El cambio que no llega

Un año pasó desde aquella esperanzadora y alentadora llegada del Cambio a Gualeguay, pero, al sentir de quienes lo demandaban desesperadamente, y lo eligieron, éste acá aún no ha llegado.
Este retraso, lamentablemente, va mellando la tan bendita paciencia del vecino gualeyo resucitando aquella sensación de hartazgo y desencanto que conoció no hace tanto, y, por consiguiente, va consumiéndole a la gestión la tan indispensable licencia social.
Quienes confiesan esta incipiente sensación, coinciden en afirmar que sus principales preocupaciones de hoy son las mismas que las de hace un año atrás, las cuales, aún, en muchos casos, siguen casi igual y, en otros, se ven incrementadas, a la vez que señalan a la ignorancia política y a la falta de rumbo de la gestión actual como los principales responsables.
Conceptos generales
Tal es así que los vecinos, a pesar de celebrar la buena intención y los prometedores discursos, reconocen que estos se agotan cuando cada uno debe enfrentar la cruda realidad en que viven, y ya no les importa tanto quien fue el culpable de esa situación como quien es el que debe solucionarla ahora.
No por esto dejan de valorar la honradez, especialmente luego de la gestión pasada, pero exigen que sea acompañada con capacidad de gobierno, pues sienten que, a la hora de los resultados, el desgobierno puede ser tan dañoso y caro como la corrupción.
En este contexto, los gualeyos coinciden en reclamar la grandeza política prometida en la campaña, aquella del proyecto serio que creían merecer más que nada en el mundo, y en rechazar la soberbia del pasado, esa que hoy aún prevalece detrás de demasiados escritorios comunales.
Del mismo modo, los vecinos pretenden un Concejo Deliberante independiente y activo, con 11 ediles que no sean meros escribanos al servicio del poder, sino legítimos representantes del pueblo preocupados y ocupados en resolver sus problemas.
Las 12 calamidades
Cumplidos los primeros 365 días, los vecinos gualeyos siguen siendo castigados por una suerte de calamidades que persisten en desvelarlos, las cuales, en su mayoría, son parte del legado de la anterior gestión, pero que su persistencia e, incluso, incremento, son responsabilidad de la presente.
Estas calamidades por las cuales los gualeyos se sienten asolados son la inseguridad, la desocupación, la corrupción, la pobreza, la crisis en la salud, la deficiencia comunal, la carencia habitacional, el desorden general, la droga, la contaminación, la degradación familiar y la improvisación política.
1. Inseguridad
Según la visión de los propios vecinos de nuestra ciudad, estos siguen sufriendo la ya indiscutible ineficacia policial y judicial, mientras que el municipio toma distancia del problema, pues entiende que, al igual que otros aspectos, no es de su estricta incumbencia.
De esta manera, no resolviendo la restauración de la video-vigilancia, ni recomponiendo la desacreditada Guardia Urbana, solo se limitó a fundar un inútil foro de seguridad y a crear una carísima Secretaría que nada se ocupa del asunto.
En ningún momento, ni la propia Municipalidad, ni alguna institución, ni algún medio de prensa, abordaron este año la escalada de esta problemática, la cual expone un preocupante aumento de violencia e impunidad.
2. Desocupación
La falta de trabajo fue y sigue siendo una constante en la angustia colectiva de nuestra ciudad, y, en lo que va del año, no se han visto acciones concretas que busquen modificar el escenario de la falta de empleo, o de corregir, por lo menos, la oferta informal y precaria.
En este sentido, el vecino común no percibe que se encare con seriedad desde alguna cartera comunal, sea Producción, Turismo o Desarrollo Humano, la seducción de empresas, o la promoción de emprendedores, o la implementación de programas laborales, sino que siente que el empleo no está entre sus prioridades.
Tal es así que, a lo largo de este período, solo se ocupó en el megasueño de Puerto Ruiz, el cual rápidamente se esfumó en dudosas intenciones, y nunca se ocupó en avanzar con el parque industrial, o en potenciar el turismo, o en desarrollar el trabajo cooperativo, tan exitoso en ciudades de la provincia, tal vez solo porque fue una idea del kirchnerismo, o porque competía contra la patria contratista local.
De este modo, los vecinos aprecian, preocupados, no solo la falta de trabajo, sino, también, la total ausencia de algún plan tendiente a desarrollarlo.
3. Corrupción
Luego de la gestión más sospechosa de la historia gualeya, los vecinos esperaban que llegara con el Cambio el final de la impunidad y la injusticia, pero, muy por el contrario, y a diferencia de lo que ocurrió en ciudades vecinas, acá nada pasó.
