9 diciembre, 2024 5:11 pm
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Cuestión tabú


Es un secreto a voces que la libertad y la independencia en el tratamiento de la información de prensa están siendo atropelladas tanto por la coacción de algunos anunciantes como por la prostitución de algunos medios.

BLANCO-NEGRO

Una cuestión tan cierta como tabú.
Pero más allá de ello, lo cierto es que las empresas de la información se encuentran sometidas, voluntaria o involuntariamente, a los grandes intereses en juego y han dejado la verdad y la realidad a un lado.
Al cabo de leer estos primeros dos párrafos, el lector ya estará, con simpatía o no, pensando en los gobiernos criollos actuales, en todos sus niveles, que han hecho de la intolerancia y la coacción una política de estado.
Pero no es tan así, ya que, en honor a la verdad, el sector privado, sea cual sea su tamaño, también ha olvidado el concepto de servicio publicitario y ha adoptado esta moderna concepción de sometimiento económico: tanto el “si te pago hacés lo que yo digo” como el “si me pagás digo lo que vos quieras” parecieran estar a la orden del día.
O sea, es como que quien contrata un espacio publicitario en un medio está adquiriendo una licencia de impunidad mediática que le garantiza que ese medio no publicará aspectos que le sean incómodos, antipáticos o, en el peor de los casos, que expongan hechos de corrupción o delito.
Exponer esta realidad es una cuestión tabú, ya que es desnudar el verdadero escenario en que se deben desenvolver los medios y ponerlo sobre la mesa.
Es desnudar el hecho de que los medios se encuentran entre la espada y la pared, entre el condicionamiento y la supervivencia, con la verdad como rehén.
Prensa libre pero fundida o prensa vendida pero viva. Esa es la cuestión.
Ahora bien, la razón de que esta realidad sea un tema tabú es que, si la sociedad se percate de que todo lo que le cuentan los medios está, sino tergiversado, teñido de intereses o falsedades, algo que ya ocurre, entrará en un imperio de caos y anarquía donde nadie creerá nada y todos harán lo que se les da la gana.
Demás está decir que, en ese escenario de río revuelto, los beneficiarios son las oligarquías, esos grupos de poder que, a lo largo de la historia, siempre fueron quienes movieron las piezas del mundo a su antojo, haciendo y deshaciendo a lo largo y ancho del planeta. O sea, el colonialismo en todas sus formas.
Pero a partir de la globalización y de la mediatización de la vida, estas oligarquías, o centros de poder, comenzaron a perderlo, obligándolos a aplicar una nueva estrategia que se los devuelva.
En este contexto, y a partir de un replanteo general, descubrieron que su principal enemigo fue, y es, la información.
Si bien antes las oligarquías, a través de variadas herramientas, morigeraban el comportamiento del mundo, ahora, con la información libre y descontrolada, vieron peligrosamente perdido ese control, y determinaron que la única forma de destruir a ese enemigo es desacreditándolo, haciéndolo no creíble.
Por eso, este proceso de someter y condicionar la información hasta hacerla increíble responde a una estrategia de estas oligarquías, o centros de poder, para recuperar y consolidar su poder hegemónico.
Hete aquí porque es un tema tabú.
En la medidas que las bases sociales, los individuos o sus agrupaciones de primer grado aún no contaminadas, no reaccionen de una u otra forma ante este verdadero atropello global, y sigan entretenidas en estériles contiendas seudoideológicas, caeremos en el imperio de la desinformación, o sea, de la oscuridad, donde los individuos solo volverán a ser simples marionetas de las oligarquías, tal como lo fueron en la época de las colonias.
Norman Robson para Gualeguay21

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