El café en granos y la parroquia
El año pasado nos juntamos a cenar con varios amigos, y distribuimos qué llevaba cada uno. Por razones de practicidad a mí me encargaron llevar café en granos, ya que en la casa de la familia que nos recibía a todos les gustaba moler el café al momento de prepararlo.
Fui a un negocio a comprar y vi que había diversas propuestas en calidad y precio, con dibujos o fotos que eran bien elocuentes. Los mejores tenían un cartel que decía “granos seleccionados”, los mostraban parejitos y en color intenso, forma redondeada, tamaños semejantes. Las otras propuestas se promocionaban como “sabor suave”, o “primera cosecha”, etc. Y los dibujos nos mostraban granos más variados en color y tamaño.
Esta imagen me hizo pensar en nuestras Parroquias, que son la presencia más cercana de la Iglesia a nuestros a nuestros barrios y familias. Francisco saca como consecuencia que “esto supone que [la parroquia] realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos”. (EG 28) No somos como los paquetes de café en que todos los granos son de “primera calidad”. Solemos tener el riesgo de incorporar actitudes que expresan aires de superioridad, o de mirar a los demás por encima del hombro. Muchas veces nos encontramos en nuestras comunidades con mediocridades y chaturas que estamos llamados a cambiar. La insistencia de convocarnos a la conversión pastoral reclama de una respuesta generosa de todos: obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, fieles laicos. Sin darnos cuenta podemos ir aceptando formas de clericalismo que limitan la participación y ahogan la creatividad, que no dejan crecer ni intentar la búsqueda de caminos mejores. ¡Cuántas veces hemos escuchado decir: “acá siempre se hizo así”!
El Papa Francisco lo ha expresado con claridad en uno de sus discursos de su visita a Chile: “La falta de conciencia de que la misión es de toda la Iglesia y no del cura o del obispo limita el horizonte, y lo que es peor, coarta todas las iniciativas que el Espíritu puede estar impulsando en medio nuestro. Digámoslo claro: los laicos no son nuestros peones, ni nuestros empleados. No tienen que repetir como «loros» lo que le decimos. “El clericalismo, lejos de impulsar los distintos aportes y propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida de que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo fiel de Dios (cf. Lumen gentium, 9- 14) y no sólo a unos pocos elegidos e iluminados” (Francisco, 16 de enero de 2018). El clericalismo niega la eclesiología cristiana del evangelio (la vid y los sarmientos) y de las Cartas de San Pablo (el cuerpo, los miembros y la Cabeza), para terminar derivando en una especie de herejía pastoral.
Y qué importante es reconocer nuestras limitaciones en el estilo de conducción pastoral demasiado centrado en la presencia del sacerdote. Todos somos parroquia, todos los hijos de Dios por el Bautismo. “A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión.” (EG 28)
En estos días en la Arquidiócesis de San Juan de Cuyo, como en tantas otras del País, se están realizando los cambios de los párrocos. Por eso es una buena oportunidad para revisar nuestras actitudes y estilos, el modo que tenemos de vivir la fe y compartirla con los que nos son confiados.
En las visitas que voy realizando en las parroquias suelen preguntarme cómo renovar el fervor misionero, cómo alentarse mutuamente en ser “Iglesia en salida, cercana a los pobres”. Es importante vernos como una madre que va en búsqueda de sus hijos para expresarles la ternura, y no como inspectora que va a cobrar facturas impagas.
Jesús vuelve a enviarnos permanentemente: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt. 28, 19). Acojamos su llamado.
El miércoles 14 de febrero comenzamos el Tiempo de Cuaresma que nos orienta hacia la Pascua. Además de estas reflexiones dominicales, todos los miércoles –desde el 14 de febrero al 28 de marzo– voy a ofrecer para quienes lo deseen unas charlas espirituales de 4 o 5 minutos. Las mismas estarán disponibles en Facebook, en Canal 4 en esos días a las 21.50 hs y en la página Web: www.iglesiasanjuancuyo.org.ar
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Socia