabiendo que los detenidos se estaban comunicando con celulares de Buenos Aires, se ordenaron las correspondientes escuchas directas.
Tal era la alegría de las autoridades que, el 21 de diciembre, la Fiscalía llamó a conferencia de prensa, y, junto al Jefe Marcos Schmuck, Beheran confirmó que, a solo dos semanas del hecho, el caso estaba esclarecido, y que había 5 detenidos, mientras que uno todavía estaba prófugo.
Pero pasaron las fiestas, vino el 2019, y, a principios de febrero, la Juez de Garantías Dra. Alejandra Gómez ordenó prisión domiciliaria para el Uru, y libertad para Viviana, Constanza, Mario y Claudio.
En los meses siguientes, la causa se enfrió, pero no cesó la búsqueda de parte de la Policía. Durante este tiempo, las escuchas permitieron detectar a un sujeto, quien fue identificado como Diego (35), y quien, gracias a su perfil en las redes sociales, se pudo establecer que se trataba del cuarto masculino implicado en este robo, quien había entrado a la escribanía con Claudio, y quien también había estado preso.
A partir de ese dato, una nueva comisión salió para Lanús, donde se lo ubicó conduciendo un Citroën C3 o un VW Fox, y, el 24 de abril, se ordenó el allanamiento al domicilio y Diego fue capturado y se le secuestraron todos los vehículos.
La impunidad
De ese modo, cuatro meses después del robo, los seis miembros de la banda ya estaban individualizados, habían sido detenidos, y toda la prueba ya había sido producida para la Justicia, pero cinco de ellos ya estaban en libertad, y el último recuperó su libertad el 14 de mayo.
La caratula de la causa fue por robo con escalamiento, con una pena tal vez no tan importantes como el daño causado a las víctimas, y el botín robado, misteriosamente, nunca apareció.
Ahora bien, lamentablemente, desde aquel golpe, hasta la fecha, pasaron casi cinco años, durante los cuales el expediente pasó del cajón de una fiscal al de otro, y del de éste al de un último, las medidas se dilataron, los plazos se vencieron, y solo las mujeres cómplices acordaron un juicio abreviado para terminar con su participación.
Los cuatro varones, libres desde hace cuatro años y algo, tuvieron tiempo más que suficiente de disponer del dinero y, con el mismo, pagar las “deudas contraídas” y lavar lo que quedara.
A fines de este agosto de 2023, la causa se elevará a juicio, lo cual significa que, con suerte, el juicio se celebrará a mediados del año próximo, algo que, de por sí, resulta vergonzoso. Un juicio del que todos dudan de que los acusados participen.
Conclusión
El aberrante desempeño de la Justicia de Gualeguay ha quedado innumerables veces en evidencia, en todos sus fueros y a lo largo de todos sus procesos. El desprecio por la justicia cultivado por gran parte de sus actores (no todos) ha afectado demasiadas víctimas, en muchos casos más que los victimarios iniciales.
Ahora bien, en particular es su Ministerio Público Fiscal, conocido como Fiscalía, el que, con su irresponsable accionar, sobrepasa los límites de cualquier tolerancia. Conducta que esa área profesa desde la coordinación de Dardo Tortul, en tiempos del sonado caso Bennvenuto, y que continúa, a control remoto, Gamal Taleb.
Dios quiera que los nuevos tiempos traigan algo de Justicia a estos parajes tan abandonados por ella.
Norman Robson para Gualeguay21