Romani: El arte de encender pertenencias y atizar identidades

El hombre es un reconocido periodista y escritor del sur entrerriano, un gran rescatista de la cultura regional, y, por ello, recibió múltiples premios. Pero es gracias a su arte de hablar que conquista muchas más consciencias. El hombre, dueño de un frondoso conocimiento y una elocuente oratoria, al hablar enciende pertenencias, atiza identidades, y perpetúa más cultura que con sus textos. Así, sin machete, mirando a los ojos a su público, acompañado de sus manos, y de un seductor manejo del lenguaje y sus inflexiones, envuelve a todos y se los lleva a recorrer la historia y la geografía de su querida provincia de Entre Ríos. Es Roberto Romani.

Roberto nació en Larroque el 26 de enero de 1957 y es dueño de una dilatada trayectoria cultural más que artística. Lo destacan como periodista, escritor, poeta, pero su oratoria es su don más extraordinario, de otro mundo. Con ella, a lo largo de su carrera, hablando, contando, recordando, ha construido más cultura, identidad y pertenencia que nadie. Gracias a su encantadora forma de hablar, y a la enriquecedora experiencia de escucharlo, se ha convertido en un apóstol cultural, predicando aquí y allá los auténticos valores que nos distinguen como pueblo.

Debo confesar que más de una vez me he sorprendido a mi mismo leyendo en voz alta algo mío e imitando su forma de hablar, un estilo único.

Al frente del micrófono, Roberto es mágico, genial. Este 25 de Mayo, nos habló largo y tendido, cual maestro frente a su aula, y todos atendimos los vericuetos de su relato atentamente y en silencio, como si estuvieramos en clase. Nos subió a todos a su máquina del tiempo y nos llevó a recorrer su sur entrerriano en revolución, nos mostró a Zapata y a Samaniego, entre polvorientas escaramuzas, y a los viejos pobladores debatiendo la libertad en boliches, calles y jardines.

Lo hizo tan pacíficamente como lo hace siempre, con inmenso cariño oral, arrastrando suavemente sus palabras, en ese lenguaje altisonante y afectuoso de inesperados tonos, y despertando cada uno de nuestros sentidos. Así nos acarició el alma, mientras nos transportaba por esos lugares y momentos que, desde ese instante, pasaron a ser inolvidables.

Así, reviviéndonos sensaciones propias de la vida de aquella época, Roberto nos bañó a todos en entrerrianías, como aquellas de otro grande, Don Mario. Lo hizo a baldazos de historia y geografía, y quedamos encantados, embobados, indiferentes al tiempo, a las distancias, y al frío de la plaza.

Roto el hechizo de su oratoria, me quedo pensando en este gran hacedor de consciencias entrerrianas: Cuánto caudal de conocimiento para contar tanto, cuánta destreza oratoria para contarlo con tanta pasión, fluidez y naturalidad. Cuánta generosidad. El sur entrerriano se enorgullese de él.

Norman Robson para Gualeguay21