15 mayo, 2025 10:07 pm
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De soberanía, cultura y modas

A partir de las imágenes de paisanos a caballo repeliendo la invasión de su territorio por parte de seudo pacifistas veganos, me permití reflexionar sobre el hecho, sus circunstancias, sus implicancias, y sus connotaciones culturales. Conclusión: la soberanía se sigue defendiendo a caballo.

BLANCO-NEGRO

Más allá de lo emocionante que le resultó a muchos ver paisanos defendiendo su espacio legítimo de modernos talibanes vegetarianos, encuentro ese hecho, ocurrido en el campo de Palermo, oportuno para descular cuestiones mucho más trascendentes.

A todo el mundo le gusta la palabra soberanía. La soberanía política, la soberanía económica, la soberanía militar. Pero todos olvidan que la madre de las soberanías es la cultural, la cual vincula a todo lo otro con un territorio y su sociedad. Ninguna soberanía se consolidaría sin el sentido de pertenencia, sin una identidad común.

Esa identidad común es esa pertenencia que nace en el origen de nuestra Patria, se forja y consolida a lo largo de nuestra historia, y se proyecta al mundo en forma de cultura. Por eso, la identidad es un derecho inalienable y soberano, aquel aspecto que nos distingue de otras culturas. Difícilmente un ejército, o millonarios capitales, o una moda puedan pervertir una identidad consolidada, ya que habrá un pueblo unido que la defienda.

Un ejemplo de esto es la penetración cultural de Estados Unidos en el mundo a partir del cine de Hollywood. Un colonialismo cultural que conquistó espacios vacíos de otras naciones y le facilitó consolidarse como potencia global, mucho más que su poderío militar, o económico, o político.

¿Cuál es nuestra identidad? ¿Qué es lo que nos identifica como argentinos?

Sin lugar a dudas, en el último medio siglo, el fútbol ha sido una de nuestros principales argumentos, al igual que el buen vino, o el tango. Pero, así y todo, y a pesar de contar con Maradona y Messi, con el malbec mendocino, y con Don Astor, los gauchos o paisanos, la Pampa, los caballos y las vacas siguen siendo el argumento distintivo de la Argentina. Ellos cargan con nuestra identidad cultural. Ellos conforman gran parte de nuestra soberanía cultural.

Pasa que gauchos y paisanos de a caballo liberaron esta Patria. Luego, los primeros colonos se sumaron a ellos para hacerla grande de a caballo. Hombres, mujeres y niños, de a caballo, por generaciones labraron nuestras tierras, arriaron nuestras vacas, e hicieron de este país el granero del mundo. Hoy, gracias a Dios, hay muchos argentinos que cultivan y resguardan estos valores que nos distinguen.

Por lo tanto, cualquier ataque fundamentalista contra estos valores es un atentado contra nuestra soberanía cultural. Sean cuales fueran sus argumentos, nada está por arriba de nuestra soberania. Nuestra nación, de millones, no puede modificar su esencia por un grupo de cientos, sino que los cientos, si no pueden tolerar nuestra esencia, deberán buscarse otra nación.

Por otro lado, hoy, nadie que no le guste el futbol se atrevería a entrar a la popular de Boca y desplegar carteles condenando al fútbol. Nadie que no le guste consumir alcohol invadiría los pubs proclamando la abstinencia. Nadie que no le guste el tango asaltaría una milonga embanderado en “no al tango, si al rock”. ¿Porqué? Simplemente, porque quienes profesan esa cultura, en especial quienes también viven de ella, los rechazarían enérgicamente.

“Son pacíficos”, dijo alguien. ¿Cómo pueden ser pacíficos quienes invaden subrepticiamente un espacio ajeno, para rechazar su cultura, y atentar contra su sustento? Pocas cosas deben ser más violentas.

Por último, respecto del bienestar animal por el cual se rasgan las vestiduras, estos “militantes” deberían saber que es ley y es condición sin equanon para exportar carnes a los principales mercados. Igualmente, si no estuvieran de acuerdo con la aplicación de las leyes, o sus contenidos, la violencia no es el camino adecuado, sino el reclamo pacífico ante quienes las escriben.

O sea que, lo ocurrido en la Rural, reafirma nuestra soberanía cultural, a la vez que nos brinda la tranquilidad de que su perpetuidad está en buenas manos. En otras palabras, aquello fue una lección de patriotismo para cualquier horda de vedettes intolerantes que quieran imponerle al pueblo sus propios gustos alimenticios, sexuales o políticos.

Norman Robson para Gualeguay21