Un mundo diferente
Un día de domingo. Un paseo por el parque y la costanera. Un recreo tradicional para los gualeyos típicos. Pero una negra y sólida columna de humo les recuerda el basural. “¿Qué estarán quemando?” se preguntan… “Pero hoy es domingo”, se retrucan, mezcla de pregunta y afirmación…
Pero el basural no solo no es parte de la ciudad sino que es otro mundo.
Un mundo donde no hay relojes ni almanaques, un mundo donde las pansas no saben de días y horarios.
Un mundo olvidado de la higiene y la sanidad y la educación y que se yo que tantas otras cosas…
Cuestión que la columna de humo negro marcó el destino de este cronista y hacia ella partió.
Definitivamente, el basural es otro mundo.
En el extenso sitio, unas cuantas hectáreas por cierto, el sombrío ambiente enrarecido por el humo contrasta con las risas de coloridas mujeres y niños dándole la bienvenida al volcador municipal.
Ese volcador que antojosamente dibuja y extiende libremente el territorio de la miseria, abasteciendo de maloliente esperanza a los habitues del basural.
A su llegada, se abalanza y abren las bolsas con la ansiedad propia de quienes abren un regalo, y celebran la sorpresa de un desecho que puede canjearse por un poco de pan.
Definitivamente, el basural es otro mundo.
El cronista no deja de gatillar con su cámara. No sabe que perpetuar primero, si la enorme extensión del basural, si el impune vuelco indiscriminado, si las tiernas e inocentes caras de los gurises cubiertos por moscas, si sus pies descalzados, si…
El cronista no deja de gatillar pero sabe que no puede retratar la injusticia.
La injusticia se esconde detrás de esas alegres caras que a las carcajadas navegan semi sumergidas en ese mar de fétido residuos.
Definitivamente, el basural es otro mundo, y el poder así lo prefiere.
Norman Robson para Gualeguay21