Trabajo y dignidad
El jueves pasado celebramos el día del trabajador, y la fiesta de San José Obrero. Esta fiesta nos ayuda a pensar en el trabajo humano como camino para la dignidad personal.
Por medio del trabajo participamos en la obra creadora de Dios, ayudamos en la construcción de la sociedad, y procuramos el sustento de la propia familia.
Participamos en la obra creadora porque Dios nos llama a co–laborar, co–operar, co–trabajar. En el libro del Génesis se cuenta que Dios presentó al hombre todo lo que había creado para que él le pusiera el nombre a las cosas. Es una manera de hacer al ser humano responsable de la obra de Dios.
La vocación del hombre al trabajo tiene que ver con el llamado a desplegar las propias capacidades. El trabajo manual o intelectual, el estudio, el trabajo en casa, cada lugar que ocupamos en la sociedad nos ayuda a cada uno a salir de nosotros mismos. Quien no puede trabajar tiene encerrada una capacidad para compartir, un don para entregar que queda sin dar fruto. Como una palabra amordazada que no llega a ser pronunciada.
Ayudamos en la construcción de la sociedad de la cual todos somos miembros. Así como en una familia no se mide la importancia de cada uno por la productividad, sino por la pertenencia, así también debiera suceder en la sociedad. Lamentablemente una mirada reduccionista y economicista nos hace mirar la importancia desde el dinero, aquello de “tanto tienes, tanto vales”, que es una burrada antropológica. Debemos procurar una sociedad sin descartables ni desechables, sin excluidos de la mesa del trabajo. Por medio del trabajo brindamos servicios a la sociedad y nos vinculamos en lo que el Papa llama la “cultura del encuentro”.
Procuramos el sustento de la propia familia. El salario debe ser justo en relación al trabajo realizado y de forma adecuada a las necesidades de la familia. No sólo en lo que hace a lo elemental para la vida (alimento, salud, educación) sino también en lo que hace al desarrollo personal y familiar en sentido integral (recreación, cultura, paseo). Los derechos sociales y ambientales del pueblo son garantizados en su accesibilidad por medio del trabajo dignamente remunerado.
Algunas expresiones de Francisco son elocuentes:
“Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”. (EG 202)
“Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia.” (EG 203)
“La vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo.” (EG 203)
“El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo.” (EG 204)
Se deben realizar esfuerzos por reducir el trabajo no registrado debidamente, desterrar la esclavitud y el sometimiento en condiciones laborales indignas del ser humano. También es fundamental recuperar lo que llamamos la “cultura del trabajo”, de la laboriosidad. Resaltar la importancia de ganar el pan con el sudor de la frente. Jesús conoció a san José como un hombre trabajador, y sentía alegría cuando lo llamaban “el hijo del carpintero”.
A partir de mañana y hasta el sábado nos reuniremos todos los obispos de las diócesis del país en Asamblea Plenaria. Estos encuentros se realizan dos veces al año. Compartimos inquietudes, expectativas, rezamos juntos. Estudiamos algunos temas para ayudarnos mutuamente en la tarea pastoral que desarrolla la Iglesia en la Argentina. Te pido nos acompañes con tu oración.
El jueves que viene es la fiesta de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Patria. Recemos por sus hijos más pobres y pequeños.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social