12 mayo, 2025 5:50 am
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Ser masculino y ser femenino

Lo masculino y lo femenino son esos atributos de lo humano que se expresan en las dos sexualidades y en los dos géneros, y que nunca deben ser confundidos con lo genital ni con lo sexual. Ser hombre y ser mujer, por el contrario, son identidades.

Y esas identidades pueden ser producto de la mera biología, o de una elección. Una identidad también puede ser un rol, una función, un ejercicio.

 

 

Lo importante, ya que se trata de una de las esencias del ser humano, es que podamos recuperar los atributos de lo masculino y lo femenino como posibilidades. Cada uno de estos atributos de lo humano está definido por una serie de características particulares. La dimensión del ser femenino, por ejemplo, involucra la contención, la nutrición, el refugio, la disposición para la escucha y para el abrazo. Es decir, toda una gama de valores relacionados directamente con la sensibilidad, la recepción y la seguridad. El ser masculino, por su parte, está ligado con la ley, el emprendimiento, la potencia, el mando, los límites, la acción. Un conjunto de ideas ligadas al poder y a la capacidad de intervenir proactivamente en el mundo.

¿Cómo hacemos, entonces, para recobrar esos atributos que anidan en los cimientos de nuestro desarrollo humano?

Como primer paso, debemos encarar la tarea de desbaratar los estereotipos. […]

Creo que una adecuada aproximación consiste en considerar a lo masculino y a lo femenino como fuerzas espirituales, y no como categorías adjetivas. Se trata de recuperar la potencia singular, única y diferente de cada uno, pero volviendo a una dimensión holística que los integre. El error, muchas veces, se da cuando confundimos la potencia de lo humano con los términos genitales y las categorías sexuales que aportó la civilización. Sobre estas categorías, desde ya, no debe haber discriminación, uso ni abuso, sino integridad de la persona. El verdadero desafío es la integración. Rechazar cualquiera de estas dimensiones significaría perder potencia. Si tememos, nos alejamos y nos clausuramos. […].

Ante una mujer emprendedora o exitosa en los negocios, por ejemplo, solía decirse: parece un hombre… Hoy la realidad es otra. Ante un caso así, diríamos, más bien: estamos en presencia de una mujer que despliega, en su rol de mujer, atributos de lo masculino, pero que no por eso es menos mujer o rivaliza con el hombre.

Por otra parte, también entiendo que el trabajo más relevante que podemos hacer hoy, pasadas ya varias décadas desde la época de las reivindicaciones y de las luchas por la igualdad, es apelar a la síntesis. Es decir: ¿Igualdad de derechos y de obligaciones para hombres y mujeres? Sí, desde luego, y aseguradas por ley. Pero también, y sobre todo, potencia espiritual para no encasillarnos, para saber que una dimensión no va en detrimento de la otra. Claridad mental para aceptar que hay encuentros múltiples, sinérgicos y complementarios, y que la vida de una sociedad y de una comunidad gana en riqueza si celebramos y estimulamos la expansión de lo femenino y de lo masculino, y si impedimos que ambos estamentos resulten restringidos por competencias, estadísticas o problemas demográficos.

Rabino Sergio Bergman