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Basta de pedofilia en Entre Ríos

En Entre Ríos tomaron estado público, en los últimos años, cuatro sonados casos de pedofilia serial que llegaron a estremecer al país, pero que desnudan una escalofriante realidad que pocos quieren reconocer.

El Padre Justo Ilarraz, con treinta y cinco años, abusó, por lo menos, de siete gurises, pero, gracias a la perversidad de la Iglesia, y a fisuras de la ley, llegó a los 60 impune. Ahora, finalmente, el Padre Justo recibió 25 años de prisión.
El Padre Juan Diego, con cuarenta y ocho años, abusó, por lo menos, de tres gurises, pero el antecedente del Padre Justo facilitó el accionar de la Justicia, al punto de que, a pesar de haber ocurrido mucho después, fue juzgado antes y condenado, el año pasado, también, a la pena máxima de 25 años.
Estas penas, seguramente, por algún recurso de edad o seguridad, no serán cumplidas por estos pedófilos seriales entre rejas. Hoy, Juan Diego, que tiene 61 años, y Justo, que tiene 59, enfrentan la cárcel hasta los 85 y 84 años, respectivamente.
Al Padre Justo lo juzgaron por siete abusos a seminaristas cometidos en Paraná entre 1989 y 1992, pero, más allá de las acusaciones, es difícil imaginar que su carrera pederasta se haya limitado a esos años, así como resulta difícil también creer que esos fueron todos los abusados entre esos años.
Al Padre Juan Diego lo juzgaron por tres abusos a monaguillos entre 2009 y 2016, pero también es difícil pensar que eso fue todo, sea en la Argentina o en su tierra natal, Colombia, ya que llegó al país al principio de este nuevo siglo y a Nogoyá en el 2005.
Pero estos casos son los que prosperaron en la Justicia y los cuales significaron condenas, aunque tarde, de 25 años de cárcel para estos curas abusadores.
Más allá de que puedan resultar insuficientes o no, debemos reconocer que estos procesos a los curas Justo y Juan Diego han logrado quebrar las barreras de la Iglesia y corregir la visión jurídica de estos delitos.
Basta recordar que el Padre Grassi recibió, en el 2009, una pena de solo 15 años de prisión por haber abusado, en su Fundación, en 1998, 11 años antes, de un gurí de 15 años.
Ahora bien, hoy, la Justicia y la Iglesia entrerrianos están todavía en deuda con nosotros en lo que a la lucha contra la pedofilia se refiere.
La Iglesia aún le debe a los entrerrianos su mea culpa, junto con acciones concretas que rescaten la institución de tan atroz manto de sospecha que salpica a todos sus actores.
Pero más grave y comprometida es la deuda de la Justicia, no sólo por sus trémulos y tibios tiempos, sino por su inacción en algunos casos, los cuales, sino son seguidos por la prensa, mueren durmiendo en los cajones de alguna repartición judicial.
Un lamentable ejemplo de esto es el caso de Javier Broggi, un funcionario municipal de Urdinarrain a quien se le demostró el abuso a gurises de 6 a 13 años, entre 1988 y 1995, cuando tenía 27 años.
Hoy, a 30 años de aquellos horrendos hechos, y con 57 años, aunque condenado tibiamente a sólo catorce años, inconcebiblemente, sigue libre por las calles de Gualeguay.
En este caso, en Urdinarrain se estima que fueron decenas y decenas sus víctimas, mientras que no se sabe cuantas pudo dejar a su paso por Victoria, o en lo que lleva viviendo por estos lados.
Finalmente, el año pasado se hicieron públicos en la provincia, y el país, los abusos del destacado y prestigioso abogado Gustavo Rivas. Una carrera pedófila que, según se supo después, todo Gualeguaychú sabía.
Este reconocido vecino, hoy cercano a los 80 años, tendría una dilatada carrera como pedófilo, pero, gracias a tecnicismos y amistades, aún evade la Justicia y dilata cualquier medida judicial.
Todo esto ha hecho que padres y madres de la sociedad entrerriana temamos por nuestros gurises a la hora de delegar su cuidado, pero, más que nada, lo que hoy más nos afecta, es la desconfianza en las instituciones, lo cual impacta gravemente en los formación de nuestros gurises. O sea, en la construcción de nuestro futuro.
Por esta razón, para que podamos volver a confiar en las instituciones, es preciso y urgente que recibamos señales claras y concretas de que la pedofilia dejó de ser un delito impune en nuestra provincia.
Necesitamos, desesperadamente, volver a confiar en que, sea quien sea el que lo cometa, el abuso sexual de gurises será penado con todo el peso de la ley, y, así, poder descansar nuevamente en que la formación de nuestros hijos se encuentra en manos de quienes son moralmente probos para ello, y en que, quienes no lo sean, serán rápidamente impedidos de hacerlo.
Necesitamos volver a creer y confiar en las instituciones y sus partes, en la Iglesia y sus curas, en la Justicia y sus jueces, en la Policía y los policías, en la Escuela y sus maestros, en el Club y sus profes, en la Salud y sus profesionales, en el Gobierno y sus funcionarios, y en la Sociedad y sus dirigentes.
Necesitamos instituciones sanas.
No aceptamos cargar en nuestras conciencias que solo cinco pedófilos hayan arrasado con la infancia de bastante más de cien gurises y que muchos de estos permanezcan impunes. Y si tenemos que aceptarlo, exigimos garantías de que cosas así no volverán a suceder.
Norman Robson para Gualeguay21

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