26 abril, 2025 5:11 am
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Una misa y cuatro Papas


Hace unos días escuché que un periodista ponía este título para la celebración realizada hoy en Roma. Se refiere a Francisco que presidió la misa, a Benedicto XVI que fue invitado especialmente, y a Juan XXIII y Juan Pablo II que fueron canonizados.

Ojalá te hayas podido levantar tempranito para participar de toda la celebración transmitida por la televisión. Son acontecimientos históricos de los cuales ser testigos es una gracia particular.
Proponer la santidad en estos dos Pontífices del siglo XX y XXI nos hace verlos a ellos no solo como modelos de vida evangélica, sino también considerarlos como nuestros amigos que interceden, que rezan por nosotros ante Dios.
Son muchas las “genialidades” de estos dos nuevos santos. Seguramente pudiste en los últimos días leer, escuchar o mirar, artículos o documentales acerca de sus vidas. Anécdotas que conmueven. Yo quiero dar gracias a Dios por algunas cuestiones en particular.
De Juan XXIII, el Papa bueno, su calidez para acercar a la gente a un Dios que se manifiesta con ternura. En sus gestos, sus palabras. Sin lugar a dudas será recordado con suma gratitud por haber convocado el Concilio Ecuménico Vaticano II, comenzando así un proceso de aggiornamiento de la vida de la Iglesia que aún no alcanza a concretar algunos de los caminos abiertos hace 50 años. Muy importante fue también su Magisterio en Doctrina Social de la Iglesia. ¡Gracias, San Juan XXIII!
De Juan Pablo II conocemos más porque lo tenemos más cercano en nuestra propia vida. Sus viajes misioneros por todo el mundo nos abrieron a la universalidad en la misión de la Iglesia. Nos llamó particularmente en América Latina a la “Nueva Evangelización”, presidiendo las Asambleas Generales del Episcopado del Continente en Puebla (1978) y en Santo Domingo (1992). Para la Argentina tuvo tres momentos importantes: ofrecer su mediación en una guerra inminente con Chile (1978), visitarnos durante el conflicto armado con Inglaterra (1982), y su peregrinación misionera de varios días en 1987. ¡Gracias, San Juan Pablo II!
Les propongo conocer un poco más a estos dos nuevos santos. Les transcribo una partecita del primer poema que se conoce hasta ahora de san Juan Pablo II. En él percibimos un Karol Wojtyla joven y, sin embargo, tanto para aprender de su poesía al dirigirse a Dios: (…) “Apuro hasta los bordes la copa de vino, con gratitud,/en Tu fiesta celestial —cual un siervo orante—/porque embelesaste extrañamente mi juventud,/porque de un tronco de tilo tallaste una forma rozagante./¡Tú eres el Maravilloso, el Escultor de santos tallados!/ Por mi camino hay muchos abedules y robles numerosos./Soy como un surco soleado, un campo sembrado,/como una arista joven y brusca de los Tatras rocosos”.
Y ahora leamos juntos un fragmento del “Discurso bajo la luna” que Juan XXIII pronunciara frente a la multitud que se acercó iluminando con antorchas la noche romana hasta la plaza San Pedro el 11 de octubre de 1962, fecha en la que se iniciaba el Concilio Vaticano II: ““Queridos hijos: escucho sus voces. La mía es una sola voz pero resume la voz del mundo entero. De hecho, el mundo entero está representado aquí. Se diría que hasta la luna se ha hecho presente esta noche. ¡Miren este espectáculo! (…) Mi persona no cuenta en nada. Es un hermano el que les habla hoy, convertido en padre por la voluntad de nuestro Señor. Pero todos juntos, paternidad y fraternidad, son gracia de Dios. Hagamos honor a la impresión de esta noche y dejémonos llevar siempre por nuestros sentimientos como ahora lo hacemos delante del cielo y la tierra. Fe esperanza y caridad, amor de Dios y de los hermanos y así todos juntos ayudar a la santa paz del Señor para las buenas obras. Al volver a sus casas encontrarán a sus niños. Den una caricia a sus niños, y díganles: ‘esta es una caricia del Papa’. Quizás encuentren alguna lágrima para enjugar, den una palabra de aliento. El Papa está con ustedes, especialmente en la hora de la tristeza y de la amargura”.
Hoy, segundo domingo de Pascua, celebramos especialmente la misericordia de Dios. La imagen de “Jesús Misericordioso” nos lo muestra resucitado y caminando al encuentro de nosotros. La luminosidad que brota de su pecho, evocan el agua y la sangre que salieron  de su costado en la crucifixión por la lanza del soldado.
Son signos de los sacramentos de la Iglesia que nos purifican del pecado y nos renuevan en la vida cristiana. El agua del Bautismo que nos hace hijos de Dios, la sangre de la Eucaristía que nos fortalece para peregrinar en la fe.
Muchos fieles acuden a misa y buscan confesarse para expresar la fe y el amor.
Renovemos también nosotros la alegría de la fe en este tiempo pascual.
Hoy también se realiza en Gualeguaychú la X Marcha Ciudadana ambiental al Puente Gral. San Martín, con el lema “¡Sin fronteras, por la vida!”. Habitualmente referentes de diversas confesiones realizamos un momento de oración interreligiosa. Es un modo de expresar el compromiso desde la fe en el cuidado de la casa común a toda la familia humana.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

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