Tal es así que la anunciada auditoría, prometida en campaña, realizada por la UNR, y pagada con dinero público, nunca fue dada a conocer, y, por otro lado, las principales causas desnudadas este año fueron gracias a particulares ajenos a la gestión: Celulares y 80 Viviendas.
En este mismo sentido, a lo largo de esta gestión también llamó la atención de los gualeyos el no esclarecimiento de algunas “desprolijidades” internas, cuyos responsables nunca fueron siguiera cuestionados, mientras que otros controvertidos funcionarios de la gestión anterior, curiosamente, aún conservan su importante cargo.
4. Pobreza
Un año atrás, la realidad de nuestra periferia era escalofriante, donde imperaban el abandono y la proliferación de ranchos, a la vez que eran zonas liberadas a la delincuencia y excluidas de cualquier tipo de política.
Hoy, un año después, los vecinos ven la presencia cierta del gobierno con sus censos y sus conmovedores proyectos, pero, salvo algunas escasas soluciones de impacto mediático, como el terraplén de Puerto Ruiz, no ven soluciones concretas a su realidad.
De este modo, la situación de pobreza, con su exclusión y abandono, persiste en nuestra ciudad en los niveles de un año atrás, al igual que persiste la asistencia demagógica de siempre con soluciones nada sustentables.
5. Crisis de salud
Una de las principales preocupaciones de los gualeyos hace un año atrás era, y sigue siendo, la caótica situación de nuestra salud, tanto la pública como la privada.
En este escenario, el Hospital San Antonio, único efector de salud pública al alcance de 10 mil familias, sufre un alevoso abandono por parte del gobierno, lo que hace que mantenga las mismas carencias infraestructurales y operativas de siempre.
Este escenario se ve agravado por la necia desaparición de la Clínica del concierto de prestadores y por el desborde del CEM, lo que impone un sinnúmero de riesgos: Mala atención, demoras, derivaciones, etcétera.
Ante este cuadro, los vecinos ven que el Ejecutivo Municipal, al igual que en otros casos, solo evade indiferente cualquier responsabilidad sobre el asunto, sea por ser de la esfera provincial o por ser de índole privado.
Más allá de esta realidad de la salud en general, los vecinos sienten que el gobierno de Bogdan deslinda la salud pública de los gualeyos en las manos de Bordet, y éste, a pesar de la obsecuencia pública del Intendente, le responde con desprecio y desidia.
6. Deficiencia comunal
La necesidad de mejores calles y veredas, de iluminación, de cloacas, de desagües, de la red de agua potable, al igual que de limpieza y recolección de residuos, no solo sigue siendo tan crítica como lo era hace un año atrás, sino que ha crecido.
Al cumplirse un año de esta gestión, cada día son más las quejas por la deficiente infraestructura comunal de obras y servicios, y, si bien han abundado los anuncios y no son pocos los proyectos, los vecinos sienten que la gestión actual está enfocada más en la recaudación que en el efectivo mejoramiento de la ciudad.
Al mismo tiempo, los gualeyos tampoco olvidan que las obras prometidas, como el tan augurado camino a Puerto Ruíz, ni siquiera son consideradas seriamente en alguno de los presupuestos.
7. Carencia habitacional
La falta de viviendas en Gualeguay es histórica y, en décadas, jamás se ha logrado equilibrar la situación con la demanda, razón por la cual la necesidad habitacional lleva mucho tiempo instalada en la angustia colectiva.
Un año atrás, una de las banderas de la campaña de la gestión actual fue el famoso Tené Tu Casa, orientado a atender la demanda del sector medio, el cual recién ahora, un año después, solo va a sortear las primeras cinco casas.
Por otro lado, se compró de forma directa un importante lote para levantar un barrio de 140 viviendas sociales, el cual no se sabe para cuándo estará habitable, pero no se sabe de ningún plan cierto que tienda a erradicar los cientos de ranchos ni a vecinos instalados en zonas de riesgo hídrico.
De este modo, los gualeyos escuchan un discurso alentador y esperanzador, pero a la hora de la verdad, constatan que todo es como era entonces.
8. Desorden general
El desorden habitual que deben soportar los vecinos sigue siendo el mismo que un año atrás, tanto en el tránsito como en la urbanización y en la planta comercial, donde cada uno hace lo que se le da la gana y los controles son solo con el objeto de recaudar.
