4 octubre, 2024 6:43 pm
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Sombo: Crónica de un suicidio anunciado

La joven santafesina Miriam Emilse Sombo, de 32 años, tomó la decisión extrema de quitarse la vida el 3 de abril de 2021, pero la vida de ella y su pareja ya era conocida desde hacía tiempo. Ella mantenía una relación conflictiva con su compañero, una historia con más de un capítulo violento, pero que ella sostenía, en parte, por el hijo que tenían juntos, y, también, porque no le quedaba otra alternativa. Ella no tenía a nadie a quien recurrir, nadie que la ayudara a salir de esa situación. Solo consumado su suicidio, cuando ya era tarde, aparecieron la familia, la Justicia y las feministas, todos los que antes no estuvieron, culpando a su pareja de lo ocurrido.

La joven había llegado a Gualeguay diez años antes en busca de una nueva vida junto a su pareja, David Omar Romero, y a la criatura de ambos, recién nacida, pero las cosas parecen no haber resultado como esperaba. En 2019, Sombo ya había denunciado dos veces en la Justicia gualeya a su compañero por violencia de género.

A partir de aquel hecho, se libró una orden de restricción, pero nada más se hizo, y la joven fue tratando de que todo se desarrollara de la forma más pacífica posible, pero con separaciones intermitentes. En una de estas, por ejemplo, una noche, luego de una acalorada discusión, en la que él amenazó suicidarse, dejó la casa al llegar la policía, y ésta, al enterarse que la restricción estaba vigente, lo persiguió por las calles de la ciudad hasta que lo detuvo.

Desde aquel entonces, no fueron pocas las veces que la relación entre Sombo y Romero llegó a oídos de la Policía o de la Justicia. Todos sabían de esta familia. En este contexto, la noche anterior al suicidio, vecinos habían llamado a la policía por los gritos que se escuchaban en la casa. Ya no había restricción. Al llegar la Policía, ella salió y les aseguró, repetidas veces, que no pasaba nada y que todo estaba bien.

A media mañana del día siguiente, aprovechando que no estaban ni su pareja, ni su hijo, Sombo se colgó. Al rato, al llegar Romero a la casa, se encontró con la escena. Él, solo, la bajó, y, al ver que todavía estaba con vida, el mismo la llevó al hospital San Antonio, donde, a pesar de los esfuerzos, al rato murió. 

Conocida la muerte de Sombo, en menos de una semana, la madre vino a Gualeguay a señalar a Romero como responsable y constituirse como querellante en la causa, a la vez que la Multisectoral de Mujeres se sumó “brindando apoyo”, y, a partir de allí, la Justicia se puso a investigar si la muerte había sido producto de un hecho de violencia de género.

Así, la vida de Sombo, que antes no había despertado mayor interés en nadie, de repente, había estado plagada de “maltratos físicos, verbales, psicológicos, consistentes en hostigamiento y desprecio constantes”, los cuales le “provocaron un debilitamiento permanente de la salud mental que derivaron en un cuadro de stress post-traumático que la llevaron a tomar la decisión de quitarse la vida, profundamente afectada por la situación apremiante a la que fue sometida”.

Así, súbitamente, todos se enteraron de los “reiterados golpes y violencia física sostenida en el tiempo”, de las “amenazas tales como que la iba a matar, que le iba a romper la cabeza; hostigamiento, desprecio y manipulación psicológica”, y de que “no le permitía mantener estabilidad en su vida emocional, financiera y habitacional”. Conductas y manipulaciones psicológicas que, para la Justicia, fueron generando en Sombo “angustia, desesperanza y tristeza, cuadro psicológico que era conocido por él, quien se desinteresó por su salud y la dejó abandonada a su suerte”.

Lo curioso es que, a pesar de toda esa supuesta saña de Romero contra Sombo, la Fiscal María Delia Ramírez Carponi no lo acusó de instigación al suicidio, y sí lo acusó por amenazas coactivas, desobediencia, violación de domicilio, lesiones graves, resistencia a la autoridad y amenazas a testigos, y pidió que lo condenen a solo 8 años de prisión.

Todo esto se dirimirá en un juicio oral y público en marzo próximo, audiencias en las que se determinará la responsabilidad de Romero en muchos hechos, pero no en el suicidio de Sombo, del cual no se lo acusa.

Ahora bien, más allá de toda esta escena, quedan inquietudes sin respuesta:

¿Quién tuvo en cuenta a la criatura en toda esta historia, alguien se interesó por su bienestar, por su horfandad, o por sus derechos…?

¿Quién juzgará a los ausentes o indiferentes en esas instancias desesperantes que atravesó Sombo, quienes de haber estado presentes otro habría sido el desenlace…?

¿Alguien reconocerá el fracaso del sistema de protección de género, la hipocresía de sus actores apareciendo siempre tarde, y hará algo para corregirlo de forma que se eviten más mujeres muertas…?

Norman Robson para Gualeguay21

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