11 noviembre, 2024 6:26 pm
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Basta de bolsas de gatos

Una lectura de la realidad política actual, y de sus antecedentes inmediatos, permite intuir que el pueblo, desde su propio territorio, está cansado de bolsas de gatos juntadas para robar o para no robar, sino que ya quiere propuestas decentes que estén preparadas para gobernar.

Pasa que este milenio nos trajo con él un proceso signado por la amoralidad, que se desparramó por toda América Latina imponiendo un modelo populista pleno de fantásticos relatos, y liderado por una tan hábil como viciosa dirigencia setentista.

Este proceso impactó en la sociedad pervirtiendo todo el sistema, corrompiendo todos sus valores, imponiendo la desinstitucionalización, destruyendo la república, desvirtuado la democracia, y naturalizando todo lo malo.

Según conceptos filosóficos, está es la corriente escepticista, la cual sirvió al poder imponiendo la creencia de las mil verdades, de que todo era relativo, y de que todo era cuestionable, lo cual le sirvió para gobernar promoviendo la incertidumbre y desfigurando la realidad, a la vez que hizo imposible el cultivo de cualquier tipo de ideología.

Es por eso que los apóstoles de las ideologías, que fueron siempre cuadros formados, desaparecieron de escena, reemplazados por “militantes”, cultores fanáticos y fundamentalistas de un relato que en nada era correspondido con la realidad.

En su ocaso natural, provocado por la propia insatisfacción de la sociedad, tal como siempre ocurrió a lo largo de la historia universal, está llegando la corriente estoicista, en la cual la sociedad busca recuperar lo perdido, revivir los valores, poner en valor la democracia y restaurar la república.

A partir de esto, comenzaron a llegar al poder, reemplazando a la generación setentista, los hijos de las dictaduras, nuevos líderes, comprometidos con una nueva concepción política, para imponer un nuevo modelo político. En la Argentina, Macri es el hijo de nuestra dictadura que resultó presidente en este marco.

Pero, lamentablemente, de su lado no hay muchos como él dispuestos a abandonar su zona de confort para acompañarlo, ni en su entorno, ni en los territorios, sino que Macri llegó al gobierno dentro de una bolsa de gatos entre los cuales muchos todavía profesan los vicios de la vieja política, y otros sufren la ignorancia bien intencionada de la nueva política.

Del mismo modo, desde su liderazgo dentro de la bolsa, debe enfrentar otra bolsa de gatos, malos de verdad, rabiosos y desesperados que buscan recuperar el poder perdido.

Cabe señalar que en ambas bolsas se sufre el mismo síndrome: cero ideología, cero proyecto político, y mucha ambición particular, ambición de dinero, de poder.o de simple redención.

O sea, mientras uno, errático, sabe hacia donde quiere ir, y lucha por mantener ese rumbo, el resto, adentro y afuera, no tiene la menor idea, y, por ignorancia o malicia, solo ponen palos en la rueda.

Pero esto no es todo, estas riñas han expulsado al pueblo de la realidad de la dirigencia, y lo relegaron a la cola de las prioridades de su agenda, colocándolo en una posición de angustiado e impotente espectador.

En el territorio, el pueblo, boquiabierto y apático, asiste de afuera a un debate que en nada lo contempla, sino que la dirigencia, absolutamente autista y concentrada en su propio ombligo, lleva adelante una disputa pretendiendo convencerlo sobre una y otra forma de repartir la torta, de la cual ya el pueblo sabe que no quedan ni las migas, sino que busca ansioso quien tenga lo que hay que tener para liderar el cambio logrado hacia una mejora.

Pero es inútil. Ninguno se da cuenta de lo que el pueblo quiere: propuestas serias, con más contenido que promesas, que busquen reconstruir esa torta a partir de un proyecto político que plantee una agenda de la cual él pueda participar, pues sin él nada será posible, menos sustentable.

El pueblo hoy quiere propuestas con un norte cierto y no el cuento del tío al que históricamente lo acostumbraron.

En definitiva, el pueblo quiere, o exige, propuestas consecuentes con un proyecto político de verdad, coherente con los ideales comunes, con estrategias viables y accesibles que signifiquen una salida a la decadencia actual.

O sea, el pueblo no quiere más bolsas de gato para acceder al poder. El pueblo entiende que el cambio ya pasó, que ya cambió, y ahora quiere Mejoremos en lugar de Cambiemos, entendiendo la mejora como el compromiso conjunto de la sociedad y la dirigencia con el crecimiento, con el desarrollo integral, pero a partir del pueblo, del territorio, donde la intangibilidad de las políticas públicas se hacen tangibles.

Ese compromiso debe venir por afuera de estas bolsas de pensamientos canjeados por un cargo, de algún grupo filosóficamente homogéneo y coherente con capacidad de hacerlas realidad en el territorio.

Norman Robson para Gualeguay21

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