El incumplimiento de las normas, con picadas, estéreos, escapes libres y acrobacias incluidas, sigue alterando la paz de los indefensos vecinos, mientras que el Ejecutivo solo atina a culpar a los padres y no acierta en dar una solución seria y sustentable.
Lo mismo ocurre desde las otras carteras, donde no se detecta un plan ordenador en base a políticas adecuadas, sino que se percibe una clara intención de dilatar la solución y, mientras tanto, recaudar.
9. Droga
Si bien la droga es un problema federal, argumento muy conveniente y oportuno, los vecinos sienten que no son pocas las acciones que se pueden llevar adelante desde la comuna local en busca de soluciones.
Los gualeyos, hoy, al igual que en diciembre 2015, siguen viendo día a día como cientos y cientos de gurises abandonan la casa, la escuela y el club para sumergirse en la droga y, luego, en el delito, ante la solitaria impotencia de los padres, y mientras el Estado solo mira para otro lado.
En este sentido, en lugar de liderar las acciones contra este flagelo conminando a la Policía, la Justicia y el Copnaf a actuar en conjunto con su cartera social, se limita a culpar a las familias y, lo que es peor, invierte el dinero público en inventar una Secretaría contranatura, con presupuesto y personal, que ni siquiera le interesa conocer la problemática, mucho menos hacer algo por solucionarla.
10. Contaminación
Desde siempre, Gualeguay adolece de varios focos de presunta contaminación, los cuales, si no son tales, por lo menos atentan groseramente contra la calidad de vida de los gualeyos: Soychú, Soluciones Ambientales, las cloacas y el basural a cielo abierto.
En este sentido, la gestión anterior nunca hizo nada para corregir la situación, solo permitió el reciclado de residuos que solo alivió algo la quema.
Al asumir la nueva gestión, con un ambientalista al frente de la cartera ambiental, se terminó con el reciclado y la acción política se concentró, fiel al vedetismo ambientalista, en antojadizos caprichos carentes de argumentos y en la organización de marchas y manifestaciones poco convocantes, pero ninguna acción política concreta que libre a los gualeyos del problema.
De este modo, los gualeyos sienten que deben seguir tolerando humos y olores, mientras que después de un año recién pudieron saber si su agua era tomable.
11. Degradación familiar
La crisis de la familia y de los valores morales no es nueva en nuestra sociedad, como tampoco lo es la ausencia del Estado intentando su recuperación, pero los vecinos infirieron que, con el Cambio, una presencia activa con políticas públicas tendría lugar a través de los distintos agentes.
Muy por el contrario, el Estado sigue ausente y, como si eso no fuera suficiente, aprovecha la situación para culpar a la propia familia por los desbordes que esta sufre, en lugar de intentar tener una mayor presencia en su territorio con acciones de asistencia correctiva a las familias en riesgo.
De este modo, los vecinos gualeyos perciben con excesiva angustia la degradación familiar, a la vez que se siente abandonado por el Estado local.
12. Improvisación política
Por último, transversal a todos los puntos anteriores, a los vecinos les preocupaba un año atrás, y les preocupa hoy, la falta de idoneidad política de los ejecutivos, quienes siempre recurrieron, ayer y hoy, a la improvisación a la hora de gobernar.
Tal es así que, desafortunadamente, quienes no saben cómo gobernar, ayer y hoy, terminan imbuidos de despreciable indiferencia y arrogante soberbia para encubrir su profunda ignorancia sobre como administrar la cosa pública, y terminan perdiendo de vista su misión y sus objetivos, pervirtiendo finalmente el sentido original de la gestión política.
Conclusión
De este modo, luego de recorrer este primer año de gestión y cada una de las 12 calamidades que aún sufren los gualeyos, se puede concluir que los tiempos se han agotado y la gestión debe demostrar, de una vez por todas, que está a la altura de lo que los gualeyos merecen.
Del mismo modo, también se puede concluir que insistir en culpar a los gobiernos superiores, provincial y nacional, o a los propios ciudadanos, y negar la propia responsabilidad como autoridad máxima territorial, no propiciará nunca el cambio tan ansiado por los gualeyos.
Por lo tanto, ni las excusas, ni la desacreditación de comunicadores que hablan, ni la complicidad de aquellos que callan, ni la complacencia de las instituciones, podrán torcer este destino de fracaso, solo lo hará un estricto mea culpa correctivo seguido del acto de grandeza de liderar el verdadero cambio.
Y si no llega el verdadero cambio, lamentablemente, el pasado volverá a nosotros.
Norman Robson para Gualeguay21
