21 abril, 2025 4:44 am
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Uno de los hijos del desamparo

 

Como un último heredero de una casta marginal, fiel a los preceptos amorales instaurados en el seno de su desamparo, él ingresó en los anales del Consejo del Menor a la precoz edad de nueve años.

Solo nueve años bastaban, según los códigos de su entorno, para convivir con la droga, la prostitución, la promiscuidad y las armas, deambulando solo, a la deriva, en la desconcertante búsqueda de vaya uno a saber qué cosa.

 

 

 

Si bien existía, y existe, una madre, que a la hora legal siempre se hizo cargo, el estigma del palo hereditario y comunitario supera cualquier intento de contención promoviendo la reincidencia constante.

Si bien el estado conocía, y conoce, esta situación, permite que él permanezca en ese estado de desamparo, indefenso, expuesto a la nociva influencia de su entorno.

Así, de esa forma, él llega a los doce años, luego de tres cortos años que, en vez de ser ocupados en el estudio, en el juego y en el deporte, fueron dedicados a una escalada iniciación criminal.

Un proceso que termina en su bautismo como delincuente cuando es capturado en el garaje de una casa intentando robar una bicicleta.

Ese día agrega un nuevo folio a su ahora frondoso expediente y el Consejo del Menor se entera inmediatamente de que hay un nuevo delincuente juvenil en la calle, ese mismo que vio desamparado tres años atrás y por el cual no hizo nada.

A partir de ahí, él comienza una intensa carrera de hechos delictivos de diferente tenor que lo llevan, reiteradamente, a la comisaría del menor, de ahí al Consejo del Menor, y de ahí de regreso a su madre, siempre sin dar una solución adecuada y definitiva a su problemática.

Tres años pasaron de este círculo vicioso en el cual, tal vez motivado por el poxiran y el paco, fue incorporando cada vez más violencia a su repertorio delictivo, un raid que lo llevó a una residencia en Victoria, de donde se escapó rápidamente.

Fue tan así hasta que, a los quince años, fue apresado después de asaltar violentamente a una señora mayor que terminó con lesiones graves.

Esta vez, el Consejo del Menor tomó cartas en el asunto y él terminó alojado en una residencia en el norte de la provincia.

Hoy en día, con 17 años, se fugó del establecimiento donde estaba y permanece prófugo, aunque se sospecha que está viviendo con su familia materna en un ámbito de vicios y podría ser responsable de varios hechos delictivos de los últimos meses.

Hoy en día, el Consejo del Menor espera ansioso su mayoría de edad para que el problema pase a otra cartera y tenga el desenlace que ya todos conocemos: sobredosis, cárcel, o la muerte.

Este desenlace para muchos es una solución a la violencia juvenil, pero para la sociedad representa la pérdida de un joven que podría haber sido rescatado de forma positiva para la sociedad.

Esta historia y sus personajes son de ficción, y cualquier semejanza con hechos y personajes reales es pura coincidencia.

Norman Robson para Gualeguay21

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