22 abril, 2025 3:50 pm
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Una Voz que vale la pena seguir


Algunos dicen (y con bastante razón) que esta época se caracteriza por la desorientación de buena parte de la humanidad. Como si la sociedad no terminara no sólo de acertar, sino de definir un camino, y asumir la posibilidad de equivocarse o atinar con esa decisión.

No nos animamos a dar pasos firmes. Esta desorientación provoca angustia y una mirada cortoplacista en algunos, trasladándose riesgosamente hacia la política.
A veces vemos que esta experiencia se da en los jóvenes que comienzan un estudio universitario y a los dos años cambian de carrera. Pero igualmente se lo constata en las relaciones afectivas interpersonales, marcadas en varias oportunidades por ser emotivamente intensas pero fugaces.
También sucede en el plano de las opciones fundantes de la vida, que tienen relación con la trascendencia, la fe, los valores. El relativismo imperante nos lleva a pensar que todo da lo mismo. Y no es así.
En medio de tantas voces que nos tironean de un lado a otro, hay una voz, una voz que vale escuchar y seguir. Es Jesús. Él se presenta como quien quiere guiarnos y cuidarnos. Se compara con el Pastor que “va  delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz” (Jn. 10, 5)
En realidad Él es quien nos da plenitud de horizontes: “yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”.
Este domingo rezamos de manera particular por las vocaciones sacerdotales. Consagradas y misioneras. Con el lema “Vocaciones, testimonio de la verdad” Francisco nos dice en el mensaje que ha escrito, que “el modo de pertenecer a Dios: es a través de la relación única y personal con Jesús, que nos confirió el Bautismo desde el inicio de nuestro nacimiento a la vida nueva.
Por eso, toda vocación, no obstante la pluralidad de los caminos, requiere siempre un éxodo de sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su Evangelio. Tanto en la vida conyugal, como en las formas de consagración religiosa y en la vida sacerdotal, es necesario superar los modos de pensar y de actuar no concordes con la voluntad de Dios. Es un «éxodo que nos conduce a un camino de adoración al Señor y de servicio a él en los hermanos y hermanas»
No debemos tener miedo: Dios sigue con pasión y maestría la obra fruto de sus manos en cada etapa de la vida. Jamás nos abandona. Le interesa que se cumpla su proyecto en nosotros, pero quiere conseguirlo con nuestro asentimiento y nuestra colaboración.
La vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno. ¿Acaso no dijo Jesús: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13,35)? (…)
Dispongamos por tanto nuestro corazón a ser «terreno bueno» para escuchar, acoger y vivir la Palabra y dar así fruto. Cuanto más nos unamos a Jesús con la oración, la Sagrada Escritura, la Eucaristía, los Sacramentos celebrados y vividos en la Iglesia, con la fraternidad vivida, tanto más crecerá en nosotros la alegría de colaborar con Dios al servicio del Reino de misericordia y de verdad, de justicia y de paz. Y la cosecha será abundante y en la medida de la gracia que sabremos acoger con docilidad en nosotros.
Recemos entonces por las vocaciones a la vida sacerdotal, consagrada y misionera en nuestra Iglesia. También hoy realizamos la colecta destinada al sostenimiento económico de nuestro Seminario Diocesano que ya ha cumplido sus Bodas de Plata.
Ayer culminamos nuestra Asamblea Plenaria de obispos de la Argentina. En la homilía de apertura Mons. José María Arancedo, recordaba los “40 años de la muerte del Padre Carlos Mugica. Este hecho está presente en la memoria de la Iglesia. Fue, en aquellos años duros y tristes de nuestra Patria, víctima de un asesinato. Fue un sacerdote que vivió su fe y ministerio en comunión con la Iglesia y al servicio de los más necesitados, que aún lo recuerdan con gratitud, cariño y dolor. Elevemos nuestra oración por él, por nuestro hermano Carlos, y pidamos al Señor que, junto a la verdad y a la justicia, avancemos en el camino de la concordia y la reconciliación entre los argentinos, como parte de una cultura del encuentro que nos debemos y que nos permitirá construir una Patria más unida, más fraterna y solidaria.”
En ese tiempo yo estaba estudiando en la Facultad de Ingeniería, y con algunos compañeros del grupo universitario de la Acción Católica fuimos en la noche a la Villa a rezar al velatorio del P Carlos. Aún hoy cierro los ojos y puedo recordar algunos rostros de edades diversas que expresaban un gran dolor y sentimiento de profunda orfandad. Era la valoración sincera de un hombre de Dios que era portador de la Buena Noticia a los pobres. Reconozco en esa noche como una de las primeras señales de mi vocación sacerdotal que se me hizo patente unos meses más tarde. ¿Qué puede ser más fuerte que acercar el amor de Dios a quienes son dejados de lado por la sociedad? ¿Qué tiene la vida del pastor que puede ser camino de alegría para los más desfavorecidos?
Varios son los homenajes y recordatorios del P Mugica en estos días. No perdamos de vista que quiso ser fiel a Dios sirviendo a los pobres. Sacerdote hasta la muerte.
Monseñor Jorge Lozano

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